Puestos a tratar el tema de lo vertical en arquitectura, ningún elemento mejor que la columna. Puestos a elegir un orden arquitectónico para construir una sucesión de columnas a ras de suelo, ninguno mejor que el dórico. Puestos a elegir un material para todo ello, nada mejor que el mármol pentélico. Pero si por casualidad uno está en San Pedro en pleno siglo XVII, y los arquitectos precedentes han usado con profusión el mármol travertino, comienzan los conflictos.
Para reforzar la tensión vertical de la columna el orden dórico griego había empleado las acanaladuras: Las luces y las sombras, cambiantes y móviles, alojaban una sucesión de líneas afiladas en la misma dirección que el soporte. El diámetro variable y la aparición del éntasis reforzaban aun más la esbeltez. Sabemos que en la ejecución del templo dórico se producía el tallado de las acanaladuras in situ, una vez que el soporte ya estaba erigido, prácticamente como parte del trabajo escultórico.
En la columnata levantada por Gian Lorenzo Bernini en San Pedro de Roma, los conflictos nacen de su encuentro con el material. El travertino permite su tallado pero no puede librarse de los fuertes contrastes de tono en unas franjas que van del gris al pardo. Como material de una columna solo tiene sentido con la dirección de veta horizontal, paralelo al suelo y en la posición que se encontraba en su formación geológica primigenia. En el sentido contrario, el travertino se vuelve terriblemente frágil y quebradizo.
Si el orden venía impuesto por la tradición, y el material por el conjunto desarrollado desde Bramante, a Bernini solo le restaba generar cambios en las proporciones de ese orden para compensar la tendencia horizontalizante de la veta del mármol y cierta disposición de esas columnas. El resultado es una anomalía tan del gusto barroco, donde un orden dórico se presenta con unas proporciones de corintio. El conjunto se compensa a media distancia, donde aun se percibe la textura del material, gracias al escorzo constante debido a la elipse del trazado general la plaza que permite ver las columnas más esbeltas al ser siempre tapadas por las precedentes.
Junto al resto de los problemas a los que se enfrenta el proyecto de Bernini para la Plaza, problemas urbanos y proporcionales con la fachada de Maderno que harían palidecer al más templado, el gesto del abrazo solo parece un lema publicitario.