17 de abril de 2023

ALFOMBRAS: HISTORIA, CULTURA Y MAGIA

La etimología de la palabra alfombra es árabe, proviene de “hanbal” y se refiere a una cubierta hecha de pedazos de pieles con forma de tapiz. La de su vocablo inglés (carpet) proviene del francés, y antes del latín, y está relacionada con la lana cardada. Como puede verse, ambas se refieren a la materia antes que a ninguna otra cosa.
El uso de las alfombras se remonta a las poblaciones nómadas, que llevaban consigo un suelo civilizado y provisional. La alfombra en culturas sedentarias se asoció desde muy temprano al lujo. Un suelo de tela, hecho de nudos y de materias delicadas es un derroche. Las alfombras fueron parte de la habitación ideal del siglo XIX. En la modernidad las alfombras no eran bien vistas debido, principalmente, a su fuerte significado ornamental. En pocos lugares el número de horas empleadas para su confección se hace más visible que en esas superficies destinadas a ser pisadas.
El único modo en que la modernidad pudo permitirse seguir empleando alfombras  fue suprimiendo su caracter de ornamento. La de seda negra que se tendía en el suelo del Pabellón de Barcelona diseñada por Reich o la que se convertía en peluda cama en el dormitorio de la mujer de Aldof Loos son una buena muestra. Es decir, alfombras sin arabescos pero más que sobrecargadas psicológicamente.
Si bien las alfombras aislan del ruido entre pisos y amortiguan el taconeo del vecino de arriba, no está en ese efecto silenciador su mayor virtud sino en ser uno de los pocos muebles capaces de señalar habitaciones dentro de las habitaciones. Así subrayan comedores al situarse bajo la mesa de comer, o habilitan una pequeña habitación al dejarnos salir del baño chorreantes (bien es cierto que degradando su ser al de simple “alfombrilla” de baño). Con todo, no pasemos por alto su secreto servicio diario. Son los sillones de nuestros pies. Nos evitan el frio directo del terrazo. Y hasta dignifican las entregas de premios.
The etymology of the word "alfombra" is Arabic, derived from "hanbal," and refers to a cover made of pieces of animal skin in the shape of a carpet. The word "carpet" itself comes from French, and before that, Latin, and is related to carded wool. As can be seen, both refer to the material before anything else.
The use of carpets dates back to nomadic populations, who carried with them a civilized and temporary flooring. In sedentary cultures, carpets were associated with luxury from an early age. A floor made of cloth, made of knots and delicate materials, is a waste. Carpets were part of the ideal room of the 19th century. In modernity, carpets were not well regarded due primarily to their strong ornamental meaning. In few places are the number of hours spent making them more visible than in those surfaces intended to be walked on.
The only way in which modernity could afford to continue using carpets was by eliminating their ornamental character. The black silk carpet that was laid on the floor of the Barcelona Pavilion designed by Reich or the one that became a furry bed in Adolf Loos's wife's bedroom are good examples. That is, carpets without arabesques but psychologically more overloaded.
While carpets isolate from noise between floors and cushion the sound of the neighbor upstairs' footsteps, their greatest virtue is not in that silencing effect but in being one of the few pieces of furniture capable of indicating rooms within rooms. Thus, they emphasize dining rooms when placed under the dining table, or enable a small room when we leave the bathroom dripping wet (although it is true that this degrades their existence to that of a simple bathroom "mat"). However, let us not overlook their secret daily service. They are the armchairs of our feet. They save us from the direct cold of the terrazzo floor. And even dignify award ceremonies.

10 de abril de 2023

ARQUITECTURA VERDE, EL LADO OSCURO

Lo verde siempre fue lo rico, fértil y vivo. La naturaleza se identifica con el color verde. Por motivos más evolutivos que culturales, el ojo humano distingue más matices del verde que de ningún otro color. Las células situadas al fondo de nuestra retina y encargadas de discriminar el color verde, los conos M, son las más numerosas. Tal es su protagonismo que para muchas culturas, sobre todo orientales, el azul es solamente un matiz del verde y no un color específico.
Lo verde lo inunda todo. El medioambienalismo tiñe de verde cada acto humano como un desinfectante. Por algo el jabón con el que limpiamos nuestros platos después de comer es, mayoritariamente, de ese color. También la arquitectura se transmuta cuando lo verde se adhiere a su ser como un musgo metastásico. La imagen de lo verde parasita este viejo arte a cambio de una inmerecida indulgencia ecológica. La arquitectura verde, convertida en una marca o una religión se vuelve entonces un oxímoron. Una religión donde solo los daltónicos son los verdaderos apóstatas. 
Como puede comprenderse, lo verde esconde un poder nada tranquilizador. Se convierte entonces en un perfecto sistema moral capaz de ocultar y volver espectáculo cada cosa que toca. De mismo modo, la pantalla croma falsifica lo que se ve en el escenario de las redes y el mundo digital, el blandiblú y su mocosa plasticidad y el increíble Hulk fundan su verdor los diferentes matices de una insoportable anormalidad. El perro verde es, por definición, una rareza. El cine ha imaginado la mayor parte de los seres alienígenas recubiertos con una lustrosa y húmeda piel verdosa por algún sensato motivo...
Como para no sentir un cierto escalofrío con ese inocente color asociado a la arquitectura…
Green has always been associated with richness, fertility, and life. Nature is identified with the color green. For more evolutionary reasons than cultural, the human eye distinguishes more shades of green than any other color. The cells located at the back of our retina that are responsible for discriminating green, the M cones, are the most numerous. Such is their prominence that for many cultures, especially Oriental, blue is only a shade of green and not a specific color.
Green is a flood. Environmentalism colors every human act with green like a disinfectant. That is why the soap we use to clean our dishes after eating is mostly of that color. Architecture also transforms when green adheres to it like a metastatic moss. The image of green parasitizes this old art in exchange for undeserved ecological indulgence. Green architecture, turned into a brand or a religion, then becomes an oxymoron. A religion where only the colorblind are the true apostates.
As can be understood, green conceals a power that is far from reassuring. It becomes a perfect moral system capable of hiding and turning everything it touches into a spectacle. Likewise, the green screen falsifies what is seen on the stage of social media and the digital world, the slime and its mucous plasticity, and the incredible Hulk base their greenness on the different shades of an unbearable abnormality. The "green dog" is, by definition, a rarity. Cinema has imagined most alien beings covered in a shiny and moist green skin for some sensible reason...
We all feel a certain chill with that innocent color associated with architecture...

3 de abril de 2023

EXCAVADORES DE SI MISMOS


Al principio solo aparece una superficie dura y pulida. Al retirar la tierra lentamente descubrimos que se trata de una cabeza. Al quitar las primeras capas de suelo aparecen los ojos, la parte superior de las orejas y luego todo el rostro. La excavación, de tan delicada, obliga entonces a abandonar el cincel y la brocha para raspar la tierra con las uñas...
Escarbamos para encontrarnos a nosotros mismos.
Lo mismo sucede en cada proyecto por mucho que se trate de un hospital, un merendero o una casa. La arquitectura es un espejo de quien la busca. Es nosotros sin nosotros. La arquitectura posee esta rara cualidad de hacer de la sociedad que la forma su sólido recordatorio. El proyecto es un ello, que refleja misteriosamente el sumatorio del yo del que proyecta, construye y habita, en un objeto que es un reflejo compartido y fiel de todos.
Escarbamos a dentelladas la arquitectura y, tras tanto hozar, aparecen los mismos excavadores excavados.

At first, there is only a hard and polished surface. Slowly removing the soil, we discover that it is a head. Removing the first layers of soil reveals the eyes, the top of the ears, and then the entire face. The delicate excavation then requires abandoning the chisel and brush to scrape the earth with our nails... We dig to find ourselves.
The same happens in every project, whether it be a hospital, a picnic area, or a house. Architecture is a mirror of the seeker. It is us without us. Architecture has this rare quality of making the society that forms it a solid reminder of itself. The project is an "it," which mysteriously reflects the sum of the self of the one who designs, builds, and inhabits it, in an object that is a shared and faithful reflection of all.
We dig into architecture with biting force, and after so much digging, the same excavators are excavated.

27 de marzo de 2023

FORMAS DE ABLANDAR EL MURO

Los agujeros de un muro son más elocuentes que sus ladrillos o su mampuesto. Los espacios en blanco, aparentemente sin materia, poseen significado en su propia ausencia. El muro, todo gran muro, se vuelve significante precisamente cuando deja de serlo. Esto se extiende a cada uno de los muros de la historia: desde el muro de Villa Adriana, al de Berlín, o al de la muralla China.
David Hockney, pintor tramposo y perspicaz, alzó un gran muro para comprender la aparición de los instrumentos ópticos en el campo de la pintura. Si el número de zurdos se multiplicaba en determinadas épocas, se podía inferir que el pintor había comenzado a emplear una óptica de espejos para pintar (una técnica que a todo diestro volvió repentinamente siniestro). Su gran muro, era una sucesión cronológica (¿Cuál no lo es?), de pintura y más pintura hecha de ladrillos imperecederos.
Muros así no necesitan suelo. Al menos no uno que no sea el puramente visual, o ideológico. Muros como esos no separan sus dos caras. No construyen fronteras ni bordes. Se limitan a conformar vacíos elocuentes y cambios de tendencias. Es decir, se trata de un muro sin sus habituales exigencias y por tanto suficientemente excepcional para cuestionar el mismo concepto de muro.
¿Y si los muros no estuviesen constituidos por un haz y un envés, sino de otro modo? ¿Y si la fuerza de la gravedad no estuviese en su centro psicológico y sensorial? ¿Y si en realidad el verdadero material de todo muro no fuese el hormigón, o el ladrillo sino el tiempo?





The holes in a wall are more eloquent than its bricks or masonry. The blank spaces, seemingly devoid of matter, possess meaning in their own absence. The wall, every great wall, becomes significant precisely when it ceases to be so. This extends to every wall in history: from Hadrian's Wall to the Berlin Wall to the Great Wall of China.
David Hockney, a cunning and insightful painter, erected a great wall to understand the emergence of optical instruments in the field of painting. If the number of left-handed people multiplied in certain periods, one could infer that the painter had begun to use a mirror-optic to paint (a technique that suddenly made every right-hander sinister). His great wall was a chronological succession (what isn't?), of painting and more painting made of imperishable bricks.
Walls like these do not need a floor. At least not one that is not purely visual or ideological. Walls like these do not separate their two faces. They do not construct borders or edges. They merely shape eloquent voids and changes in trends. In other words, this is a wall without its usual demands and therefore sufficiently exceptional to question the very concept of a wall.
What if walls were not constituted by a front and a back, but in another way? What if the force of gravity were not at its psychological and sensory center? What if the true material of every wall were not concrete or brick but time?

20 de marzo de 2023

LA ESCALERA COMO RELICARIO


Las escaleras, esos inventos maravillosos usualmente empleados para comunicar dos pisos a diferente altura, son mucho más que lo que se ve a simple vista. Por lo pronto, cada escalera acumula más tropiezos, desgaste y alfombras que peldaños. Cada escalera es un profundo depósito de vivencias y de tiempo. También es el mayor almacén de aristas y rincones de toda la casa.
Ese es el motivo de que entre las líneas de las escaleras se acumule el polvo desde tiempos ancestrales. Ni siquiera la aparición de la aspiradora ha logrado desprender del espacio entre sus pliegues centenares de pelusas agazapadas. De hecho y con el fin de evitar esos incómodos habitantes que delataban la falta de limpieza de toda la casa, en el siglo XIX se popularizaron, sobre todo en los países sajones, unas piezas triangulares que aún hoy siguen atrincheradas en muchas de sus esquinas. En su mayoría hechas de latón brillante, ofrecen desde ese resguardo un brillo atenuado que nos recuerda que las escaleras son inmejorables relicarios de espacios incompletos.
Entre sus huellas y tabicas existen rincones incapaces de generar una habitación, pero si su miniatura. En esos rincones-bonsais, el refugio humano no es posible, pero desde allí irradian algo de su potencia protectora cuando nos sentamos en sus peldaños a modo de asiento, cuando desde allí se produce el beso adolescente, o cuando el descenso por sus peldaños se ralentiza para escuchar furtivamente alguna conversación susurrada en el piso de abajo.
Mientras, ese banco de líneas salvaguarda su depósito de geometría, y hasta ofrece rentabilidades superiores a las de las más convencionales colecciones de sellos o monedas. 

Stairs, those wonderful inventions usually used to connect two floors at different heights, are much more than meets the eye. For starters, each staircase accumulates more trips, wear and tear, and carpets than steps. Each staircase is a deep deposit of experiences and time. It is also the largest repository of edges and corners in the entire house.
That is why dust has been accumulating between the lines of the stairs since ancient times. Not even the appearance of the vacuum cleaner has been able to remove the hidden dust bunnies from these small folds. In fact, in order to avoid these uncomfortable inhabitants that revealed the lack of cleanliness in the entire house, triangular pieces became popular in the 19th century, especially in Anglo-Saxon countries, and even today they are entrenched in many corners. Mostly made of shiny brass, they offer from their refuge a subdued shine that reminds us that stairs are unbeatable reliquaries of small, incomplete spaces.
However, it's not that there are corners among their footsteps and risers capable of generating a room, but only their miniature. In those tiny corners, almost bonsais, human refuge is not possible, but from there, they radiate some of their protective power when we sit on their steps as seats, when the teenage kiss happens there, or when the descent down their steps slows down to eavesdrop on a whispered conversation on the floor below.
Meanwhile, this banck of lines safeguards its geometry deposit, and even offers higher returns than the most conventional collections of stamps or coins.

13 de marzo de 2023

EL SECRETO HABITANTE DE LOS PASILLOS

En los portales inmobiliarios no se anuncian largos y espaciosos pasillos. Solamente los dormitorios, cocinas, salones y baños parecen disponer del prestigio necesario para contabilizarse como un verdadero bien. Sin embargo a esos espacios les debemos muchas felicidades cotidianas. Me pregunto, de hecho, cuántos futbolistas deben su habilidad para el regate en corto a haber practicado, de niños, en los pasillos de sus casas. Esos lugares son espacios sin habitantes, por eso se emplean como tendederos momentáneos, bibliotecas y campo de juegos ocasionales.
Tal vez los pasillos, no se venden porque nadie los habita, aunque ni siquiera eso es cierto del todo. A menudo se olvida que al igual que en los dormitorios siempre hay una cama dispuesta a recoger un cuerpo viviente y en los salones existe una familia contemplando el serial de turno, en los pasillos habita un ser casi desapercibido llamado punto de fuga.
En el horizonte del más áspero desierto se recogen miles de estos habitantes. Pero el único sitio donde el punto de fuga descansa en un interior es en ese dormitorio específico que no es la enfilade sino un pasillo que tiene vocación de ser infinito.
Al fondo de esos largos espacios, descansa féliz el punto de fuga (hasta que un niño lo desplace con un balón). Ese punto, que puede ser gordo o fino como un cabello colocado a contraluz, dormita en la lejanía siestas interminables. 

Long and spacious corridors are not advertised on real estate websites. Only bedrooms, kitchens, living rooms, and bathrooms seem to have the necessary prestige to be counted as a real asset. However, we owe many everyday pleasures to them. I wonder how many football players owe their ability to dribble to having practiced in the hallways of their homes as children. They are spaces without inhabitants, which is why they are used as temporary clotheslines, libraries, and occasional playgrounds.
Maybe hallways are not sold because no one lives in them, although that is not entirely true. Often forgotten is the fact that just as there is always a bed ready to receive a living body in the bedrooms, and a family engrossed in a beloved series in the living room, there is a nearly imperceptible being inhabiting the hallways called the vanishing point.
In the harshest desert horizon, thousands of these inhabitants can be seen. However, the only place where the vanishing point can rest indoors is in that specific bedroom that is not part of the enfilade but an endless hallway with a vocation to be infinite.
At the end of these long spaces, the vanishing point rests blissfully (until a child occupies it with a ball). This imperceptible point can be thick or thin as a hair, tending to be backlit and dozing off into endless siestas in the distance.

6 de marzo de 2023

FACHADISMO, MENTIRAS Y BELLEZA VACÍA

En un tiempo de mascaradas, donde la imagen del cangrejo ermitaño se ha convertido en totémica, cambiamos de carcasa sin los complejos que tuvieron generaciones anteriores. En la época de los implantes de silicona y de las liposucciones, el conflicto entre la apariencia de las cosas y su real contenido ha sido anestesiado hasta que ha dejado de doler. Cuando el filtro de una red social es capaz de cambiar nuestro aspecto, engordar nuestros labios, pixelar las patas de gallo y devolvernos la imagen de una lozanía que nunca tuvimos, no es de extrañar que suceda lo mismo en otros ámbitos de la vida.

Mientras la cirugía, las estanterías de autoayuda y los gimnasios hacen su agosto, la arquitectura, que tiende a resistirse a los cambios, inevitablemente acaba imbuida por los signos de los tiempos. Aunque en esta ocasión, y sin que sirva de precedente, esta vieja disciplina había tratado con la realidad de la apariencia hueca (o prestada) desde mucho antes. Ese debate, de hecho, llegó a constituirse en un fenómeno con nombre propio: fachadismo. Se aludía con ello a la obscena rehabilitación de un edificio en la que solo se conservaba el caparazón, vaciando el interior de su uso y su forma. El desprecio gremial hacia el fachadismo fue, ante todo, de orden moral. Era considerada una práctica indecente y puramente posmoderna porque demolía la coherencia de la forma. Aunque fuese, en realidad, su epígono. En su extremo, resultaba más brutal que el brutalismo y más minimalista que el minimalismo.

Gracias a este fenómeno, ciudades enteras conservaron el aspecto de sus calles y plazas mientras que de ventanas adentro, tuvieron aire acondicionado y espacios libres de muros. Las normativas protegían las fachadas mientras que los inversores podían rentabilizar su negocio inmobiliario sin tener que dar explicaciones formales al vecindario sobre el aspecto de la nueva edificación…

Sin embargo a menudo se olvida que el fachadismo, todo fachadismo, tiene su reverso. Un reverso que parece estar libre de conflictos y que se aproxima al mundo actual de las redes, los trasplantes de pelo y las cirugías de doble mentón. El cambio de la carcasa puede actualizar el interior y dotarlo de nueva vida. Las sucesivas fachadas adosadas sin fin a las catedrales románicas, góticas y renacentistas, el Pallazo della Ragione en Vicenza, de Andrea Palladio y los esfuerzos sucesivos por adosar una fachada a San Petronio en Bolonia, la basílica de Santa Justina en Padua, o la de San Lorenzo, en Florencia, acuden a la mente para ejemplificar otra forma de fachadismo, paradójicamente, menos vilipendiada...

Hoy que el fachadismo se ha extendido a todos los ámbitos de la vida, conviene no olvidar que es un fenómeno llamado a pervivir. El darwinismo arquitectónico no existe. Porque en la arquitectura, como en la ciudad, como en las redes sociales, todo es artificial.  Precisamente porque lo artificial es lo propio del ser humano.

In a time of masquerades, where the image of the hermit crab has become totemic, we change our shells without the self-consciousness of previous generations. In the age of silicone implants and liposuctions, the conflict between appearance and reality has been numbed until it no longer hurts. When a social media filter can alter our looks, plump up our lips, blur away crow's feet, and return an image of youthfulness we never had, it's no surprise that similar phenomena happen in other areas of life.

While plastic surgery, self-help books, and gyms make a killing, architecture, which tends to resist change, inevitably ends up imbued with the signs of the times. However, in this case, and without setting a precedent, this ancient discipline had already dealt with the reality of empty or borrowed appearances long ago. That debate, in fact, became a phenomenon with its own name: façadism. It referred to the obscene restoration of a building in which only the outer shell was preserved, while the interior was emptied of its function and form. The guild's disdain for façadism was primarily moral. It was considered an indecent and purely postmodern practice because it demolished the coherence of form. Although it was, in reality, its epigone. At its extreme, it was more brutal than brutalism and more minimalist than minimalism.

Thanks to this phenomenon, entire cities retained the look of their streets and squares while indoors, they had air conditioning and spaces free of walls. Regulations protected the facades while investors could profit from their real estate business without having to give formal explanations to the neighborhood about the appearance of the new building...

However, it is often forgotten that façadism, all façadism, has its reverse. A reverse that seems free of conflicts and approaches the current world of social networks, hair transplants, and double chin surgeries. Changing the shell can update the interior and give it new life. The successive facades attached endlessly to Romanesque, Gothic, and Renaissance cathedrals, Andrea Palladio's Pallazo della Ragione in Vicenza, and the successive efforts to add a facade to San Petronio in Bologna, the Basilica of Santa Justina in Padua, or San Lorenzo in Florence come to mind to exemplify another form of façadism, paradoxically, less vilified...

Now that façadism has spread to all areas of life, it is worth remembering that it is a phenomenon destined to survive. Architectural Darwinism does not exist. Because in architecture, as in the city, as in social networks, everything is artificial. Precisely, because the artificial is characteristic of the human being.

27 de febrero de 2023

LA MUERTE DE LA CIUDAD COMIENZA CON LA RUINA DE SUS EDIFICIOS

La muerte de la ciudad comienza con la ruina de sus edificios. La lenta carcoma del abandono, la dejación del deber de habitar, repercute en la ciudad y pudre poco a poco la vida de sus calles y plazas. Cada edificio abandonado es una profecía sobre el destino urbano. Una noche de cristales rotos refleja la completa podredumbre moral de un país. De diferentes modos, en silencio o precipitadamente, se comienza atacando la arquitectura. Luego van las personas. Más tarde solo queda la sombra de la ciudad. Tal vez su nombre. 
A menudo se olvida que cada obra, precisamente por sus secretos lazos de continuidad con el conjunto de la ciudad, es una caja de caudales del tiempo, de la memoria y de la vida de quienes la habitan. De la pervivencia de este pabellón de hexágonos depende, aunque sea en parte, el destino de Madrid mismo. En él se conserva, misteriosamente, el pasado rural de una España perdida y hoy desocupada tanto como el puro ingenio de una inimitable generación de arquitectos. Por mucho que suene a apocalipsis barato, si se destruye esa memoria se destruye la frágil densidad del ser humano, empezando por su dimensión histórica y siguiendo por la social. La desaparición del hombre es más la desaparición de la ciudad que la desaparición de la naturaleza, decía Italo Calvino. En la presión de la urgencia por mantener en pie una simple obra, late nuestra propia supervivencia.

* El presente texto ha formado parte de la exposición presentada en ARCO 2023 por el COAM, Imagen cortesía de Luis Asín

20 de febrero de 2023

¿PARA QUÉ SIRVE LA ARQUITECTURA?


La pregunta, ya, ni ofende. Y la respuesta inmediata de muchos desencantados será "para nada". "Mi fe en la literatura", citaba Antoine Compagnon, "consiste en saber que hay cosas que solo la literatura, con sus medios específicos, puede dar". Tal vez el listón que Compagnon ponía tan alto para su campo no sirva hoy para la arquitectura, que ha visto reducida su capacidad de acción y emoción sobre la psique humana de manera drástica. 
A pesar de los cientos de miles de estudiantes que cursan en la actualidad esta vieja disciplina por todo el mundo, de los cientos de publicaciones especializadas y de la creciente publicidad que obtiene de inmediato la obra más diminuta erigida en el rincón más recóndito del orbe, la fractura ente la sociedad y el lenguaje extremadamente codificado de la arquitectura es palpable. Nadie, ni a pie de calle ni en el más selecto cenáculo universitario de otra disciplina, es capaz de desentrañar el intrincado lenguaje del hormigón y el acero. Ni el más reputado neurólogo, astrofísico, parasitólogo, antropólogo o comentarista deportivo, entienden ni un ápice la sintaxis contenida en el más simple peldaño de una escalera. En este contexto, el inagotado adiós de la arquitectura se repite cada año con el tono de unas exequias de alguien que sin embargo no acaba de desaparecer.
Al contrario que sucede con la industria de la construcción, que cuanto menos sirve para la especulación inmobiliaria y la marcha general de la economía, la única conclusión evidente y honesta respecto a la arquitectura es que no sirve para nada. O, si se quiere, que vale para lo mismo que la música, la literatura o la filosofía. Sin embargo, y a pesar de su aparente inutilidad, sin la arquitectura se priva al ser humano de unos anteojos para ver el mundo fuera del puro ámbito de la ciencia y la economía. Sin la arquitectura somos bestias sin rumbo ni origen, o lo que es peor, máquinas sin alma. 
La arquitectura sirve para poco si solo es para resguardarnos de la naturaleza. Su fuerza está en su capacidad de oponerse a la prisa, en su "finalidad sin fin", en su capacidad de restaurar la fe en la forma del mundo, (en concreto en su forma precisa y adecuada) y en brindar una civilizada continuidad entre sus partes. El arquitecto tiene pues la responsabilidad de hacernos ver que en el mundo hay una lógica, por mucho que a su alrededor, todo parezca a punto del colapso. Porque la arquitectura resiste la estupidez no con la vileza de la fuerza bruta, sino de un modo mucho más sutil y obstinado. Frente a la imbecilidad, nos emancipa y nos hace más sensibles porque nos brinda un escenario donde serlo. Solo sirve, llana y simplemente, para ser humanos. Para ser mejores. Su resistente silencio, su fondo observante, nos salvaguarda.

13 de febrero de 2023

UN RECTÁNGULO EN EL DESIERTO


Hay que proteger a toda costa lo que queda de verde en mitad del desierto. Cada oasis es sagrado. Por ello parece necesario construir una barricada alrededor para resguardar la vida del inhóspito clima que barre el exterior y lo arrasa. Solo así parece justificado el esfuerzo por construir un rectángulo hondo en medio del indiferenciado polvo del desierto. Por supuesto, no se trata de la construcción de un fortín. Sus muros no son altos y tiene cuatro modestas puertas en sus cuatro puntos cardinales como muestra de una sutil invitación al viajero. Venga de donde venga.
La protección de un oasis parece un argumento de peso para erigir un recinto a su alrededor. Pero se me ocurre otra hipótesis mejor. Resulta más hermoso, y por tanto más cierto, especular con que ese rectángulo no se erigió para cuidar un lugar, sino que los acontecimientos se produjeron precisamente al revés. Primero fue la inexplicable construcción de ese recinto, luego surgieron las sombras y su verdor interior. Primero fue el resguardo, y luego asomó la vida. Primero fue el deportivo esfuerzo de la geometría en medio de la arena infinita, luego vino la gratitud del lugar hacia ese generoso atrevimiento. El orden mágico de los acontecimientos aparentemente no cambia el resultado, pero los motivos de fondo resignifican todo...

6 de febrero de 2023

LA HUELLA DEL LUGAR


Los persas observaron que no hay dos dedos iguales. En Babilonia estampar una mano en tinta servía para significar el compromiso de una persona de modo más eficaz que la engañosa firma. Trascurrieron siglos hasta que huellas dactilares se convirtieron en una prueba forense. Más que un trazo, la huella relaciona el cuerpo con el profundo contenido significante del papel. No fue hasta el siglo XIX cuando un juez británico descubrió lo irrepetible de esas espirales de piel y comenzaron a convertirse en una prueba fehaciente de la identidad de una persona. Hoy posar un dedo ante un teléfono para desbloquear sus entrañas, para acceder a nuestro portal, ordenador o coche se ha vuelto un hábito invisible. Esos laberintos plegados y replegados nos retratan mejor que nuestra cara o los números de una cuenta bancaria. Su condición inimitable las mantiene como irrefutable prueba pericial ante un crimen y nos obliga con la realidad más que un contrato.
La huella es un signo estable en el tiempo. No varían con la edad. No se pueden imitar. Son nosotros sin contarlo todo de nosotros. Mantienen nuestras cicatrices, nuestro desgaste y nuestra historia, y a pesar de su aparente mutismo son un signo de la fiel relación entre nuestra dimensión física y social. Precisamente igual que los lugares. Las cualidades de las huellas dactilares se solapan con las de un territorio, ciudad o paisaje. No hay dos ciudades iguales como no hay dos dedos con las mismas huellas. Las huellas depositadas por el tiempo convierten a cada territorio en un signo tan estable e insustituible como lo son las huellas de nuestros meñiques. Cada lugar es tan irrepetible como ellas si se desciende lo suficiente. (Hablar hoy de "no-lugares", más que un signo de vaguería se ha convertido en el síntoma de un patológico déficit de atención a sus detalles). 
Claro que si para leer las huellas dactilares basta con estampar un dedo sobre tinta y éste sobre el papel, en cuanto a los lugares empleamos ancestralmente ese magnífico índice llamado arquitectura.

30 de enero de 2023

DISEÑA CASAS PASO A PASO

El diseño de una casa no es algo imposible. En estos breves y sencillos pasos podrás averiguar cómo hacerlo... 
En primer lugar, es importante contar con un presupuesto razonable. Sin medios, como puedes imaginar, sean económicos o de puro entusiasmo, el diseño que deseas perpetrar no tiene futuro. Si puedes financiar la cantidad de costes asociados a esta actividad (y los inevitables imprevistos) ya tendrás mucho ganado. 
En segundo lugar y aunque creas que puedes hacerlo todo tu mismo - la mente humana peca de un sistemático optimismo, creemos que sabríamos operar un corazón con un vistazo a un tutorial de youtube o jugar al tenis mejor que el mejor tenista por mirar sus mejores jugadas - no olvides que hay profesionales que han dedicado tiempo y talento para formarse en eso que parece fácil. Es decir y en resumen, en segundo lugar, busca un arquitecto competente y confía en esa persona. Busca, de verdad, uno competente. Pregunta. Asesórate antes de confiarle tu futura casa porque el diseño comienza con esa elección. Ellos serán tus cómplices a la hora de llevar a cabo el sueño (y la pesadilla, porque toda construcción lo es) de hacer una casa. El tercer paso es fiarte de esos diseñadores. El cuarto paso es fiarte de ellos cuando la confianza flaquee porque aparecerán dificultades (y serán muchas). El quinto paso es seguir fiándote cuando recibas los comentarios del constructor o del asesor de turno, que aparecerá salvíficamente en medio del proceso, y que susurrarán maliciosamente a tus oidos que todo está mal, que si los planos no se entienden o son muchos, que si más rápido, que si puede hacerse más barato... 
El sexto paso es recibir la casa terminada con una alegre sensibilidad. Descubrirás que tiene fallos, que no todo es perfecto, pero también que la mejor parte del diseño está, precisamente, en el acto de habitar que estás a punto de inaugurar. 
Es en ese punto cuando descubrirás que habitar es diseñar, (y que nadie te diga lo contrario). Todo lo previo ha sido un mero calentamiento para tu tarea. Es ahora cuando comienza el reto de diseñar la vida en esas estancias, aprovecharse de sus secretos, velar sus huecos, elegir cómo dormir o comer y hasta la dureza o blandura de cada rincón. Descubrirás entonces y felizmente, que el diseño de una casa no tiene fin. Y que ese proceso te pertenece más incluso que tu propia casa.

23 de enero de 2023

¿SABES POR QUÉ NO CADUCA EL MINIMALISMO?


Al igual que un anarquista no puede decir “nosotros los anarquistas” sin dinamitar la coherencia de un credo que trata de destruir todo tipo de agrupación, no existe el gremio que admita a los “minimalistas” como conjunto organizado. El minimalismo es una religión de seres solitarios y, como tal, no permite la formación de una cofradía, ni siquiera bajo una misma bandera disciplinar. Y debido a que no existe el gremio de los minimalistas, tampoco existen obras minimalistas, ni de pintura, ni de escultura, ni de poesía (cuya razón de ser es, precisamente, el esencialismo). ““Arquitectura minimalista”: de eso no hay” dice, con más razón que un santo, Josep Quetglas
Ad Reinhardt, la orden del Císter, Adolf Loos, Dan Graham, Robert Smithson (el mejor de ellos), John Cage, Marie Kondo y los lemas “menos es suficiente” de Aureli, o el anterior "menos es más" de Mies Van der Rohe, no permiten el gregarismo por mucho que puntualmente las afirmaciones, obras o actitudes que transmitan, hundan sus raices en un mismo fondo espiritual. Sus autores y obras no constituyen un grupo, y menos, un conjunto coherente.
El minimalismo exige la misma soledad que la del anacoreta. Construir una banda de autores o de obras "minimal", significaría construir un contexto, un sistema de relaciones entre todos ellos. En definitiva, supondría realizar un montaje y atribuirle un sistema de significados. Cosa que el minimalismo deplora. Como los toreros, que tras un empellón del astado se levantan y se sacuden el polvo, la obra minimalista grita "¡Dejadme sola!".
La causa de todo ello es que el minimalismo no significa nada. Simplemente nos persigue para dejarnos, precisamente solos. Es, por todo ello, un espejo en el que siempre acabamos retratados. Por eso no caduca y por eso nos inquiere, con esa insoportable medio sonrisa de lado cuando clamamos el consabido “espejito, espejito” del cuento: "No me preguntes. Estás tan solo como yo."

16 de enero de 2023

NADIE HABITA MAL CUANDO NADIE SABE LO QUE ES HABITAR BIEN


Cada habitante hace lo que puede. Es un hecho. Nadie habita mal si nadie sabe lo que es habitar bien. El mantra funcionalista que vincula sólidamente la forma y su uso se ve desmentido cada día en mil facetas de la vida, desde una silla a la arquitectura. Las cosas están ahí. Y nos enfrentamos a ellas con la misma torpeza con la que el simio que fuimos se acercó a una quijada de burro y empezó a golpear el mundo con ella. 
La forma está siempre abierta. Basta contemplarla con ojos de niño. Una raqueta sirve para escurrir espaguetis y un sillón puede volverse cómodo si luchamos por cambiar nuestra postura en lugar del diseño del propio sillón. El malentendido es el acto creativo por antonomasia. Pero para eso, se necesita el descaro o la inocencia que tienen los niños, que en cada juego derogan el uso previsto de las cosas. Inmersos como estamos en la cultura de la respuesta sensata que brinda la inteligencia artificial, la mirada inesperada, curiosa o sorprendente que ofrece la inocencia (verdaderamente artificial), se ha vuelto una obligación. Usemos mal las cosas, con todo el respeto que merecen. Precisamente por el respeto que merecen. Ese es el objetivo de la arquitectura. Porque habitar es malinterpretar. Justo de ese modo llega a ser arquitectura.

9 de enero de 2023

TRES RETOS DE LA PRÓXIMA ARQUITECTURA

Los retos de la próxima arquitectura están delante de nuestras propias narices. La ecología, el occidentalismo y la crisis crítica acosan hoy a esta vieja disciplina con la misma furia con que unos perros asilvestrados reciben a quien se aproxima a su cercado. 
Entre esa jauría, los estertores de lo ecológico son cada vez más agónicos. La arquitectura contamina, per se. No hay sostenibilidad posible para una disciplina que trata de domesticar y adaptar lo poco que queda de naturaleza a sus propias necesidades. La huella de carbono será el próximo meteorito aniquilador (aunque el apocalipsis, como las suegras, nunca anuncia su visita). No existe una arquitectura ecológica real a pesar de que ésta aspire a un consumo "casi nulo". Cuando la construcción emite cerca del 40% del dióxido de carbono mundial, cada obra tiene, hoy más que nunca, el deber que compensar a la sociedad y comprometerse con la conservación del clima por medio de una reducción de los medios empleados ¿Resulta suficiente que reporte algo de belleza a cambio? ¿Bastará con añadir verde y más verde sobre las fachadas, cubiertas y calles de la ciudad? ¿Estamos condenados a restaurarlo todo, como quien pone parches a una vieja chaqueta raída por el uso?
La siguiente cuestión proviene del complejo de culpa que perfora como un trépano la conciencia de la arquitectura del primer mundo. El poscolonialismo, el heteropatriarcado o las derivadas del universo "woke", han hecho que el relato de la arquitectura haya perdido sus asideros. El canon "blanco, masculino y occidental" que ha dictado las reglas de la arquitectura durante siglos, ha aupado a sus congéneres "blancos, masculinos occidentales" y a una lista de obras maestras encargadas y construidas por "blancos, masculinos occidentales" en un ciclo que hoy se considera fraudulento e inmoral. La misma idea de lo canónico, ha dejado fuera de la historia tanto a las minorías como a sus legítimos relatos. El actual esfuerzo posmoderno que obliga a rebuscar en el cajón del pasado obras meritorias y referentes alternativos (en ocasiones inexistentes) hace que olvidemos que ese mismo esfuerzo se asienta en una cultura de puesta en valor de las diferencias que es fruto de un cancelado mundo "blanco, masculino y muerto"... ¿Cómo superar y construir relatos que estén a verdadera altura? ¿Cómo impulsar el futuro para erigir cuanto antes ejemplos que sirvan a las nuevas generaciones para avanzar sobre un terreno que es una auténtica ciénaga?...
Entre esos conflictos el chillido más histérico y hueco proviene de la "crítica". Adormecida ante su propio onanismo y falta de dedicación no muestra ni referencias posibles, ni casos ejemplares (o antiejemplares). Cada vez más ronca, permanece paralizada ante sus propios miedos. Como un perro viejo, aunque ladra, languidece castrado. Ni se ocupa de la revisión de la historia, ni genera teoría, ni siquiera es capaz de juzgar el presente porque carece del necesario criterio (un criterio que ha sustituido por mero griterío). Ante esa esclerosis, el ejercicio crítico ¿en manos de quién queda? ¿del entrevistador, de los influencers, del oportunista sin formación, del comentarista de turno, intitulado como crítico, que escribe sobre lo que nunca ha hecho, incapaz de distinguir una obra de arquitectura de una berza? ¿Basta con exigir el desarrollo de una poderosa autocrítica?... 
El ruido no deja de aumentar. Pero al fondo no todo permanece oscuro. Aunque sean pocos, algunos siguen concentrados, ajenos a los maullidos, tratando de responder con su propia voz a su tiempo. No es difícil localizarlos. Basta mirar fuera de los bordes del discurso mainstream. Basta encontrarles concentrados en sus diferentes formas: en un tema, una idea o una forma de ver. La concentración, su concentración, irradia. Y los hace libres. Seguramente de ahí vendrán las respuestas.

2 de enero de 2023

LOS COMIENZOS DE LA ARQUITECTURA


El año nuevo duele más que el fin del año. No solo por la resaca. Ni la marcha Radetzky dulcifica la incertidumbre de un estreno incierto. La frase, "los comienzos no son nunca fáciles" se ha convertido en un lugar común para consolar a quienes vemos sufrir tras un principio fracasado. Cada parto es con dolor (ni la teología es capaz de explicar la Divina epidural que libró a la Virgen María de sus dolores de parto). El comienzo de la creatividad literaria ante la página vacía resulta un abismo tan blanco y peligroso como Moby Dick... 
Del mismo modo, la arquitectura se retuerce antes de ver la luz como un niño que siempre viene de nalgas. Su doloroso nacimiento es, además, por etapas. Lo cual añade un sufrimiento que resulta poco reconocido. Por mucho que sea siempre celebratorio, el momento de "la entrega de la obra" y de "la entrega de llaves" esconden un nacimiento en el que siempre hay sangre de por medio. Hay quien olvida incluso, que antes había sido necesaria, "la entrega" del arquitecto. (La ambigüedad de la palabra entrega juega aquí su doble función: entregar es dar y es darse). 
La botadura de un barco se celebra a botellazo limpio. La de la arquitectura con la colocación de un felpudo y la instalación de unas cortinas. El contraste de la imagen resulta esclarecedor. La arquitectura comienza su andadura sufriendo taladros para colgar cuadros y una cruenta sobrecarga de sillones. Comparado con el dolor soportado al comienzo de año, con sus comidas, empachos y suegras, el de la arquitectura y sus comienzos deja esto como una llevadera anécdota. 
Mejor, pues, no quejarse del año nuevo. Que para pobres comienzos, los de la arquitectura. 

Te deseo, acompañante de los muy diferentes principios posibles de la arquitectura, un feliz año nuevo.

26 de diciembre de 2022

UN CALCULADO ANACRONISMO


El anacronismo pertenece a la categoría de los errores. Un vikingo leyendo la prensa o un astronauta entre los apóstoles esculpidos en una catedral gótica delatan una insoportable falta de congruencia temporal. Sin embargo de todas las incoherencias de la arquitectura, la del tiempo no es la más grave (he ahí el único gran éxito del juego posmoderno). 
En realidad, la arquitectura es el arte de un calculado anacronismo. Nada es de su tiempo preciso. Conviven entre sus paredes las técnicas más afinadas con soluciones ancestrales. La arquitectura sueña con el porvenir sin los medios necesarios para conquistarlo. Con peluca y corpiño, nos empeñamos en saborear los avances que traerá el futuro. La eco-tecno-política y la trans-disciplina se construyen con gotelé, tendido de yeso y rasillón, por mucho que se pinte todo de amarillo flúor. Ni María Antonieta ni Ben Hur son capaces de manejar ordenadores ni motocicletas sin volverse una parodia, pero no sucede lo mismo en la arquitectura. 
Este patológico anacronismo radica en que, llegados a un punto, la arquitectura no sabe lo que es verdaderamente de su tiempo y recurre a lo último sin soltar nada del pasado. Todo le pertenece. Avanza a tientas y emplea lo que puede para conseguir que todo funcione. Emplea todos los tiempos porque todos están a su alcance. Azulejos, fibra óptica, madera y lámparas leds, conviven en el mismo cuarto. Milenios de experiencia construida y la última actualidad se funden y aplanan en la misma obra.
El misterio, que no deja de asombrar a nadie, es que entre tal locura de tiempos solapados, la arquitectura es capaz de retratar de modo inmejorable el tiempo concreto en que se ha erigido. 
No pregunten a nadie cómo lo logra. Se trata de un hermoso misterio, tan inexplicable como cierto.



19 de diciembre de 2022

LOS HUESOS DE LOS MONUMENTOS


La escultura (como la ideología) o tiene estructura o no se sostiene ella sola. La vieja trayectoria profesional de los especialistas capaces de calcular las estructuras en el campo del arte viene de lejos. Desde la monumental estatua de Atenea Partenos contenida en el corazón de la Acrópolis griega, las estatuas ecuestres del Renacimiento, el Cristo del Corcovado brasileiro y el trabajo monumental de Anish Kapoor, los especialistas en saber si la estatua iba a terminar con su bronce, aluminio u piedra en el suelo han sido legión.
Dedicados a reforzar los interiores huecos de estatuas ecuestres, de monumentales efigies a la libertad o de dictadores desmesurados, muchos ingenieros obtuvieron más prestigio profesional con la sujeción de ciertas esculturas que con la construcción de puentes y obras civiles. El monumento siempre fue un prodigio de las matemáticas antes que de la sociología y la política.
Sin nombrar a Eiffel, encargado de sostener casi todo en el siglo XIX sobre sus hombros hechos de barras y pernos de acero roblonado, ingenieros como Lucio del Valle, no es que se acercaran al territorio de las escuelas de bellas artes, sino que comandaron incluso las de Arquitectura. A veces el roce hace el cariño y esos sabios calculistas se vuelven los verdaderos artistas. Como en el caso de Cecil Balmond, por dar un ejemplo actual. De quien tan poco se habla y que tantas esculturas modernas ha ayudado a soportar... Esculturas, que por cierto, llamamos hoy arquitectura como si tal cosa (cuando en realidad tanto se parecen a las fallas).

12 de diciembre de 2022

¿ES ESTE EL ÚLTIMO MINIMALISMO POSIBLE?


A comienzos del siglo XX la tienda más pequeña del mundo era esta zapatería de Londres. El ocupante de aquel cuchitril, posa, medio centauro medio pordiosero, ocupando un inhóspito lugar bajo un escaparate. El tendero permanece a la altura del betún esperando a su clientela. Esa ciudad, acostumbrada como está a la convivencia impertérrita con lo sórdido, retrata la situación como una curiosidad más de sus calles. Hoy, en el Londres actual, ese diminuto negocio pasaría por un atractivo ejercicio de minimalismo
La vulgarización de lo “minimal” es un hecho. En poco más de cincuenta años su universo ha sido despojado de las aspiraciones esencialistas de origen aristocrático con que nació. Lejos de su contacto con el arte y la alta cultura ha pasado directamente a calificar a lo diminuto. Los apartamentos minimalistas triunfan por doquier. Los anuncios inmobiliarios que emplean el calificativo como recurso de venta se multiplican mientras tras la palabra solo vemos verdaderos zulos pintados de blanco. Ya ni siquiera son necesarias geometrías de líneas rectas y depuradas. Hoy en esa zapatería se despacharían deliciosos bollitos, se serviría té y aparecería fotografiada en Instagram bajo la etiqueta de “minimal”. No se trata del fin de un mero proceso de vulgarización, cosa que ya se había producido en los suplementos de decoración hace años, si no de una transformación semántica que ha terminado por arrastrar las formas. Al menos en arquitectura, ya no existe lo pequeño.
Este nuevo tipo de minimalismo, sin aura, no remite ya a la sencillez extrema, ni siquiera al lema “menos es más” sino a lo pequeño privado de todo encanto. De hecho se trata ya del último adjetivo posible cuando lo pequeño no es más que lo pequeño sin trascendencia. 
Por si alguien pensaba que el "menos es más" no daba para más...

5 de diciembre de 2022

¿CUÁNDO DESCANSA LA ARQUITECTURA?

La arquitectura lucha a diario, trabaja con las cargas que hay que llevar hasta el suelo como un estibador. Se esfuerza por dar significado a cada esquina y cada detalle. Funda su competencia en el trabajo duro y en el sudor de su frente (y en ello arrastra a los arquitectos). Así puede entenderse la historia de la arquitectura, desde las catedrales góticas, a los grandes museos; desde los coliseos a las termas; desde Santa Sofía al Cristal Palace. Esa condición visible de su labor, de sus esfuerzos diarios, se da en las grandes obras. Pero, ¿cuándo descansa? 
En la casa, la arquitectura se repanchinga en su sillón tras la dura jornada laboral. Todo el día en el tajo merece el satisfactorio contrapeso de llegar a casa, a la casa. En la casa esta vieja incansable encuentra su merecido asueto. Solo en la casa la arquitectura se va de fin de semana.
Así fue en la historia de esta disciplina hasta el paréntesis estajanovista que supuso el siglo XX, donde no paró de producir casas con aspiración de convertirse en obras monumentales y eternas. Junto a ese instante, salvo las excepciones domésticas de Palladio y el raro caso tipológico de la villa, el resto de las casas de la historia han conservado ese espíritu de “ocio digno” tanto para los habitantes como para la propia arquitectura. 
La casa, como tema, permaneció siempre libre de los esfuerzos semanales y del neg-ocio. Solamente gracias a la calma que encuentra esta disciplina en el caserío logra recuperar energías para hacer esas otras grandes obras por las que se ha ganado su fama de arte perdurable. No puede olvidarse que todo arte tiene su contraparte, como toda escultura depende del vaciado en yeso capaz de acoger el metal fundido en su interior. Sin esa merecida pausa, sin ese negativo, la arquitectura no puede abordar temas mayores. Recordemos que hasta la divinidad misma, al séptimo día encendió la tele y, pies en alto, descansó.

28 de noviembre de 2022

LO CREAS O NO, LA ARQUITECTURA SE MUEVE


La arquitectura suele ser considerada un bien inmueble y, consecuentemente, un arte de la "inmovilidad sustancial". Cosa, si se piensa, algo injusta dado que el listado de las obras que se mueven y trasladan de sitio, la de las arquitecturas que giran motorizadas para contemplar las vistas o el sol, y las de aquellas consideradas flexibles, efímeras, o nómadas, roza el infinito... 
Para desmentir esta creencia sobre la inmovilidad edilicia bastaría pensar que, en realidad, si no es a lo grande, toda arquitectura se mueve en lo pequeño. En muchos de sus componentes más menudos el desplazamiento es diario: giran sus puertas y armarios, se despliegan las hojas de sus ventanas o se abren sus persianas como los párpados de un inmenso animal. Ciertamente, los movimientos a esa escala no son significativos y en principio nadie considera que su casa se mueva porque lo hagan medio centenar de las bisagras de sus puertas o ventanas. Pero esos movimientos condicionan la vida del interior tanto como lo hacen la solidez de las paredes o el hormigón de la estructura...
Además y a la vez, con otra velocidad invisible, la construcción va depositando su peso y aplastando el terreno dando lugar a pequeños asientos y a movimientos que se hacen palpables cuando aparecen fisuras en sus paredes. La arquitectura dilata y se retuerce como un ser dormido que a veces se despereza ante los cambios de temperatura. Entonces el movimiento se traduce en crujidos y chasquidos que confundimos con fantasmas nocturnos. Tras todos ellos la arquitectura permanece a la espera del último de sus movimientos: el colapso ruinoso al que toda obra está llamada... 
El sumatorio de todos esos vaivenes constituye una extraña y maravillosa coreografía. Somos ciegos espectadores de ese lentísimo bailarín, silencioso y amable, que nos deja encaramarnos a su espalda sin inmutarse. Aunque se mueva. Sin parar.