18 de diciembre de 2023

COMPLEJIDADES DEL DOS

Si en arquitectura el número tres representa lo canónico, el dos es, ha sido y será una perpetua anomalía. El dos es la esencia de la bilateralidad y la repetición. Cada edificio tiene una parte delantera y una trasera, un interior y un exterior. Cada construcción cuenta sin remedio dos historias: una, la de su función y otra, la de su forma. Entre ambas siempre hay un abismo. Cada edificio refleja dos épocas: la del momento de su construcción y la del presente. Cada puerta tiene dos lados; cada ventana dos vistas. La simetría bilateral, un concepto bien arraigado en la arquitectura, se basa en la duplicación exacta de dos mitades a lo largo de un eje central. Si el tres da sentido al barroco y al gótico, el dos es el número preferido por la posmodernidad. Piero della Francesca sentó las bases de una metafísica del dos y Robert Venturi nos brindó su nihilismo.
El diálogo entre dos piezas deja de ser monólogo precisamente gracias a esa duplicidad. Las torres Gemelas o los apartamentos de Lake Shore Drive en Chicago de Mies Van der Rohe representan más que dos torres: son la distancia de una conversación. El hermanamiento o el problema del doble como amenaza también se da en la arquitectura. El doppelgänger, pieza fantasma que amenaza con sustituir al original, está presente en cada ampliación arquitectónica. Lo doble es perturbador porque amenaza el estamento de lo único y de lo auténtico. El problema del dos cimenta el tema de la copia.
Las columnas gemelas que sostienen un arco o las dos paredes que sustentan un techo son centinelas de la fuerza de la gravedad. Pero una y otra se vinculan más allá de su función estructural. Se vigilan. Si una se mantiene en pie, la otra no puede desfallecer.
Incluso en la planificación urbana, el dos juega un papel crucial. Las ciudades se dividen en dos lados más allá de sus ejes de crecimiento o la sociología de sus barrios: el este y el oeste se tensan, el norte y el sur separan la ciudad de los ricos y de los pobres. El dos tiene su propio encanto y significado en la arquitectura, pero no deja de ser un nido de complejidades y contradicciones. Porque, entre otras cosas, multiplica el número de problemas, y lo hace exponencialmente. Téngase en cuenta que con el dos, en lugar de resolver un tema, hay que resolver el doble, y sumado a eso, su diálogo intermedio. En fin, y todo ello sin siquiera hablar de la vida en pareja. 
 
While in architecture the number three represents the canonical, two has always been a perpetual anomaly. Two is the essence of bilaterality and repetition. Every building has a front and a back, an interior and an exterior. Inevitably, every construction tells two stories: one about its function and another about its form, and between both there is always an abyss. Every building reflects two epochs: that of its construction and that of the present. Every door has two sides; every window, two views. Bilateral symmetry, a concept rooted in architecture, is based on the exact duplication of two halves along a central axis. While three gives meaning to the baroque and the gothic, two is the preferred number by postmodernity. Piero della Francesca established the foundations of a metaphysics of two and Robert Venturi presented us with his nihilism.
The dialogue between two pieces ceases to be a monologue thanks to this duplicity. The Twin Towers or the Lake Shore Drive apartments in Chicago by Mies Van der Rohe represent more than two towers: they represent the distance of a conversation. The twinning or the problem of the double as a threat also occurs in architecture. The
doppelgänger, the phantom piece that threatens to replace the original, is present in every architectural extension. The double is disturbing because it threatens the status of the unique and the authentic. The problem of two cements the theme of the copy.
The twin columns that support an arch or the two walls that support a roof are sentinels of the force of gravity. But one and the other are linked beyond their structural function. They watch each other. If one stands, the other cannot falter.
Even in urban planning, two plays a crucial role. Cities are divided into two sides beyond their growth axes or the sociology of their neighborhoods: the east and the west are tense, the north and the south separate the city of the rich and the poor. Two has its own charm and meaning in architecture, but it is still a nest of complexities and contradictions. Because, among other things, it multiplies the number of problems, and it does so exponentially. Keep in mind that with two, instead of solving one issue, you have to solve double and added to that, their intermediate dialogue.In short, and all this without even talking about life as a couple.

11 de diciembre de 2023

SUELO SALVAJE


Podría decirse que construimos la arquitectura para civilizar el mundo. Con ello nos protegemos de las inclemencias del tiempo. La primera operación de la arquitectura es la de proveernos de un techo, ciertamente, pero también la de brindar un suelo doméstico. Aunque, como todo, siempre hay excepciones. En algunas, rarísimas veces, la arquitectura enmarca el suelo, lo subraya. Recoge un tozo de terreno entre cuatro paredes y lo convierte en el auténtico habitante.
De ese modo el suelo se convierte en el sujeto inesperado de las atenciones de la construcción. Sus hormigas, su humedad y su olor a tierra, quedan a resguardo. La más mínima señal de verdor queda aniquilada con semejante gesto pero a cambio las curvas de nivel, las educadas curvas de nivel, permanecen intactas cruzando la obra hasta volver a encontrarse con las del indómito exterior. El suelo así convertido en ready-made, se domestica, aunque no gracias a los mecanismos tradicionales de la arquitectura. Si habitualmente se cubre de baldosas o se aleja de las miasmas con una solera, en estos exiguos casos transustancia la intemperie en interioridad.
Cercana a esta rara estrategia están las arquitecturas que se construyen para preservar ruinas, restos arcaicos y fósiles sin desempolvar. El lugar común de todas ellas está en el trazado de un recinto alrededor de un suelo olvidado como una piedra sumergida en la corriente de un río, que al colocarse sobre una mesa se sacraliza y adquiere singularidad. La vitrina y el tabernáculo realizan idéntica magia. El suelo, gracias a ese paspartú de muros a su alrededor, se vuelve un protagonista involuntario con su propia extrañeza y poesía. Estos casos, como decía, no constituyen una gran familia pero si una taxonomía perdida de suelos nobles sin nobleza aparente.
La Casa Tanikawa, diseñada en 1974 por Kazuo Shinohara para el poeta japonés Shuntaro Tanikawa en las montañas de Nagano, está situada en una pendiente en medio de un bosque*. El interior es una habitación que cubre un suelo oscuro, húmedo y en pendiente. De allí nacen pilares de madera que en algo recuerdan los árboles del exterior. Tanikawa escribió un poema para inspirar al arquitecto. La arquitectura, mejor que el arte, clava sus uñas en la negrura de esa tierra reconociéndose en ese gesto como su auténtica guardiana.

*Debo y agradezco esta referencia al profesor Tomás García Píriz.  
It could be said that we build architecture to civilize the world. With it, we protect ourselves from the harshness of the weather. The first operation of architecture is to provide us with a roof, certainly, but also to offer a domestic floor. Although, like everything, there are always exceptions. On some, very rare occasions, architecture frames the ground, underlines it. It collects a piece of land between four walls and turns it into the true inhabitant.
In this way, the ground becomes the unexpected subject of the attentions of the construction. Its ants, its humidity, and its smell of earth, are sheltered. The slightest sign of greenery is annihilated with such a gesture but in return the contour lines, the polite contour lines, remain intact crossing the work until they meet again with those of the untamed exterior. The ground thus converted into ready-made, is domesticated, although not thanks to the traditional mechanisms of architecture. If it is usually covered with tiles or it is moved away from the miasmas with a slab, in these meager cases it transmutes the outdoors into interiority.
Close to this rare strategy are the architectures that are built to preserve ruins, archaic remains, and undusted fossils. The common place of all of them is in the layout of an enclosure around a ground as forgotten as a stone submerged in the current of a river, and that, suddenly, when placed on a table it is sacralized and acquires singularity. The showcase and the tabernacle perform identical magic. The ground, thanks to that
passe-partout of walls around it, becomes an involuntary protagonist with its own strangeness and poetry. These cases, as I said, do not constitute a large family but if a lost taxonomy of noble floors without apparent nobility.
The Tanikawa House, designed in 1974 by Kazuo Shinohara for the Japanese poet Shuntaro Tanikawa in the mountains of Nagano, is located on a slope in the middle of a forest*. The interior is a room that covers a dark, damp, and sloping floor. From there, wooden pillars are born that somewhat resemble the trees outside. Tanikawa wrote a poem to inspire the architect. Architecture digs its nails into the blackness of that earth, recognizing itself in that gesture as its true guardian.

*I owe and appreciate this reference to Professor Tomás García Píriz.

4 de diciembre de 2023

EL NÚMERO TRES (Y LA ARQUITECTURA)


La magia que brinda el número tres constituye un regalo para el arquitecto. Tanto desde el punto de vista matemático, como metafísico; tanto desde el campo de la composición y las estructuras, el tres funciona como una máquina bien engrasada para producir equilibro y belleza. La firmitas, utilitas y venustas, vitruvianas hubiesen sido un fiasco de no ser gracias a esa triada que se engancha al cerebro como una inmejorable garrapata nemotécnica. El libro Espacio, tiempo y arquitectura tenía garantizado su éxito antes por las tres palabras de su título que por la tesis que contiene. La revista Arquitectura Viva ha sobrevivido a las crisis editoriales gracias a una estructura tripartita explotada ad nauseam en geometrías, párrafos y número de palabras, antes que gracias a las novedades y a los escritos contenidos en sus tripas.
El número tres funciona en todos los ámbitos de la arquitectura desde su origen más primitivo. Los objetos impares, y en concreto agrupados en conjuntos de tres, son más memorables que los que forman simples parejas. El tres es belleza, el tres es simetría, el tres es diseño. Toda columna y toda torre, poseen tres partes bien diferenciadas: basa, fuste y capitel. En arquitectura, tres no son multitud. El tres constituye una unidad con más estabilidad que el propio uno. El tres irradia su propia pedagogía. Un famoso ejercicio de composición escolar de John Hejduk en Cooper Union, se fundaba sobre esta virtud del tres en todas direcciones. La retícula de nueve cuadrados era una base de la que no podía salir un proyecto malo. El tres era el pasaporte al aprendizaje de la excelencia.
Los órdenes en los edificios de la antigüedad y el renacimiento son triples. Sobre el dórico se apila el jónico y luego el corintio como un sándwich canónico e inmutable. El tres asoma en Mies y en Palladio. Es el invitado secreto de la arquitectura hecha de triángulos de la que presumía el gótico y Borromini. Al contrario que el dos, que es un nido de víboras compositivamente hablando, el tres es incuestionable. Está ahí. Y está desde siempre. Se apoya, se soporta y aporta introducción, nudo y desenlace a cada recorrido, planta y discurso. Se piden tres deseos y hay tres cerditos. Se sea un arquitecto moderno o posmoderno, mucho más que diamantes, clientes o un trazado regulador, el tres es el mejor amigo del arquitecto. El tres nos acompaña con una fidelidad sobrehumana.  
The magic that the number three brings is a gift to the architect. Both from a mathematical and metaphysical point of view; both from the field of composition and structures, three works as a well-oiled machine to produce balance and beauty. The Vitruvian firmitas, utilitas, and venustas would have been a fiasco if it were not for that triad that hooks onto the brain like an unbeatable mnemonic tick. The book Space, Time and Architecture was guaranteed success more by the three words of its title than by the thesis it contains. The magazine Arquitectura Viva has survived editorial crises thanks to a tripartite structure exploited ad nauseam in geometries, paragraphs, and number of words, rather than thanks to the novelties and writings contained in its guts.
The number three works in all areas of architecture from its most primitive origin. Odd objects, and specifically grouped in sets of three, are more memorable than those that form simple pairs. Three is beauty, three is symmetry, three is design. Every column and every tower has three distinct parts: base, shaft, and capital. In architecture, three are not a crowd. Three is a unit with more stability than one itself. Three radiates its own pedagogy. A famous school composition exercise by John Hejduk at Cooper Union was based on this virtue of three in all directions. The grid of nine squares was a base from which a bad project could not come out. Three was the passport to learning excellence.
The orders in the buildings of antiquity and the Renaissance are triple. On the Doric, the Ionic is stacked and then the Corinthian as a canonical and immutable sandwich. Three peeks out in Mies and Palladio. It is the secret guest of the architecture made of triangles that the Gothic and Borromini boasted of. Unlike two, which is a nest of vipers compositionally speaking, three is unquestionable. It's there. And it's been there forever. It supports, supports and provides an introduction, knot and outcome to each journey, plan and discourse. Three wishes are asked for and there are three little pigs. Whether you are a modern or postmodern architect, much more than diamonds, clients or a regulatory layout, 
three is the architect's best friend. Three accompanies us with superhuman fidelity. 

26 de noviembre de 2023

LA GRADA AGRADA


Cada auditorio, cada anfiteatro, parlamento y circo; cada asamblea y cada plaza de toros, concentran la atención y logran su funcionamiento gracias a un mecanismo elemental llamado graderío. El graderío, por si alguien no se ha parado a contemplar algo tan tonto con ojos de novedad, es ese sistema de escaleras agrandadas en las que uno se sienta junto a otros en diversos actos sociales.
Podría decirse que esa falta de atención hacia las gradas es debido a que se trata de algo más bien rupestre y primitivo, pero no puede despreciarse el hecho de que no caducan. Que acompañan al hombre y a la civilización desde su inicio.
La grada agrada. En sus peldaños se arremolinan las multitudes para contemplar el discurso, el baile, el balón y sus atletas, la representación teatral y la muerte del gladiador. El toro y el discurso parlamentario se atienden gracias a la sutil inclinación de esos peldaños que son a la vez asientos. El graderío es, pues, el espacio cívico por excelencia. El graderío soporta el parlamento y el cadalso. Nos recuerda que somos seres sociales, visuales y auditivos. En ningún otro lugar como en el graderío somos individuos de la especie humana y masa a la vez. El graderío sustenta la democracia tanto más que las constituciones. Sin el acto de escucha al otro, sin el espacio para juntarse en torno a un punto de atención compartido, difícilmente seríamos seres en comunidad. Por mucho que allí no siempre se dé lo mejor del ser humano, las gradas son el invisible tótem de lo social. 
Every auditorium, every amphitheater, parliament and circus; every assembly and every bullring, concentrates attention and achieve their functioning thanks to an elemental mechanism called grandstand. The grandstand, in case someone has not stopped to contemplate something so silly with new eyes, is that system of enlarged stairs where one sits next to others in various social acts.
It could be said that this lack of attention towards the stands is due to the fact that it is something rather primitive and primitive, but the fact that they do not expire cannot be disregarded. They accompany man and civilization from its beginning.
The stand pleases. On its steps, crowds gather to contemplate the speech, the dance, the ball and its athletes, the theatrical representation and the death of the gladiator. The bull and the parliamentary speech are attended thanks to the subtle inclination of those steps that are also seats. The grandstand is, therefore, the civic space par excellence. The grandstand supports the parliament and the scaffold. It reminds us that we are social, visual and auditory beings. Nowhere else like in the grandstand are we individuals of the human species and mass at the same time. The grandstand supports democracy much more than constitutions. Without the act of listening to the other, without the space to gather around a shared point of attention, we would hardly be beings in community. As much as there are not always the best of human being there, the stands are the invisible totem of the social.