La famosísima casa de la Cascada, que se apoya en roca antes que en un chorro de agua al menos representaba esas rocas como tales. Pero la casa que Niemeyer construyó sobre una roca como un altar, más que una roca era un rectángulo gordo con forma de habitación. Y eso por no decir nada de los dibujos de Adalberto Libera para la casa Malaparte, que ni son acantilados ni nada que se le parezca... En fin. El listado de tantos y tantos ejemplos son la prueba palpable de esta dificultad invisible.
Los dibujantes habilidosos de rocas son los menos, y pasan, como decíamos, por Wright, también por Alvar Aalto, que como todos los amantes de la naturaleza, también lo eran de sus peñascos. De hecho, a Aalto le bastaban cuatro cosas para lograrlo. Y como muestra estas cuatro rocas que servían de cimentación a la cabaña de su casa en Muraatsalo. Estas cuatro piedras, apenas un contorno y una cota, forman un archipiélago resonante. Y recuerdan, mucho, a otro archipiélago de quince rocas erigido en el templo de Ryōan-ji, en Kyoto, en el que no es posible contemplar las quince a la vez porque siempre una de ellas se convierte en un obstáculo visual de otra. Misterioso ejemplo, las rocas son metáforas de montañas, de la vida y de las propias metáforas. Por eso su manera de representarlas debiera avanzar el proyecto que vendrá sobre ellas.
The famous Fallingwater house, which rests on a rock more than a waterfall, at least represented those rocks as such. But the house that Niemeyer built on a rock like an altar, rather than a rock, was the drawing of a fat rectangle shaped like a room. And that's not to mention the drawings of Adalberto Libera for the Malaparte house, which are neither cliffs nor anything like them... In short, the list of so many examples is tangible proof of this invisible difficulty.
Skilled rock drawers are few and far between, and as we said, they include Wright and also Alvar Aalto, who, like all nature lovers, also loved his boulders. In fact, Aalto only needed four things to achieve it. And as an example, these four rocks that served as the foundation for the cabin of his house in Muraatsalo. These four stones, barely a contour and a height, form a resonant archipelago. And it is reminiscent, a lot, of another archipelago of fifteen rocks erected in the temple of Ryōan-ji, in Kyoto, in which it is not possible to contemplate all fifteen at once because one of them always becomes a visual obstacle to another. A mysterious example, rocks are metaphors for mountains, life, and the very metaphors themselves.
That is why their way of representing them should advance the project that will come over them.