16 de enero de 2023
NADIE HABITA MAL CUANDO NADIE SABE LO QUE ES HABITAR BIEN
Cada habitante hace lo que puede. Es un hecho. Nadie habita mal si nadie sabe lo que es habitar bien. El mantra funcionalista que vincula sólidamente la forma y su uso se ve desmentido cada día en mil facetas de la vida, desde una silla a la arquitectura. Las cosas están ahí. Y nos enfrentamos a ellas con la misma torpeza con la que el simio que fuimos se acercó a una quijada de burro y empezó a golpear el mundo con ella.
La forma está siempre abierta. Basta contemplarla con ojos de niño. Una raqueta sirve para escurrir espaguetis y un sillón puede volverse cómodo si luchamos por cambiar nuestra postura en lugar del diseño del propio sillón. El malentendido es el acto creativo por antonomasia. Pero para eso, se necesita el descaro o la inocencia que tienen los niños, que en cada juego derogan el uso previsto de las cosas. Inmersos como estamos en la cultura de la respuesta sensata que brinda la inteligencia artificial, la mirada inesperada, curiosa o sorprendente que ofrece la inocencia (verdaderamente artificial), se ha vuelto una obligación. Usemos mal las cosas, con todo el respeto que merecen. Precisamente por el respeto que merecen. Ese es el objetivo de la arquitectura. Porque habitar es malinterpretar. Justo de ese modo llega a ser arquitectura.
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9 de enero de 2023
TRES RETOS DE LA PRÓXIMA ARQUITECTURA
Los retos de la próxima arquitectura están delante de nuestras propias narices. La ecología, el occidentalismo y la crisis crítica acosan hoy a esta vieja disciplina con la misma furia con que unos perros asilvestrados reciben a quien se aproxima a su cercado.
Entre esa jauría, los estertores de lo ecológico son cada vez más agónicos. La arquitectura contamina, per se. No hay sostenibilidad posible para una disciplina que trata de domesticar y adaptar lo poco que queda de naturaleza a sus propias necesidades. La huella de carbono será el próximo meteorito aniquilador (aunque el apocalipsis, como las suegras, nunca anuncia su visita). No existe una arquitectura ecológica real a pesar de que ésta aspire a un consumo "casi nulo". Cuando la construcción emite cerca del 40% del dióxido de carbono mundial, cada obra tiene, hoy más que nunca, el deber que compensar a la sociedad y comprometerse con la conservación del clima por medio de una reducción de los medios empleados ¿Resulta suficiente que reporte algo de belleza a cambio? ¿Bastará con añadir verde y más verde sobre las fachadas, cubiertas y calles de la ciudad? ¿Estamos condenados a restaurarlo todo, como quien pone parches a una vieja chaqueta raída por el uso?
La siguiente cuestión proviene del complejo de culpa que perfora como un trépano la conciencia de la arquitectura del primer mundo. El poscolonialismo, el heteropatriarcado o las derivadas del universo "woke", han hecho que el relato de la arquitectura haya perdido sus asideros. El canon "blanco, masculino y occidental" que ha dictado las reglas de la arquitectura durante siglos, ha aupado a sus congéneres "blancos, masculinos occidentales" y a una lista de obras maestras encargadas y construidas por "blancos, masculinos occidentales" en un ciclo que hoy se considera fraudulento e inmoral. La misma idea de lo canónico, ha dejado fuera de la historia tanto a las minorías como a sus legítimos relatos. El actual esfuerzo posmoderno que obliga a rebuscar en el cajón del pasado obras meritorias y referentes alternativos (en ocasiones inexistentes) hace que olvidemos que ese mismo esfuerzo se asienta en una cultura de puesta en valor de las diferencias que es fruto de un cancelado mundo "blanco, masculino y muerto"... ¿Cómo superar y construir relatos que estén a verdadera altura? ¿Cómo impulsar el futuro para erigir cuanto antes ejemplos que sirvan a las nuevas generaciones para avanzar sobre un terreno que es una auténtica ciénaga?...
Entre esos conflictos el chillido más histérico y hueco proviene de la "crítica". Adormecida ante su propio onanismo y falta de dedicación no muestra ni referencias posibles, ni casos ejemplares (o antiejemplares). Cada vez más ronca, permanece paralizada ante sus propios miedos. Como un perro viejo, aunque ladra, languidece castrado. Ni se ocupa de la revisión de la historia, ni genera teoría, ni siquiera es capaz de juzgar el presente porque carece del necesario criterio (un criterio que ha sustituido por mero griterío). Ante esa esclerosis, el ejercicio crítico ¿en manos de quién queda? ¿del entrevistador, de los influencers, del oportunista sin formación, del comentarista de turno, intitulado como crítico, que escribe sobre lo que nunca ha hecho, incapaz de distinguir una obra de arquitectura de una berza? ¿Basta con exigir el desarrollo de una poderosa autocrítica?...
El ruido no deja de aumentar. Pero al fondo no todo permanece oscuro. Aunque sean pocos, algunos siguen concentrados, ajenos a los maullidos, tratando de responder con su propia voz a su tiempo. No es difícil localizarlos. Basta mirar fuera de los bordes del discurso mainstream. Basta encontrarles concentrados en sus diferentes formas: en un tema, una idea o una forma de ver. La concentración, su concentración, irradia. Y los hace libres. Seguramente de ahí vendrán las respuestas.
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2 de enero de 2023
LOS COMIENZOS DE LA ARQUITECTURA
Del mismo modo, la arquitectura se retuerce antes de ver la luz como un niño que siempre viene de nalgas. Su doloroso nacimiento es, además, por etapas. Lo cual añade un sufrimiento que resulta poco reconocido. Por mucho que sea siempre celebratorio, el momento de "la entrega de la obra" y de "la entrega de llaves" esconden un nacimiento en el que siempre hay sangre de por medio. Hay quien olvida incluso, que antes había sido necesaria, "la entrega" del arquitecto. (La ambigüedad de la palabra entrega juega aquí su doble función: entregar es dar y es darse).
La botadura de un barco se celebra a botellazo limpio. La de la arquitectura con la colocación de un felpudo y la instalación de unas cortinas. El contraste de la imagen resulta esclarecedor. La arquitectura comienza su andadura sufriendo taladros para colgar cuadros y una cruenta sobrecarga de sillones. Comparado con el dolor soportado al comienzo de año, con sus comidas, empachos y suegras, el de la arquitectura y sus comienzos deja esto como una llevadera anécdota.
Mejor, pues, no quejarse del año nuevo. Que para pobres comienzos, los de la arquitectura.
Te deseo, acompañante de los muy diferentes principios posibles de la arquitectura, un feliz año nuevo.
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26 de diciembre de 2022
UN CALCULADO ANACRONISMO
El anacronismo pertenece a la categoría de los errores. Un vikingo leyendo la prensa o un astronauta entre los apóstoles esculpidos en una catedral gótica delatan una insoportable falta de congruencia temporal. Sin embargo de todas las incoherencias de la arquitectura, la del tiempo no es la más grave (he ahí el único gran éxito del juego posmoderno).
En realidad, la arquitectura es el arte de un calculado anacronismo. Nada es de su tiempo preciso. Conviven entre sus paredes las técnicas más afinadas con soluciones ancestrales. La arquitectura sueña con el porvenir sin los medios necesarios para conquistarlo. Con peluca y corpiño, nos empeñamos en saborear los avances que traerá el futuro. La eco-tecno-política y la trans-disciplina se construyen con gotelé, tendido de yeso y rasillón, por mucho que se pinte todo de amarillo flúor. Ni María Antonieta ni Ben Hur son capaces de manejar ordenadores ni motocicletas sin volverse una parodia, pero no sucede lo mismo en la arquitectura.
Este patológico anacronismo radica en que, llegados a un punto, la arquitectura no sabe lo que es verdaderamente de su tiempo y recurre a lo último sin soltar nada del pasado. Todo le pertenece. Avanza a tientas y emplea lo que puede para conseguir que todo funcione. Emplea todos los tiempos porque todos están a su alcance. Azulejos, fibra óptica, madera y lámparas leds, conviven en el mismo cuarto. Milenios de experiencia construida y la última actualidad se funden y aplanan en la misma obra.
El misterio, que no deja de asombrar a nadie, es que entre tal locura de tiempos solapados, la arquitectura es capaz de retratar de modo inmejorable el tiempo concreto en que se ha erigido.
No pregunten a nadie cómo lo logra. Se trata de un hermoso misterio, tan inexplicable como cierto.
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