31 de julio de 2023

LA FORMA DISPUESTA

Entender el ornamento como centro sustancial de la arquitectura (y por tanto no denominarlo ornamento), ser el discípulo más radical de Gaudí, y profesar un gusto ilimitado por todas y cada una de las formas del universo, son cualidades que se dan en Josep María Jujol. Arquitecto maldito y por tanto, llegado a un punto, elevado a los altares, su obra es objeto de culto (académico) por mucho que sea imposible de clasificar entre lo que la misma academia es capaz de digerir.
Excepcional en todo, su mundo del añadido, que comparte con Schwitters y con Rauschenberg, es un mundo en el que las formas son "formas dispuestas". Los ejemplos son innumerables. Uno de ellos, no el más conocido, da pistas de la riqueza de su cosmología. La Casa Bofarull tiene, como en las mesas de después de comer de Spoerri, platos, vasos, restos de cerámica y hasta un porrón en la cubierta. Cuando solo le habían pedido retejar y poco más, el festival desplegado allí es una obra de un puro artista del collage, precisamente a la vez que nacía el collage. Entre las grietas rellenas con cemento del trencadís, parece la sustancia protagonista: el pegamento. Como todo en Jujol, la costura de las partes está oculta. Solo vemos objetos, formas, pero lo que verdaderamente importa es el conjunto, el potaje completo. En realidad "el todo" es lo protagonista.
Dicho con otras palabras, no hay nunca actores secundarios en la obra del arquitecto catalán. Todo es equivalente. Todo vale lo mismo: el oro y la basura, la marquetería y el tajo a hachazos de la madera. Toda forma es forma bien traída. Todo le vale aunque no todo vale. Todo oculta una magia independiente del tamaño y del precio... Todo es en Jujol maravilloso, todo maravilla. Por todo ello, para los arquitectos hijos de la modernidad (o de la posmodernidad), Jujol nos recuerda lo equivocados que estamos con nuestra seguridad sobre lo que es y no es arquitectura.  
Understanding ornament as the deepest core of architecture (and therefore not calling it ornament), being the most radical disciple of Gaudí, and professing an unlimited taste for each and every form in the universe are qualities that are found in Josep María Jujol. A cursed architect and therefore, at a certain point, elevated to the altars, his work is the object of (academic) worship, even though it is impossible to classify within what the academy itself is capable of digesting.
Exceptional in every aspect, his world of the addition, which he shares with Schwitters and Rauschenberg, is a world where forms are "arranged forms". The examples are countless. One of them, not the most well-known, gives clues to the richness of his cosmology. Casa Bofarull has, like Spoerri's after-dinner tables, plates, glasses, ceramic remnants, and even a porrón on the roof. When they had only asked him to re-roof and do a little more, the festival displayed there is the work of a pure collage artist, precisely at the same time that collage was being born. Among the trencadís filled with cement, the protagonist substance seems to be the glue. Like everything in Jujol, the sewing of the parts is hidden. We only see objects, forms, but what truly matters is the ensemble, the complete medley. In reality, "the whole" is what takes center stage.
In other words, there are never supporting actors in the work of the Catalan architect. Everything is equivalent. Everything holds the same value: gold and garbage, marquetry and rough-hewn wood. Every form is well brought. Everything is valid, although not everything is valuable. Everything hides an independent magic, regardless of size and price... Everything in Jujol is marvelous, everything is a marvel. That is why, for architects who are children of modernity (or postmodernity), Jujol reminds us of how mistaken we are in our certainty about what is and isn't architecture.

24 de julio de 2023

LA ERÓTICA DE LA PARED COMPARTIDA

La pared compartida es la razón existencial de los chalets adosados. Sin embargo, el estatuto psicológico, existencial y ontológico de la pared en común desborda, y con mucho, el ramplón mundo de la promoción inmobiliaria.
La pared que separa casas o estancias, además de brindarnos los jadeos contiguos, las peleas a voz en grito de los siguientes divorciados de la comunidad o el exceso de volumen de las emisoras dominicales que escucha nuestra vecina para soportar su insomnio, representa un mundo de comunicación imperfecta tremendamente sofisticada y no siempre banal.
El vaso interpuesto entre la pared y la oreja ha servido como fonendoscopio para el cotilleo de viejas generaciones. El encanto de esa forma de relación entre personas no se detiene allí. Proust evoca un placer semejante al escuchar a Albertina el otro lado de una pared: hablar con ella a través de un tabique posee para la ensoñación erótica un encanto nada desdeñable para la torturada imaginación del siglo XIX.
La cercanía inaccesible de la pared compartida ha fabricado su propio ardor amoroso. La historia entre Píramo y Tisbe, convertidos en amantes por la mitología y por un muro medianero entre sus casas, es legendaria. El muro les permite enamorarse. El muro intermedio les separa y les protege de un final desdichado y cruel que acaba con ambos de la peor manera posible. “¿Por qué te interpones en nuestro amor, pared cruel?” dice Ovidio. Los muros interpuestos, alcahuetes en toda regla, son más que muros: son un elixir para la imaginación. Poseen vida propia. Son celestinas, viejas y resabiadas, que han emparedado la ligereza de Cupido y sus flechas entre ladrillos de hueco doble y tendido de escayola, a cambio de impedirnos la felicidad de abrazar al ser amado.
The shared wall is the existential reason for semi-detached houses. However, the psychological, existential, and ontological status of the common wall goes far beyond the mundane world of real estate development. The wall that separates homes or rooms, besides providing us with the adjacent gasps, the shouting matches of the divorced couples next door, or the excessive volume of the Sunday broadcasters our neighbor listens to in order to endure her insomnia, represents a world of tremendously sophisticated and not always banal imperfect communication.
The glass placed between the wall and the ear has served as a stethoscope for the gossip of past generations. The charm of this form of relationship between people doesn't end there. Proust evokes a similar pleasure when he listens to Albertine on the other side of a wall: conversing with her through a partition possesses, for erotic daydreaming, a not insignificant charm for the feverish imagination of the 19th century.
The inaccessible closeness of the shared wall has created its own ardor of love. The story of Pyramus and Thisbe, turned into lovers by mythology and a dividing wall between their houses, is legendary. The wall allows them to fall in love. The intermediate wall separates them and protects them from a wretched and cruel ending that brings about the worst possible outcome for both. "Why do you stand in the way of our love, cruel wall?" says Ovid. The intervening walls, true meddlers, are more than walls: they are an elixir for the imagination. They possess their own life. They are matchmakers, old and worldly, who have walled up the lightness of Cupid and his arrows between double hollow bricks and plasterwork, in exchange for denying us the happiness of embracing our loved ones.

17 de julio de 2023

EL MISTERIO DE LAS LÍNEAS DIFUMINADAS

El clima y el paso del tiempo difuminan las líneas de la arquitectura que da gusto. Toda geometría, por muy pulida que se encuentre, bajo un metro de agua o entre la bruma de la mañana, se vuelve borrosa y cambia de dimensión. La miopía disuelve lo nítido mejor que un poderoso ácido. El tiempo, por su parte, también hace de las suyas. Mordisquea las líneas, las funde o las devora. Una esquina en un callejón acaba ancha y achaflanada por mucho que se refuerce con la dureza de la piedra. Todo se gasta y las líneas no son menos.
El caso es que las líneas al deteriorarse no se acortan, como sucede con una longaniza, sino que simplemente pierden nitidez, engordan, se arquean o se tuercen hasta, de hecho, ser más largas. Basta contemplar los peldaños gastados para subir a lo alto de las viejas iglesias o castillos para ver que la forma se difumina como si estuviese dibujada con un lapicero blandísimo y que esa línea es de mayor longitud que la recta original. Cuatro mil años de historia han hecho de las pirámides de Egipto algo menos nítido y pulido. Hoy la longitud de sus irregulares aristas es mayor que nunca gracias al repliegue e indefinición fruto de su desgaste.
Existen los fenómenos paranormales de lo infraordinario, y esa secreta elongación, es uno de los más hermosos.
Climate and the course of time blur the lines of architecture pleasantly. No matter how polished the geometry may be, under a meter of water or in the morning mist, it becomes hazy and changes dimensions. Myopia dissolves sharpness better than a powerful acid. Time, on the other hand, has its own way. It nibbles at the lines, melting them or devouring them. A corner in an alley ends up broad and chamfered no matter how reinforced it may be with hard stone. Everything wears down, and lines are no exception.
The thing is, as the lines deteriorate, they don't shorten like a sausage does; instead, they simply lose their sharpness, grow thicker, bend, or twist until they actually become longer. Just take a look at the worn steps leading to the top of old churches or castles, and you'll see that the shape fades as if it were drawn with an extremely soft pencil, and that line is longer than the original straight line. Four thousand years of history have made the Egyptian pyramids less sharp and polished. Today, the length of their irregular edges is greater than ever, thanks to the folding and indistinctness resulting from their wear and tear.
There are paranormal phenomena of the infraordinary, and that secret elongation is one of the most beautiful.

10 de julio de 2023

HIJOS DE LA PIEDRA

La piedra nos cuida desde tiempos inmemoriales mejor que lo hacen los perros o el fuego. La arquitectura debe su ser y sus aspiraciones a la piedra. Sin los bordes cortantes de la piedra, por lo pronto, no hubiera sido posible erigir ninguna cabaña primitiva.
La piedra pesa, es estable, posee inercia y tiene tamaños de lo más variado, lo que permite hacer de ella un sistema flexible de construcción a pesar de la rigidez de sus piezas de modo individual. Es decir, mejor que con piedra, ni los tres cerditos supieron construir. La piedra y nuestro amor hacia ella nos ha hermanado tan firmemente a su esencia que hasta hemos dado en llamar Paleolítico al mejor momento del ser humano en relación al mundo (en términos de ecología al menos).
Somos humanos gracias a la piedra y nos relacionamos con ella desde hace más de dos millones y medio de años como si fuera parte de nuestro ADN. O precisamente por nuestra relación con la piedra, quizás sea nuestro ADN como es. La hemos empleado de modos sutiles, o burdos, haciendo de ella algo significante. Nos hemos alimentado gracias a la piedra, hemos convertido sus esquirlas en cuchillos afilados o puntas de flecha y hemos erigido con ellas túmulos, muros y ciudades enteras. Civilizaciones sin fin confiaron en la piedra como material para cubrir, cerrar, proteger, recordar y limitar su espacio. Hasta nos las hemos lanzado entre nosotros de modo fratricida.
La piedra nos ha moldeado como seres vivos tanto más que nosotros a ella. No hay otro animal que deba tanto a un material para ser quien es hoy (salvo el gusano y su relación con la tierra). Por mucho que hoy parezca que la época de los metales nos ha llevado más lejos, somos hijos de la piedra y como tal, la arquitectura debiera honrar su memoria cada vez que se emplea, sea en un modesto adoquín o en el invisible canto rodado que forma parte de cada muro de hormigón

The stone has been looking after us since time immemorial, better than dogs or fire ever could. Architecture owes its existence and aspirations to the stone. Without the sharp edges of the stone, none of those primitive huts would have been possible in the first place.
The stone weighs, it is stable, it possesses inertia, and comes in various sizes, allowing it to become a flexible construction system despite the rigidity of its individual pieces. In other words, even the three little pigs couldn't build better than with stone. Our deep love for the stone has bound us closely to its essence, to the extent that we've even dubbed the Paleolithic era as the pinnacle of humanity's relationship with the world (in terms of ecology at least).
We owe our humanity to the stone, having been inextricably linked to it for over two and a half million years, as if it were part of our DNA. Or perhaps, it's precisely because of our relationship with the stone that it forms an integral part of our DNA. We have employed it in subtle or crude ways, turning it into something significant. We have fed ourselves thanks to the stone, transformed its shards into sharp knives or arrowheads, and built mounds, walls, and entire cities with it. Countless civilizations trusted in the stone as the material to cover, enclose, protect, remember, and define their spaces. We have even hurled stones at each other in acts of fratricide.
The stone has shaped us as living beings far more than we have shaped it. No other animal owes so much to a material for becoming who they are today (except for the worm and its relationship with the earth). Despite the notion that the age of metals has taken us further, we are children of the stone. As such, every time architecture employs it, whether in a humble cobblestone or an invisible pebble embedded within a concrete wall, it should honor its memory.