25 de octubre de 2009
ENTRE DOS LUCES
Hay luces que deslumbran y otras que calientan. Hay luces celestes y las hay terrestres.
La luz en la obra de Torresblancas de Oíza, redibuja y descubre el orden subyacente y permite identificar los contornos y las zonas inaccesibles de la planta, las zonas expuestas y las íntimas y sus gradaciones. La luz se comporta como una topografía superpuesta a la estructura. Comprobar que la iluminación se manifiesta como un estrato que sumado a los anteriores hace que estos amplifiquen su sentido, habla de una sabia disposición del espacio.
La luz como un fluido viscoso ha esculpido aquí el programa de la torre como si fuese un material verdaderamente tangible. Una luz que parece manar lenta como la lava de un volcán, y que acaba en contornos que solo intuimos.
A pesar de las aparentes coincidencias, en el croquis de Peter Zumthor para el museo de Bregenz existe otra luz. Una luz que llega y que se vierte por la planta como una inundación, arrasando con todo. El resplandor presiona desde todos los frentes. Consigue penetrar a raudales a pesar de los negros diques que la arquitectura pone para contenerla. Después, nada queda. Solo permanecen los muros que han resistido el envite. Solo de noche el orden se invierte y el museo se convierte en una gran lámpara.
Se trata de dos luces diferentes. Entre una y otra hay matices de velocidad y viscosidad, de temperatura y origen, capaces de imprimir a la obra sobre la que se han posado, un sentido.
Como diferentes son las luces de una explosión y de unas brasas, saber cual se ha de convocar es trascendente para el significado de la obra.
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21 de octubre de 2009
EL PROGRAMA
“Programa es una palabra
demasiado aburrida. Se trata de comprender la naturaleza de un conjunto de
espacios donde es bueno hacer algo en concreto. Ahora bien, decís que algunos
espacios deberían ser flexibles. Claro que algunos espacios deberían ser
flexibles, pero también los hay que deberían ser completamente inflexibles.
Deberían ser pura inspiración...” (1)
El programa es un inestable campo de
posibilidades y la arquitectura es la base que consigue hacerlo específico.
Pero al ser una base sensible, la misma arquitectura suele ver alterado su
carácter al recibir un programa concreto. Igual que algunos suelos son más
adecuados que otros para acoger ciertas especies vegetales y al cabo del
tiempo, por el mero hecho de haberlas dado sustento, quedan trasformados en su
composición.
Por si eso no fuese suficiente, los arquetipos de
la forma determinada por el uso, (estuche de violín), y lo multiuso, (caja de
herramientas), quedan superados por situaciones donde la participación del
usuario reivindica su propia relación con la arquitectura. Como bien prueba la
experiencia diaria, no hay mejor modo de guardar herramientas que fuera de su
caja. Como bien prueba el cine negro, no hay mejor modo de esconder una metralleta
que en la funda de un violín.
Preguntar a la forma o a la función, quién debe
seguir a quién, es hoy menos productivo que nunca. Forma y función siempre han
sido dos caras de la misma moneda. A esa moneda bifronte solo le falta un
golpe, veloz y habilidoso, para verla girar convertida en una esfera.
(1) KAHN, Louis, Conversaciones
con estudiantes, Ed. Gustavo Gili, Barcelona, 2002, pp. 30
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19 de octubre de 2009
ARQUITECTURAS SIMULADAS
La simulación es quizá uno de los
síntomas más notables de nuestro atiborrado mundo de imágenes. La simulación
altera aparentemente la causa de la arquitectura. Vive de su representación y,
en cierto sentido, trata de hacerse pasar por arquitectura que existe. La
arquitectura de simulación no nace para ser contemplada, quizá porque el tiempo
que requiere esta operación viene negado en el modo en que esas imágenes se nos
presentan. No es casual que haya nacido simultáneamente a las nuevas
posibilidades constructivas de la industria, donde la máxima es ahora “todo es
construible”.
Gracias a esto, la realidad se ve
forzada a parecerse a lo simulado puesto que surge en el proceso de una manera
tan real que difícilmente es posible escapar a su capacidad de seducción. De
ese modo lo real acaba pareciéndose, irremisiblemente, a la simulación.
Esta situación impone un tiempo
forzado donde se da una aceleración retrospectiva de los plazos. Cortocircuita
el sentido de continuidad temporal. El presente ya no anticipa un futuro en el
mismo sentido que hace años, puesto que amputa, a priori, el mismo proceso de
gestación de una obra donde los inconvenientes y dificultades constructivas y
técnicas lograban desplegar la forma a nuevos desarrollos. Los sistemas de
representación tradicionales dejan de poseer así cierto valor estético o
mediador con la realidad. La planta o los alzados buscan su razón de ser en
cuanto a su capacidad de constituirse en imágenes y no tanto en sus valores de
descripción y descubrimiento progresivo del proyecto.
Además la simulación, aun
aludiendo a los efectos de la materialidad, la niega de una manera evidente. No
se exhibe la obra de arquitectura sino sus efectos. Los efectos gravitatorios y
materiales de lo edificado contribuyen a preguntar si nos encontramos ante otro
fantasma o se trata de algo real.
Así las cosas hoy la arquitectura
no parece tener muchas más opciones que refugiarse en la materialidad como
antídoto, o lanzarse al mismo vacío de los arquitectos cuyas obras construidas
acaban pareciéndose a las imágenes iniciales. O claro, permanecer caminando,
absortos, con la seguridad de aquel que sabe que llegarán otros tiempos. Quién
sabe si mejores.
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15 de octubre de 2009
MI PROYECTO
El proyecto no pertenece al
arquitecto.
Sin más aclaraciones, esta simple
afirmación debiera bastar, en el aula y fuera de ella, para erradicar la
malsana costumbre de comenzar toda explicación del proyecto de arquitectura con
la primera persona de ese posesivo artículo.
No, el proyecto no es tuyo, como
tampoco lo es el amanecer, ni el cielo, ni el paisaje, ni el aire. Ni tuyo, ni
de tu profesor, ni de tu cliente, siquiera. Ni tampoco de la humanidad.
No se de quién el proyecto, pero
desde luego no del arquitecto, que solo puede ser un modesto intermediario de
ese algo excéntrico a él llamado Arquitectura.
El proyecto nace y tiene vida por
si mismo y el arquitecto es, en el mejor de los casos, una nodriza sana y
cariñosa. El arquitecto solo es un refugio en el que se le presta oído hasta
que está en condiciones de hablar al mundo por si mismo.
Lo demás es hacer proyectos como
el que cría monstruos o esclavos.
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14 de octubre de 2009
DOSCIENTOS PROYECTOS DE DIFERENCIA
No se,- nadie sabe-, de que trató la conversación
que mantuvieron el filósofo Ludwig Wittgenstein y el arquitecto Adolf Loos en
el café Imperial de Viena el 27 de Julio de 1914. Quizás no fueran temas que
importen salvo a estudiosos de biblioteca. El caso es que a partir de ese
momento el joven y rico filósofo, pasó a ser el mecenas del arquitecto y se
estableció entre ambos una amistad profunda y duradera. (Lo cual no significa
que no hubiese entre ellos los desencuentros que correspondían a dos
personalidades con un ego suficientemente peraltado).
La vida de ambos es novelesca. Con el entusiasmo
que le obliga su inteligencia, Wittgenstein estudia ingeniería mecánica en
Berlín y aeronáutica en Manchester, fracasa como estricto maestro de escuela y
ejerce de jardinero, antes de considerarse filósofo profesional. Por su parte
Loos, hijo de cantero, se había formado como arquitecto tras una larga y
errática trayectoria que le hizo conocer de cerca el oficio de albañil. Famoso
polemista en la Viena de comienzos de siglo, entre las ocupaciones ocasionales
que le entretuvieron en América ejerció, entre otras cosas, de aprendiz de
sastre, lavaplatos y solador.
El interés amateur de Wittgenstein por la
arquitectura arranca de antiguo y terminó con la construcción de una casa para
su hermana Margaret, (antes había realizado una pequeña cabaña para él mismo en
Noruega desaparecida y de la que no se guardan documentos). Dedicó dos años a
su construcción y empleo medios ingentes. El rigor que el filósofo exigía a los
constructores es legendario. Su hermana Hermine recuerda que obligó, con la
obra acabada, a demoler un techo por un error de tres centímetros. También
recuerda un desencuentro con un cerrajero por un milímetro de más: ”Ludwig
tenía tal sensibilidad para las proporciones que a menudo medio milímetro era
importante”.
Esta casa está bien documentada y ha sido objeto
de interés por parte de numerosos estudios. Se pueden destacar los de Wijdeveld
y Leitner, y en castellano los más breves de Muñoz Gutiérrez y Bayón. Sobre
todos cabe señalar dos coincidencias: por un lado la familiaridad estética que
ofrece con las obras de Loos, por otro, el sentimiento de fracaso que el mismo
Wittgenstein manifestaba años después de su conclusión.
La casa Moller, de Adolf Loos tenía un programa
similar y fue erigida prácticamente a la vez. Pero como contraste, aun hoy ésta
resulta de una riqueza arquitectónica extraordinaria. La casa acometida por
Wittgenstein, aunque cargada de buenas intenciones y con un lenguaje que
podemos considerar premoderno, carece del mismo interés si no fuese por el que
despierta su autor.
¿Entonces a que es debida la diferencia?.
Es necesario haber fracasado previamente en
docenas de proyectos para lograr los primeros éxitos. Son esa docena de
desengaños algo necesario para modificar el campo de acción de la mirada hacia
la profesión de la arquitectura. A pesar de su brutal inteligencia,
seguramente a Wittgenstein le faltaba toda una larga cadena de errores y tanteos
para interiorizar que la obra lograda no depende tanto de una implacable
perfección de la ejecución, como de conocer las posibilidades de su proceso de
formatividad.
Wittgenstein dedicó ingentes energías para que
las proporciones de las estancias fueran insuperables, obviando que eran
espacios conectados con otros y por tanto capaces por ello de lograr su ansiada
trascendencia. Ingentes energías al diseño de delicados picaportes, manivelas y
mecanismos, olvidando su importancia en el conjunto. Ingentes energías a la
persecución de hermosas y vacías insignificancias. Su casa tiene evidentes
cualidades, pero carece de la esencial relación con lo absoluto.
Loos reconoce sin embargo la importancia de los
hechos contingentes que rodean la obra y sabe aprovecharlos a su favor. Sabe
rectificar sobre la marcha graves errores de ejecución, -y en la casa Moller
los hubo prácticamente irremediables-, y jerarquizar a que debe dedicarse
atención manteniendo la visión del conjunto. Apreciar el valor del proyecto en cuanto
desarrollo, el detalle irresuelto en favor del global de la obra. Y cuando
acabar, consciente que los medios de que dispone no son, ni mucho menos,
ilimitados.
En ocasiones la diferencia puede ser una cuestión
de talento o inteligencia. Otras, de suerte. Aquí, además, la diferencia son
doscientos proyectos.
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12 de octubre de 2009
CIERTA GRANDEZA
La grandeza de ciertos arquitectos radica en la
asombrosa capacidad de utilizarlo todo, cualquier accidente, del lugar, de los
materiales, del encargo, asimilarlo y devolverlo al mundo mediante el proyecto,
por lejano o indiferente que en principio pudiese parecer. Del mismo modo que
un animal acorralado encuentra fuerzas para lanzar dentelladas a enemigos
mayores que él.
Esos arquitectos parecen sacarlo todo de un pozo
inagotable que mana de si mismos, pero en realidad son un sistema de trueques
con ramificaciones infinitas.
Cualquiera diría: un ladrillo es un ladrillo.
Este pilar es un pilar. Pero un pilar es personaje, máquina de puntuar, pincho
moruno, línea, arbol, -y la idea de un soporte es equilibrio, estructura,
verticalidad, proporción-. En una obra bastará poner un pilar en el lugar
oportuno para imaginar una revuelta del espacio y del sentido de la obra, para
producir un gran efecto...
Desde el punto de vista de la arquitectura, la
afirmación de que un ladrillo es un ladrillo es una perogrullada impropia de
ese modo de ver el mundo, puesto que así formulado no es más que una pura
relación lógica, sin incentivos ni posibilidades.
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9 de octubre de 2009
SOBRE EL PROYECTAR, CON UNA OBRA DE DUCHAMP COMO METÁFORA
El juego es a la infancia, lo que la paradoja
es a Duchamp: motivo de regocijo y lugar de exploración de uno mismo. La
paradoja de hacer convivir lo que es y no es a la vez, parece el
tema central de la mayor parte de su producción. Incluida la ajedrecística. Y
resulta evidente que esa es una cuestión vedada para disciplinas como la
filosofía, las matemáticas y el sentido común, que han dedicado siglos y
traspiración a demostrar la imposibilidad de tales contradicciones (1).
Lo maravilloso de la puerta
inventada por Duchamp en el número 11 de la Rue Larrey es que siempre permanece
abierta y cerrada. Gracias a la hoja que bate sobre dos huecos
siempre será una puerta accesible e inaccesible. Simultáneamente.
No obstante este juego es solo
comprensible en el momento en que aparece aquí, es decir ,cuando está
doblemente abierta, deshaciéndose el efecto de modo semejante a cuando se
adivina el truco de un mago amateur.
También el proceso de
formatividad de la arquitectura trabaja de un modo que podríamos considerar
equivalente. Las presencias existentes e inexistentes del
programa, del lugar, de la materia, de las normativas, de la luz y el clima...
se dan simultáneamente en el proceso de la forma arquitectónica. Existen
impedimentos y resistencias que obstaculizan el proyecto, y a la vez, éste se
da en total libertad. Se trabaja como si se tuviese un ente autónomo entre
manos, y a la vez, como si éste solo pudiese nacer y existir en perfecta
dependencia de su lugar de asentamiento, de su programa, de su cliente o su
normativa.
El proyectar hace posible el
“nadar y guardar la ropa”. Permanecer atento y actuar con cierta
distracción sobre otros datos. Ese atento olvido como estrategia
del proyectar se debe a la necesidad de resolver la imposibilidad empírica de
permanecer concentrado, sincrónicamente, en la total complejidad de su proceso
de generación.
No es fácil aprender a convivir
con esas contradicciones al principio de la formación, y a explotarlas con
gusto después, haciendo de esa forma de trabajo un modo de ver emerger, no sin
esfuerzo, los atributos de la obra de arquitectura.
En definitiva, también ella está presente
y ausente en la cultura y la vida de los hombres.
.
(1) No para la física, desde la aparición de la paradoja del gato de
Schrödinger y de la hipótesis de De Broglie
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7 de octubre de 2009
PLANTAS Y ALZADOS
Uno debería preguntarse sobre las cuestiones más
básicas de su oficio con la seguridad de encontrar allí las bases de su
quehacer diario. Preguntar a una planta o un alzado que son, es esperar del
dibujo una respuesta que debe llegar en forma de proyecto.
Alzados y plantas no son sustantivos para el
proyecto, sino verbos. Alzar y plantar cuyas raíces se hunden en el erigir y el
cultivar, en elevar y asentar, son acciones de la arquitectura y no sus
fantasmas adjetivos. Alzar y plantar son acciones verticales y esconden sus más
hondos propósitos en la ley de la gravedad que tiene repercusión directa en el
orden constructivo.
Todos los alzados y plantas posibles llevan en
sus entrañas esas potencias como estigmas ocultos.
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5 de octubre de 2009
DUDAS
Que Fritz Neumeyer identificara
como tema central en la obra de Mies van der Rohe la convergencia de arte y
arquitectura más que el logro de cierta perfección técnica, era poner el foco
en un lugar que podía ofrecer nuevas luces sobre su legado. Que Sanford Kwinter
anunciara que Mies era un problema para el siglo XX era toda una declaración de
guerra sobre la interpretación univoca de su figura. Que Koolhaas en la
ampliación del campus de la IIT, lo travistiera y tradujera con su proyecto,
era desmoronar lo poco de intocable que aun conservaba su mito.
Entre lo más prominente del legado
que Mies quiso hacer perdurable, siempre se ha dado por supuesto un sentido de
la construcción entendido en términos de absoluta sencillez. Del mismo modo que
su arquitectura, la biografía de Mies van der Rohe parece estar sometida a esa
inquebrantable coherencia. A fin de cuentas, alguien con una sensibilidad
exquisita hacia lo que significaba construir, no podía dejar de lado la
construcción de si mismo.
Uno de sus proyectos menos
conocidos es esta torre para el control de Tráfico, del año 1924 (1). Un
análisis de este proyecto permite cuestionar la solidez de su tránsito hacia la
arquitectura moderna y nos muestra a un arquitecto sensible no solo hacia el
clasicismo de Schinkel sino a las influencias de otros contemporáneos. Aquí el
aliento de Erich Mendelsohn nos obliga a reflexionar sobre la conciencia de sus
avances en proyectos anteriores y nos sitúa ante un personaje cargado de dudas.
El sentido de lo vertical, el modo en que la torre se apoya en el suelo e
incluso los gestos formales relativos a una arquitectura dinámica, no serán
temas queridos por el Mies de más adelante, cuya tendencia natural se dirige
hacia lo estático, o cuanto menos, a un fluir espacial lento.
Un par de años antes, Mies
proyectaba sus conocidas torres en las que la poética del vidrio y el plano
puramente horizontal aparecía con fuerza. El año 1923 una casa de ladrillo se
desarrollaba con un lenguaje moderno que servirá de modelo a trabajos
residenciales posteriores. Sin embargo incluso en el año 25 continuaba
apareciendo aun el lenguaje clásico en algún proyecto.
En ese periodo que trascurre
desde el año 1920 al 1925 desarrolla toda su poética y se afianza lo que será
su imagen pública, sin embargo y frente a la imagen proyectada al exterior,
Mies navega en un mar de dudas. Este Mies averiguándose es hoy de los aspectos
más importantes a estudiar si se quiere comprender con cierta profundidad mucho
de su futuro. Igual que un zahorí busca un manantial, es gracias a las dudas y
los arrepentimientos donde descubrimos a Mies rastreando su centro.
Sin esas dudas uno se pregunta si
hubiese logrado arribar a la terra firma que supone el Pabellón de
Barcelona.
.
(1) HONEY, Sandra, “Mies in Germany”, Mies
Van der Rohe, European Works, Academy Editions, London, 1986, pp. 17
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30 de septiembre de 2009
INOCENCIA
Tal vez exista algún arquitecto inocente, pero no
la arquitectura. La arquitectura nunca lo es.
El croquis de Njirc y Njiric para un proyecto en
Zagreb, se regodea en esa paradoja. La sencillez de los trazos no resta
importancia al hecho de que bajo ellos se esconda la ciudad como un soporte
continuo capaz de sostener todas las actividades humanas. A nadie se le escapa
que eso es toda una teoría de la arquitectura.
Como lámina flexible que es, el proyecto es
manipulable y se enrolla igual que un artículo de pastelería. Entonces las
capas de soporte y de uso se alternan y surge en perfecta continuidad una
sección de arquitectura como sabroso bizcocho urbano.
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28 de septiembre de 2009
SOBRE LA LUCHA DEL ARQUITECTO Y LA OBRA
Siempre tiene la realización de la obra de arquitectura algo
de extraordinario.
Además de aparecer la sorpresa de
lo anticipado por el proyecto, - que de alguna manera siempre es un ejercicio
de adivinación- , aparece un instante vertiginoso en que todo lo planificado se
desbarata, todo se atropella y precipita.
Al sustituir el futuro del acto
de proyectar por el presente alegre del construir, el papel del arquitecto se
trastoca y se convierte en un obrero más. Difumina su hacer con el de otros
trabajadores y tiene que confiar en sentidos diferentes a los usados en el
proyecto. Entonces el tacto, la experiencia y el oído le permiten actuar,
quizás por última vez antes de que la obra se desprenda de él, lenta y
progresiva, como la despedida a un largo viaje.
Esa última posibilidad de
participación en la obra, la búsqueda de la mejora que trata de eliminar lo
imperfecto y superarlo, la esperanza de que una vez ejecutado, el global logre
redimir lo que para nosotros son ahora fallos e imprecisiones, - como antes lo
consiguieron las grandes obras del pasado- , es parte del irrenunciable deseo
de perfección, pero también una secreta fe en la arquitectura como acto de
comunicación.
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23 de septiembre de 2009
OBJETOS MULTIUSOS
No es frecuente encontrar en arquitectura objetos verdaderamente multiusos. Al menos no como el que se da sobre uno de los muros de la Case Study House 16, de Craig Ellwood.
Las distancias entre pies y manos, la lucha contra la fuerza de la gravedad y las posturas infantiles por intentar la escalada, conviven en esas barras ancladas en vertical que son también una escultura.
El doble uso ha sido anticipado y propuesto sabiamente por el arquitecto, a quién seguramente no molestará si también unas toallas son allí secadas al sol. A fin de cuentas las barras de acero sobre el muro se metamorfosearán en algo serio y respetable por la noche, y serán capaces de ser lucidas como obra de arte intocable en una velada de adultos.
Las distancias entre pies y manos, la lucha contra la fuerza de la gravedad y las posturas infantiles por intentar la escalada, conviven en esas barras ancladas en vertical que son también una escultura.
El doble uso ha sido anticipado y propuesto sabiamente por el arquitecto, a quién seguramente no molestará si también unas toallas son allí secadas al sol. A fin de cuentas las barras de acero sobre el muro se metamorfosearán en algo serio y respetable por la noche, y serán capaces de ser lucidas como obra de arte intocable en una velada de adultos.
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21 de septiembre de 2009
SENCILLEZ
Asociar conceptos como sencillez y elegancia no es novedad.
Hablar de ambos como algo deseable tampoco. Hay una sencillez dolorosa como la
cabeza de Nefertiti y hay otra que es alegre y natural, como lo son algunas
flores silvestres y todas las nubes. Este croquis de Sanaa para la casa
Moriyama es de ese tipo de sencillez alegre de las cosas que ofrece la
naturaleza.
Algo tan alegre, tan sencillo, encierra siempre un misterio
trascendente. La mejor palabra que se me ocurre para hablar de este croquis es
la de franciscano.
Me pregunto si habrá alguna relación entre el Zen y el Santo de Asís.
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18 de septiembre de 2009
BEING ANDREA PALLADIO
Tan solo por lograr absorber las irregularidades de la
edificación existente con un lenguaje renacentista, la Basílica de Vicenza de
Andrea Palladio merece su fama. Si a esas virtudes se suman la capacidad de
articular la complejidad de los espacios urbanos que la rodean y la inventiva
de unos ritmos constructivos sorprendentes, su lugar en la historia del arte
parece un hecho de mera justicia.
La disonancia entre la realidad oblicua y la ortogonalidad
que Palladio dibuja para la Basílica en sus cuatro libri es
significativa. Impugnar una realidad imperfecta es un deber para alguien que
cree en un mundo capaz de alcanzar orden por medio de la arquitectura.
En el año 2002, Francesco Venezia supo hacerse eco de ese
tema olvidado. Por medio de la inserción de una pieza regular, rectangular, en
el corazón del edificio, éste pasa a ser otra cosa. El edificio así multiplica
sus capas, como una cebolla, efectivamente, pero eso es circunstancial. El
pasado se altera al crecer ahora sobre un centro ordenado y de nuevo oblicuo.
Entonces el proyecto de Palladio es otro y adquiere nuevo sentido.
El croquis de Francesco Venezia es un torbellino de líneas
que se retuercen en ese centro de la Basílica. Como si con la fuerza de su
trazo fuesen capaces de compensarlo todo. Siendo esa la auténtica voluntad de
Palladio, solo era cuestión de esperar los ojos capaces de verlo.
La exposición de Venezia apenas duró unos meses, arrasada por otra más
de tantas. Poco importa. Fue tiempo suficiente para hacer del proyecto de
Palladio, para siempre, algo en equilibrio.
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16 de septiembre de 2009
DIBUJAR
Los dibujos del Pabellón Sonsbeek, en Arnhem, Holanda, de
1966, se muestran aquí como la búsqueda a tientas de un ignoto paisaje de
formas. En algunos esa búsqueda se da con la punta de los dedos y en otros a
manos llenas.
“Dibujar, pero dibujar como se palpa con los ojos cerrados
una forma, intentando reconocerla, pues el tacto es mucho menos simbolizante
que la vista, el tacto no se anticipa, no descuida, no añade la memoria al
instante.
(Hay otro dibujo que es lo contrario a éste, un dibujo que
es-pira, mientras que aquel inspira. Dibujo de liberación, impetuoso, que se
apresura hacia su goce, hacia la posesión de lo que quiere ver.)”. (1).
A los proyectos que solo existen en sueños se les da una
reputación que no merecen. La secreta alegría que desprenden estos dibujos de
Aldo Van Eyck radica en que iluminan y acercan la realidad al proyecto. Lenta,
dulce y pacientemente.
(1) VALÉRY, Paul, Cuadernos, (1894-1945), Ed. Círculo de Lectores, Barcelona, 2007, pp 347).
(1) VALÉRY, Paul, Cuadernos, (1894-1945), Ed. Círculo de Lectores, Barcelona, 2007, pp 347).
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14 de septiembre de 2009
LAS EXTRAÑAS RELACIONES DE LE CORBUSIER Y EL QUIJOTE
Cuando se rasca con cierta atención sobre los
actos vitales de Le Corbusier, sus amores y sus obsesiones, aflora una extraña
concepción del universo. En este sentido la relación del pintor suizo con el
tema del Quijote es llamativa.
Está bien documentado su paso por Madrid en 1928.
Este dibujo lo dejó estampado en el libro de visitas de la "Residencia de
estudiantes". El texto es un batiburrillo tan oscuro como la misma
ilustración, y aun hoy ambos siguen sin ser bien interpretados: “No, Mr.
Guitarra, los jóvenes no se dejan engañar por el dinero, ya que se ocupan de
renovar los viejos molinos”. En el dibujo le vemos cargado de sus libros y
atacando el academicismo que por aquí creyó encontrar. Al fondo el Monasterio
del Escorial, tras la enorme guitarra, que visitó con el arquitecto García
Mercadal y cuya fotografía sigue siendo la imagen más memorable de su paso por
Madrid. Sobre el dibujo aparece deformado el tema del Quijote junto a otras
manías gráficas: exacto burro encontramos, por ejemplo, trazado en otros
lugares en idéntica pose. Casi como un sello. Tampoco es Sancho quien ataca
molinos que son solo imaginados en la cabeza del hidalgo.
Le Corbusier ha tratado el tema del Quijote en su
lucha contra los imaginarios molinos de viento en varias litografías y pinturas
(1). Es para él un tema central que parece encontrar en el personaje de
Cervantes una metáfora inspiradora de la tarea del artista y ha sido algo
recurrente hasta extremos increíbles. Guardaba entre los libros de su
biblioteca un hermoso volumen del Quijote de 1847. Dicho ejemplar lo mandó
encuadernar con la piel de su perro, Pinceau, muerto en 1945. Para Juan
Calatrava, ese acto “constituyó un acto de amor y sacrificio” y será exaltado
en 1955 en la litografía nº 76 de Le Poeme de l´Angle Droit.
Nadie sabe cuanto de productivas son ese tipo de
obsesiones para el trabajo del arquitecto, el caso es que por extraño que
parezca, Le Corbusier siempre parece sentarse ante el tablero del estudio libre
de ellas. Quizás su obra gráfica no sea más que el exorcismo para lograrlo.
(1) En
1943 pinta sobre contrachapado un cuadro titulado Le Cheval de fiacre o Don
Quichotte, descrito en JORDON, N. Y J.-P-, Le Corbusier (Charles-Edouard
Jeanneret). Catalogue raisonné de l´oeuvre peinte, Milán, Skira, 2005, Vol.
II, pp. 776 y 777, citado en CALATRAVA, Juan, Doblando el Ángulo Recto,
Siete ensayos en torno a Le Corbusier, Círculo de Bellas artes, Madrid,
2006, pp. 27
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10 de septiembre de 2009
LA VENTANA CONTRARIA
Ya nadie piensa en las ventanas. Un paño de vidrio parece
resolver siempre el problema y eso impide poner sobre la mesa las verdaderas
cuestiones de ese objeto maravilloso.
La ventana guarda siempre una relación mágica con el mundo.
Es un evento arquitectónico de una profunda doble dirección: Son ojos para ver
pero también madrigueras que acogen la mirada.
Baudelaire nos lo recuerda :”El que desde afuera mira por
una ventana abierta nunca ve tantas cosas como el que mira una ventana cerrada.
No hay objeto más profundo, más misterioso, más fecundo, más tenebroso, más
deslumbrador, que una ventana iluminada por una vela: lo que se puede ver al
sol siempre es menos interesante que lo que pasa detrás de un vidrio. En aquel
agujero negro o luminoso vive la vida, sueña la vida, padece la vida”(1).
El maestro Oíza ha dicho que la ventana cerrada es, en
principio, el fundamento de la casa de todo hombre. Así, la ventana es el lugar
donde sale a borbotones la vida vivida por el habitante.
La ventana es la hernia del verbo habitar, que se asoma al
exterior de la arquitectura por donde puede.
(1) BAUDELAIRE,
Charles. Pequeños poemas en Prosa, Ed. Espasa Calpe, Madrid, 2000, pp.
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8 de septiembre de 2009
UNA CITA
Aquel que se tome el tiempo de estudiar con el detenimiento
que merece la logia de Bramante en la basílica de San Ambrosio de Milán,
descubrirá que, además del uso de unas proporciones sorprendentes para una
ciudad acostumbrada a las aspiraciones del gótico, existen unas pequeñas
columnas que se escapan del canon renacentista. Sus fustes simulan el tronco de
un árbol y parecen hacerlo con la clara intención de hacer referencia a su
origen vegetal.
Al llegar a la
arcada central, las pilastras se acumulan y apilan como en una colisión de
tráfico. Primero el vegetal, tosco y sin desbastar, después y ya sobre el
plinto, la basa y el fuste plano, por último, el fuste acanalado en dos tramos.
Mediante la presencia del mecanismo de la cita, esta obra se sitúa dentro de un
universo de autoconciencia de lo que supone la arquitectura y simultáneamente
se convierte en un comentario sobre sus orígenes, (tema sobre el que los
teóricos de la arquitectura continuarán sin descanso hasta bien entrado el
siglo XIX).
Si la cita es aquí
un mecanismo digno de estudio no es solo por su capacidad de alterar el futuro
y generar sus relecturas, ni tampoco porque resuenen en él los incesantes ecos
del pasado. Lo es por ser una máquina multidimensional, capaz de servir con
exquisita habilidad al orden global de la logia al resolver el problema
compositivo de enlazar las pilastras que reciben arcos de diferentes
dimensiones, y a la vez, construir allí toda una teoría del pasado de la
arquitectura por un mecanismo semejante al de un moderno story board o
un comic.
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4 de septiembre de 2009
VENTANAS SIN CRISTAL
A Peter Eisenman no le sentó nada bien que la noche antes de
una exposición en la última planta del Instituto de Arquitectura y Estudios
Urbanos de Nueva York, uno de los participantes, Gordon Matta Clark, reventara
con una escopeta de aire comprimido todos los cristales del edificio.
Eisenman ordenó recolocarlos de inmediato aludiendo su semejanza con “la noche de los cristales rotos” nazi. Seguramente Gordon Matta Clark no había caído en eso. Pero el plan estaba bien meditado y era coherente con el título de la exposición: "Idea as a model". Si el gesto era una acción con sombrías referencias, sin embargo contenía mucho de la irreverencia propositiva de Matta Clark hacia la universidad de Cornell, los Five architects allí expuestos, y la misma arquitectura como allí se entendía.
El gesto de romper en pleno mes de diciembre en una ciudad como Nueva York los cristales de un edificio suponía, a efectos prácticos, convertirlo en algo inutilizable. Ese punto es precisamente el centro de todas las experiencias artísticas abordadas por Matta Clark: Lo que no puede ser utilizado, aun siendo rico desde el punto de vista espacial o urbano, no es arquitectura sino arte. Es decir, lo inútil nunca podrá ser arquitectura. Desde esa definición él era a todas luces el más funcionalista, el más antiformalista, de todos los allí expuestos.
Con todo, la acción si bien clara, no era precisamente muy sutil. Una ventana sin vidrio posee otros matices que también fueron pasados por alto y ante los cuales ni siquiera alguien como Eisenman podría haber argumentado en su contra. Un recóndito poeta sueco era, sin saberlo, el mejor aliado de Matta Clark:
“Ventana sin cristal es soledad y desamparo, cristal fuera de su marco, desperdiciado, triturado, o quizá nunca estuvo allí, ventana incompleta, abandonada antes de tiempo.
Una ventana así es un marco sin cuadro, o el cuadro se alejó y devino paisaje real afuera, o, visto desde afuera, una abertura hacia un cuarto, y no más un límite entre la habitación y el infinito, ya no más una cercana e invisible protección contra el viento, la lluvia, el frío.
Los pájaros la descubren y sin vacilación empiezan a entrar y salir del hueco sin cristal, triunfantes, rápidas como dardos, como si jamás confundieran una ventana verdadera con una de esos agujeros cuadrados en la pared (pero qué ocurriría si inesperadamente uno pusiera un cristal nuevo en la ventana: ¿se estrellarían los pájaros en su incontenible costumbre y se aplastarían contra el cristal?).(...)
La ventana sin cristal me habla en el silencio de su vacío, en la capitulación de su ausencia, pero lo que en realidad me dice, eso no puede ser simplemente traducido en palabras concisas.” (1)
Es posible soñar la coincidencia en el tiempo y en el espacio de Gordon Matta Clark y el autor de esas líneas, Artur Lundkvist, disfrutando esa noche de 1976 como dos chiquillos con la escopeta prestada de Dennis Oppenheim, mientras iban abatiendo furtivamente todos los prejuicios sobre lo que es una ventana y la mismísima arquitectura.
(1) LUNDKVIST, Artur, Textos del ocaso, Ed. Montesinos, Barcelona, 1984, pp.16
Eisenman ordenó recolocarlos de inmediato aludiendo su semejanza con “la noche de los cristales rotos” nazi. Seguramente Gordon Matta Clark no había caído en eso. Pero el plan estaba bien meditado y era coherente con el título de la exposición: "Idea as a model". Si el gesto era una acción con sombrías referencias, sin embargo contenía mucho de la irreverencia propositiva de Matta Clark hacia la universidad de Cornell, los Five architects allí expuestos, y la misma arquitectura como allí se entendía.
El gesto de romper en pleno mes de diciembre en una ciudad como Nueva York los cristales de un edificio suponía, a efectos prácticos, convertirlo en algo inutilizable. Ese punto es precisamente el centro de todas las experiencias artísticas abordadas por Matta Clark: Lo que no puede ser utilizado, aun siendo rico desde el punto de vista espacial o urbano, no es arquitectura sino arte. Es decir, lo inútil nunca podrá ser arquitectura. Desde esa definición él era a todas luces el más funcionalista, el más antiformalista, de todos los allí expuestos.
Con todo, la acción si bien clara, no era precisamente muy sutil. Una ventana sin vidrio posee otros matices que también fueron pasados por alto y ante los cuales ni siquiera alguien como Eisenman podría haber argumentado en su contra. Un recóndito poeta sueco era, sin saberlo, el mejor aliado de Matta Clark:
“Ventana sin cristal es soledad y desamparo, cristal fuera de su marco, desperdiciado, triturado, o quizá nunca estuvo allí, ventana incompleta, abandonada antes de tiempo.
Una ventana así es un marco sin cuadro, o el cuadro se alejó y devino paisaje real afuera, o, visto desde afuera, una abertura hacia un cuarto, y no más un límite entre la habitación y el infinito, ya no más una cercana e invisible protección contra el viento, la lluvia, el frío.
Los pájaros la descubren y sin vacilación empiezan a entrar y salir del hueco sin cristal, triunfantes, rápidas como dardos, como si jamás confundieran una ventana verdadera con una de esos agujeros cuadrados en la pared (pero qué ocurriría si inesperadamente uno pusiera un cristal nuevo en la ventana: ¿se estrellarían los pájaros en su incontenible costumbre y se aplastarían contra el cristal?).(...)
La ventana sin cristal me habla en el silencio de su vacío, en la capitulación de su ausencia, pero lo que en realidad me dice, eso no puede ser simplemente traducido en palabras concisas.” (1)
Es posible soñar la coincidencia en el tiempo y en el espacio de Gordon Matta Clark y el autor de esas líneas, Artur Lundkvist, disfrutando esa noche de 1976 como dos chiquillos con la escopeta prestada de Dennis Oppenheim, mientras iban abatiendo furtivamente todos los prejuicios sobre lo que es una ventana y la mismísima arquitectura.
(1) LUNDKVIST, Artur, Textos del ocaso, Ed. Montesinos, Barcelona, 1984, pp.16
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31 de agosto de 2009
ARQUITECTURA A LA DEFENSIVA
Las arquitecturas defensivas trazadas por Miguel Ángel para
la muralla de Florencia son toda una declaración del arte de la guerra. Una
arquitectura nacida para la defensa siempre habla indirectamente de los modos
de ataque que sobre ella van a ser empleados. De ese modo existe una historia y
una cronología del armamento encubierta en las edificaciones y fortines capaces
de contenerlas y servir de refugio.
Si estos trazados son seductores es también por el conflicto
interno que esconden. Para Miguel Ángel las fortificaciones deben ser diseñadas
con el rigor geométrico de no ofrecer puntos ciegos al enemigo por donde
favorecer el asalto. Rigor en los trazados de las municiones lanzadas, rigor en
los campos barridos por el fuego de las todavía lentas y pesadas armas del
siglo XVI. Rigor en el grosor de muros
que deben resistir las salvas de los cañones enemigos, no ofrecer débiles
planos frontales y a la vez dar cabida al ejercito defensor permitiendo su
maniobrabilidad.
Y sin embargo en una edificación donde nada puede ser
gratuito, para el desprotegido ángulo de la Porta al Prato d'Ognissanti, Miguel
Ángel propone una edificación extraordinariamente recargada desde el punto de
vista de la forma, porque sabe que la
imagen de lo inexpugnable es un arma disuasoria de primer orden.
A punto de devorar a sus enemigos, esta arquitectura feroz
augura las exigencias formales de la arquitectura expresionista del futuro.
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24 de agosto de 2009
INVENTOS DE INVENTOR
Buckminster Fuller nunca fue un arquitecto. Lo cual despertó
siempre suspicacias entre éste círculo profesional, y eso es algo que además de
tener cierta ironía encierra profundos motivos de reflexión. Más aun si
recordamos que al final de su carrera obtuvo los máximos honores por parte de
los más importantes organismos de arquitectura del mundo sajón.
En un momento posbélico donde la moral de un país hizo
bandera de figuras optimistas y amables como la suya, es más que suficiente ser
un notable pedagogo, un poeta habilidoso y un importante ingeniero para merecer
reconocimiento. A esos insignes títulos Philip Johnson añade el de charlatán,
genio técnico y gurú, pero no el de arquitecto. Para eso es necesario, al
menos, la producción de forma significante (1).
Tampoco fue arquitecto en su sentido renacentista. Abarcar muchos campos con un honesto talento transdisciplinar, no significa hacerlo con el mismo punto de mira ni la misma intensidad que lo hacían los artistas universales de la talla de Leonardo, Alberti o Miguel Angel.
Las preocupaciones y los temas de Fuller son limitados. Y sin embargo por eso mismo han conseguido ser una potente fuente de sugerencias para muchos de los campos que tocó lateralmente. Sin su figura, hoy es difícil entender mucho del arte minimalista de los años setenta y muchas de las corrientes utópicas de arquitectura de esa misma época. Para muchos ingenieros actuales, Fuller, además de ser una figura amateur, ha servido para reorientar su inventiva hacia las estructuras profundas de la naturaleza. Y eso por no hablar de su influencia en obras de arquitectos de la talla de Kahn o artistas como Olafur Eliasson.
Entre todos los inventos de Buckminster Fuller seguramente el único que no quisiera él que cayera en el olvido es el de su marca Dymaxion: La casa Dymaxion, El coche Dymaxion, el baño Dymaxion o el mapa Dymaxion son solo sus anécdotas. Dymaxion: solo la palabra ya es suficientemente representativa de su locuacidad y su brío. Es una palabra-cohete.
La imagen del comienzo es una fiel descripción del personaje. Se trata de un telegrama enviado por Bucky Fuller a Isamu Noguchi en 1936 explicando, brevemente, la ley de la relatividad general enunciada por Einstein: E = mc2
En el panorama mediático de la actualidad, y recordemos que ese era precisamente el lugar donde Bucky era un auténtico maestro, nadie le supera a la hora de generar debate. Tampoco en arrojo, optimismo e inconsciencia.
(1) Interview with Architect Philip Johnson, “Buckminster Fuller: thinking Out Loud”, En American Masters series, Thirteen/WNET, 10 de Abril 1996, http://www.thirteen.org/bucky/johnson.html
Tampoco fue arquitecto en su sentido renacentista. Abarcar muchos campos con un honesto talento transdisciplinar, no significa hacerlo con el mismo punto de mira ni la misma intensidad que lo hacían los artistas universales de la talla de Leonardo, Alberti o Miguel Angel.
Las preocupaciones y los temas de Fuller son limitados. Y sin embargo por eso mismo han conseguido ser una potente fuente de sugerencias para muchos de los campos que tocó lateralmente. Sin su figura, hoy es difícil entender mucho del arte minimalista de los años setenta y muchas de las corrientes utópicas de arquitectura de esa misma época. Para muchos ingenieros actuales, Fuller, además de ser una figura amateur, ha servido para reorientar su inventiva hacia las estructuras profundas de la naturaleza. Y eso por no hablar de su influencia en obras de arquitectos de la talla de Kahn o artistas como Olafur Eliasson.
Entre todos los inventos de Buckminster Fuller seguramente el único que no quisiera él que cayera en el olvido es el de su marca Dymaxion: La casa Dymaxion, El coche Dymaxion, el baño Dymaxion o el mapa Dymaxion son solo sus anécdotas. Dymaxion: solo la palabra ya es suficientemente representativa de su locuacidad y su brío. Es una palabra-cohete.
La imagen del comienzo es una fiel descripción del personaje. Se trata de un telegrama enviado por Bucky Fuller a Isamu Noguchi en 1936 explicando, brevemente, la ley de la relatividad general enunciada por Einstein: E = mc2
En el panorama mediático de la actualidad, y recordemos que ese era precisamente el lugar donde Bucky era un auténtico maestro, nadie le supera a la hora de generar debate. Tampoco en arrojo, optimismo e inconsciencia.
(1) Interview with Architect Philip Johnson, “Buckminster Fuller: thinking Out Loud”, En American Masters series, Thirteen/WNET, 10 de Abril 1996, http://www.thirteen.org/bucky/johnson.html
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17 de agosto de 2009
ESPACIOS EN ESPERA
Hace más de 20 años, como ponen de manifiesto estas
viviendas de Nemausus, en Nimes, Nouvel postula que lo “perfectible” es
diferente de lo “flexible”. Perfeccionar no es posibilitar. No se trata de
proponer espacios que el cliente se limite a amueblar, se trata de asumir, con
un punto de modestia pero también con algo de callada arrogancia, que el
arquitecto, haga lo que haga, nunca va a ofrecer en su propuesta el color, el
alicatado o la moqueta que el usuario desearía. Todo sea dicho, con argumentos
económicos.
El abismo entre el usuario y el arquitecto es doblemente
subrayado. Dejar así las cosas es tanto como decir que hay una estética en lo
“perfectible” que nadie salvo el arquitecto es capaz de apreciar.
La vivienda es la arquitectura y las instalaciones, sin
acabados, a la espera de que el usuario rellene y decore: habite. Por eso el
bote de refresco olvidado sobre la pila del fregadero, -en verdad única
infraestructura de la casa-, recuerda tanto esos objetos de las cocinas de Le
Corbusier. Aunque donde antes había una pescadilla, un ventilador, o un trozo
de pan, que aludían sabe Dios que símbolos perdidos, Nouvel deja un descuido de
lo más Pop. ¿O es el fontanero el descuidado?.
Jean Nouvel es un arquitecto tremendo. Interprétese como se
quiera.
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10 de agosto de 2009
SOMBRAS DE OBRAS
Saarinen, dibuja en Yale, dentro de la tradición más académica de su generación, las sombras arrojadas en planta de su propuesta; también de árboles, con sus minuciosos contornos y ramajes; los muros, que permiten intuir ya la relación topológica de los recorridos; los pavimentos y las cubiertas de los edificios existentes con sus precisos despieces y límites...
El dibujo resulta lleno, atiborrado, con el mismo horror vacui de los bajorrelieves de un monumento antiguo. Curiosamente, en ese conjunto, las edificaciones resultan difíciles de encontrar. Están agazapadas entre otros trazos más numerosos, con una densidad de detalle menor, casi insignificantes. En realidad es como si se hubiese producido una inversión de los medios. El proyecto es lo que menos tinta requiere, no así el resto de las sombras, pavimentos y edificaciones existentes.
El resultado es una planta que permite imaginar los espacios públicos, casi habitarlos y recorrerlos, más aun que las propias edificaciones, destacando con habilidad cual es para Saarinen, el verdadero ámbito universitario.
En un momento en que dibujar así llevaba aparejado cierto dispendio en términos de tiempo, esto se vuelve aun más significante.
El resultado es una planta que permite imaginar los espacios públicos, casi habitarlos y recorrerlos, más aun que las propias edificaciones, destacando con habilidad cual es para Saarinen, el verdadero ámbito universitario.
En un momento en que dibujar así llevaba aparejado cierto dispendio en términos de tiempo, esto se vuelve aun más significante.
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3 de agosto de 2009
TABLERO DE JUEGOS
Unos niños juegan en un solar vacío. Aunque vacío no es la palabra. Ese solar que intuimos antes ocupado por una mole más de viviendas ha dejado paso a un espacio que es empleado como parte de la calle. La visión de las descarnadas medianeras no distrae a los muchachos que se cuelgan de las rigurosas barras de acero o se rebozan en la arena. Juego, ejercicio físico y ser capaz de probarse en el crecimiento, son aspectos que Aldo Van Eyck pone sobre este tablero de juegos de la ciudad.
También la sencillez del recreo, lo reducido de los recursos y por encima de todo, la sabiduría de su ordenamiento hace que ese espacio merezca atención: la distancia cuidadosa respecto a los peligros del tráfico, la relación entre las zonas soleadas y las de arena, la posibilidad de asiento cercano a ellas por saber que los más pequeños juegan y deben ser vigilados por adultos, las diferentes habilidades respecto a las diferentes edades, la reserva de espacio para correr, las velocidades y las alturas de los muchachos. Toda una sociología y una antropología está encerrada en este vacío. También toda una arquitectura.
Tras la segunda guerra mundial, Aldo van Eyck despliega sobre cientos de esos jirones olvidados de Ámsterdam la magia de esos campos de juego. Generaciones se han beneficiado de una relación con la calle y con sus semejantes posibilitada por esos espacios. No se me ocurre mejor ejemplo para mostrar la capacidad de la arquitectura para entrenar sin rencor en el ejercicio del habitar la ciudad.
También la sencillez del recreo, lo reducido de los recursos y por encima de todo, la sabiduría de su ordenamiento hace que ese espacio merezca atención: la distancia cuidadosa respecto a los peligros del tráfico, la relación entre las zonas soleadas y las de arena, la posibilidad de asiento cercano a ellas por saber que los más pequeños juegan y deben ser vigilados por adultos, las diferentes habilidades respecto a las diferentes edades, la reserva de espacio para correr, las velocidades y las alturas de los muchachos. Toda una sociología y una antropología está encerrada en este vacío. También toda una arquitectura.
Tras la segunda guerra mundial, Aldo van Eyck despliega sobre cientos de esos jirones olvidados de Ámsterdam la magia de esos campos de juego. Generaciones se han beneficiado de una relación con la calle y con sus semejantes posibilitada por esos espacios. No se me ocurre mejor ejemplo para mostrar la capacidad de la arquitectura para entrenar sin rencor en el ejercicio del habitar la ciudad.
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27 de julio de 2009
RETOCANDO A MIES
Toda la historia del pabellón de Barcelona fue construida sobre sus imágenes. Ninguno de los críticos que la encumbraron como uno de los más notables monumentos de la modernidad visitó el pabellón. Tampoco su condición efímera es nueva. Ya alguien tan preclaro como Picasso había establecido sus propias reflexiones al ser acusado de manejarse con medios sujetos a caducidad y podredumbre: “Al fin y al cabo, más adelante nadie verá el cuadro, sino que solo se verá su leyenda, la leyenda creada por el cuadro y entonces es indiferente si el cuadro dura o no dura. Más tarde lo restaurarán, un cuadro vive por su leyenda, no por ninguna otra cosa.” (1)
Curiosamente ni esas imágenes ni la documentación que circulaba sobre el pabellón de Barcelona eran precisamente fiables sino que fueron interpretadas, modificadas y arregladas impunemente. No sabemos si solo por el propio autor. Sobre las plantas y alguna de esas fotografías, Josep Quetglas ya ha volcado toda su exuberante inteligencia.
Las dos imágenes del comienzo difieren solo en el campanile que asoma sobre la cubierta del Pabellón. Sorprende porque ese retoque es imposible atribuirlo al descuido de un periodista inocente. Semejante asunto es más propio del aparato de publicidad estatal más moderno o de un despacho de arquitectura contemporáneo.
No se eliminan las macetas plantadas con geranios en el zócalo, algo que es en realidad accesorio, sino lo que contradice el sentido horizontal de la cubierta. Lo cual como se puede comprender, es mucho saber de arquitectura y más de la recién inaugurada poética de Mies.
La lista de “descuidos” en el pabellón son innumerables. Curiosamente todos jugando a favor: pilares desaparecidos en las plantas, ausencias de columnas y sombras, banderas, zócalos completos donde antes solo se insinuaban, esta torre fantasma sobre la cubierta...
A la vista de tanto retoque, ¿la reconstrucción fue realmente fiel al pabellón de Barcelona o solo a esas imágenes irreales y fantasmagóricas que construyeron su leyenda?. La pregunta es peligrosa pero debe hacerse, aun a sabiendas que seguramente no alterará la idea que hoy tenemos del pabellón.
(1) KRAUSS, Rosalind E., Los papeles de Picasso, Editorial Gedisa, Barcelona, 1999, (título original, The Picasso Papers, Farrar, Straus and Giroux, Nueva York, 1998). pp 71.
Curiosamente ni esas imágenes ni la documentación que circulaba sobre el pabellón de Barcelona eran precisamente fiables sino que fueron interpretadas, modificadas y arregladas impunemente. No sabemos si solo por el propio autor. Sobre las plantas y alguna de esas fotografías, Josep Quetglas ya ha volcado toda su exuberante inteligencia.
Las dos imágenes del comienzo difieren solo en el campanile que asoma sobre la cubierta del Pabellón. Sorprende porque ese retoque es imposible atribuirlo al descuido de un periodista inocente. Semejante asunto es más propio del aparato de publicidad estatal más moderno o de un despacho de arquitectura contemporáneo.
No se eliminan las macetas plantadas con geranios en el zócalo, algo que es en realidad accesorio, sino lo que contradice el sentido horizontal de la cubierta. Lo cual como se puede comprender, es mucho saber de arquitectura y más de la recién inaugurada poética de Mies.
La lista de “descuidos” en el pabellón son innumerables. Curiosamente todos jugando a favor: pilares desaparecidos en las plantas, ausencias de columnas y sombras, banderas, zócalos completos donde antes solo se insinuaban, esta torre fantasma sobre la cubierta...
A la vista de tanto retoque, ¿la reconstrucción fue realmente fiel al pabellón de Barcelona o solo a esas imágenes irreales y fantasmagóricas que construyeron su leyenda?. La pregunta es peligrosa pero debe hacerse, aun a sabiendas que seguramente no alterará la idea que hoy tenemos del pabellón.
(1) KRAUSS, Rosalind E., Los papeles de Picasso, Editorial Gedisa, Barcelona, 1999, (título original, The Picasso Papers, Farrar, Straus and Giroux, Nueva York, 1998). pp 71.
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20 de julio de 2009
ESTAMPA JAPONESA
Arthur Milam, el propietario de esta casa, aun vive en esa estampa japonesa que Paul Rudolph dibujó para él en 1962.
Un lago pequeño sobre cuyos bordes crece un grupo de cañas hace agradable salir de ese baño y ascender, primero pisando sobre un suelo en apariencia limpio y alfombrado, después sobre peldaños livianos hasta llegar a una plataforma donde contemplar, bajo el sol, el horizonte de vuelta. Después el suave progreso por la ladera en escalones que acompañan amables hasta una pequeña plataforma y luego hasta el umbráculo cuasi-neoplástico de bloques de hormigón de la casa.
Se habla de estampa japonesa no tanto por el sencillo buen gusto del dibujo, sino por esa capacidad de establecer y orientar la mirada hacia la arquitectura por medio de planos de profundidad superpuestos. El uso del mecanismo de la perspectiva parece secundario, de hecho los ojos y la mirada prescinden de ella puesto que se recorre el dibujo en tres planos independientes: lago, ladera y casa.
El dibujo también ha conseguido sugerir un feliz verano perpetuo de un modo más honesto que las fáciles dulzuras posmodernas. Paul Rudolph sufrió las iras inmisericordes de toda la resabiada y pesimista generación liderada por Robert Venturi por el carácter “heroico” de su obra. Para nosotros la permanencia de esa arquitectura, si no heroica si fiel heredera de la modernidad, es probada.
Hoy esta estampa recuerda la capacidad del dibujo para conformar y buscar la “atmósfera” de la arquitectura ya desde el papel, e imaginar felicidades, ingenio y formas de vida anticipándose a la realidad.
Se habla de estampa japonesa no tanto por el sencillo buen gusto del dibujo, sino por esa capacidad de establecer y orientar la mirada hacia la arquitectura por medio de planos de profundidad superpuestos. El uso del mecanismo de la perspectiva parece secundario, de hecho los ojos y la mirada prescinden de ella puesto que se recorre el dibujo en tres planos independientes: lago, ladera y casa.
El dibujo también ha conseguido sugerir un feliz verano perpetuo de un modo más honesto que las fáciles dulzuras posmodernas. Paul Rudolph sufrió las iras inmisericordes de toda la resabiada y pesimista generación liderada por Robert Venturi por el carácter “heroico” de su obra. Para nosotros la permanencia de esa arquitectura, si no heroica si fiel heredera de la modernidad, es probada.
Hoy esta estampa recuerda la capacidad del dibujo para conformar y buscar la “atmósfera” de la arquitectura ya desde el papel, e imaginar felicidades, ingenio y formas de vida anticipándose a la realidad.
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13 de julio de 2009
MAS CURVAS
Por oposición a esos otros soportes de Saarinen, los de Le Corbusier para la Unité de Marsella son casi de una sencillez cómica. Las secciones se apilan con implacable lógica, cortadas por ese cuchillo mágico que usa el arquitecto al dibujar lo informe y no superpuestas e indescifrables como en la terminal de la TWA.
Me gustaría decir que las mejores curvas de Le Corbusier las encontramos en su arquitectura más que en su pintura, pero no siempre es así. Botellas, platos y luego mujeres y sus contornos han sido en sus cuadros de una riqueza plástica poderosa. De sus curvas de arquitectura las mejores son las que han logrado adquirir carácter por razones funcionales, como las de sus múltiples auditorios; simbólicas, como el abrazo del pabellón de Suiza en París y Notre Dame du Aut; o constructivas, como es el caso de estos soportes.
Aquí, las armaduras no solo disponen el interior de las masas de hormigón sino que dan consistencia a las curvas que se piensan en términos de continuidad con las secciones antecedentes. Deducir a partir de la disposición de este armado que existen otros soportes que exigen compensar las cargas en desequilibrio intuidas, y unas vigas que a su vez debieran soportar enormes masas, sería tanto como imaginar que es posible una paleontología de las formas, -o mejor una paleontografía-, capaz de descifrar la arquitectura a partir de sus restos. Una auténtica arqueología. Nada extraño si pensamos que a otras disciplinas le es dado reconstruir a partir de un fragmento de hueso la totalidad de la osamenta, las costumbres alimenticias o reproductoras de especies perdidas.
Si en el dibujo de Saarinen para la TWA es posible imaginar seres voladores extintos, ese dibujo de los soportes de la Unité, tiene algo del fósil de un insecto atroz, atrapado cuando extendía sus mandíbulas para devorar una víctima.
Me gustaría decir que las mejores curvas de Le Corbusier las encontramos en su arquitectura más que en su pintura, pero no siempre es así. Botellas, platos y luego mujeres y sus contornos han sido en sus cuadros de una riqueza plástica poderosa. De sus curvas de arquitectura las mejores son las que han logrado adquirir carácter por razones funcionales, como las de sus múltiples auditorios; simbólicas, como el abrazo del pabellón de Suiza en París y Notre Dame du Aut; o constructivas, como es el caso de estos soportes.
Aquí, las armaduras no solo disponen el interior de las masas de hormigón sino que dan consistencia a las curvas que se piensan en términos de continuidad con las secciones antecedentes. Deducir a partir de la disposición de este armado que existen otros soportes que exigen compensar las cargas en desequilibrio intuidas, y unas vigas que a su vez debieran soportar enormes masas, sería tanto como imaginar que es posible una paleontología de las formas, -o mejor una paleontografía-, capaz de descifrar la arquitectura a partir de sus restos. Una auténtica arqueología. Nada extraño si pensamos que a otras disciplinas le es dado reconstruir a partir de un fragmento de hueso la totalidad de la osamenta, las costumbres alimenticias o reproductoras de especies perdidas.
Si en el dibujo de Saarinen para la TWA es posible imaginar seres voladores extintos, ese dibujo de los soportes de la Unité, tiene algo del fósil de un insecto atroz, atrapado cuando extendía sus mandíbulas para devorar una víctima.
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6 de julio de 2009
CURVAS
Si la línea recta es por
excelencia la más abstracta y el objeto de la más alta racionalidad, es
peligroso definir la línea curva como su contrario. Sabemos por las matemáticas
que no median entre una y otra más que algún infinito díscolo o algún cero
inaprensivo en zonas ignotas de su álgebra. La colección de curvas de la
modernidad no han estado reñidas ni con abstracción ni con racionalidad:
carreteras, trayectorias celestes, y las obras de Eero Saarinen son una buena
muestra de esto.
Pronto celebraremos el centenario del nacimiento de Saarinen y será ocasión para revisar la riqueza de su amplio legado. La terminal de la TWA tal vez no sea más que una de esas rarezas que ocasionalmente ocurren en la vida de un arquitecto o de un momento histórico.
Hoy tenemos ante nosotros una colección de curvas que formaban uno de los soportes de ese edificio que ha inaugurado, no una sino varias estirpes de obras de la actualidad.
Si la componente figurativa de la terminal de la TWA fue un acontecimiento acogido con escepticismo por no decir abierta repulsa por parte de la modernidad, sin embargo su carga funcional y la precisión de sus difíciles geometrías no pueden ser encuadradas como fruto del mero capricho. Sobre este plano podemos admirar el rigor métrico, el desarrollo y el control tridimensional de una geometría que apenas es posible imaginar en su ejecución con medios de hace de 50 años. Este plano es una extraordinaria colección de curvas con el mismo valor de plantilla que esos hilos dejados caer al suelo de Duchamp y el cuadro de Marilyn Monroe del que algún desaprensivo presumía sacar todas las suyas para sus obras. También es una colección de tangencias.
Resulta un plano difícil de desentrañar porque habla el lenguaje secreto de la superposición. Gusta uno imaginarse a una propiedad, colegas o un operario ante él, girándolo sin descanso, tratándolo de descifrar y a Saarinen ante ellos sonriendo.
Hablar de estas curvas con argumentos de aparente sensualidad es de una torpeza adolescente. Pertenecen a esa alegría oscura de los iniciados, donde solo quien ha intentado dibujar semejantes diabluras es consciente de su imposibilidad y el inmenso talento que tras ellas aflora.
Pronto celebraremos el centenario del nacimiento de Saarinen y será ocasión para revisar la riqueza de su amplio legado. La terminal de la TWA tal vez no sea más que una de esas rarezas que ocasionalmente ocurren en la vida de un arquitecto o de un momento histórico.
Hoy tenemos ante nosotros una colección de curvas que formaban uno de los soportes de ese edificio que ha inaugurado, no una sino varias estirpes de obras de la actualidad.
Si la componente figurativa de la terminal de la TWA fue un acontecimiento acogido con escepticismo por no decir abierta repulsa por parte de la modernidad, sin embargo su carga funcional y la precisión de sus difíciles geometrías no pueden ser encuadradas como fruto del mero capricho. Sobre este plano podemos admirar el rigor métrico, el desarrollo y el control tridimensional de una geometría que apenas es posible imaginar en su ejecución con medios de hace de 50 años. Este plano es una extraordinaria colección de curvas con el mismo valor de plantilla que esos hilos dejados caer al suelo de Duchamp y el cuadro de Marilyn Monroe del que algún desaprensivo presumía sacar todas las suyas para sus obras. También es una colección de tangencias.
Resulta un plano difícil de desentrañar porque habla el lenguaje secreto de la superposición. Gusta uno imaginarse a una propiedad, colegas o un operario ante él, girándolo sin descanso, tratándolo de descifrar y a Saarinen ante ellos sonriendo.
Hablar de estas curvas con argumentos de aparente sensualidad es de una torpeza adolescente. Pertenecen a esa alegría oscura de los iniciados, donde solo quien ha intentado dibujar semejantes diabluras es consciente de su imposibilidad y el inmenso talento que tras ellas aflora.
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3 de julio de 2009
SOBRE PUERTAS Y MUROS
“Nos protegemos, nos parapetamos. Las puertas paran y
separan.
La puerta rompe el espacio, lo escinde, impide la
ósmosis, impone los tabiques: por un lado estoy yo y mi-casa, lo privado, lo
doméstico (el espacio recargado con mis propiedades: mi cama, mi moqueta, mi
mesa, mi máquina de escribir, mis libros, mis números descabalados de la Nouvelle
Revue Française... ), por otro lado están los demás, el mundo, lo público, lo
político. No se puede ir de uno a otro dejándose llevar, no se pasa de uno a
otro ni en un sentido ni en otro: es necesaria una contraseña, hay que
franquear el umbral, hay que demostrar que uno tiene carta blanca, hay que
efectuar una comunicación, como el prisionero que se comunica con el exterior”
(1)
Durante un viaje, un buen amigo hizo un encendido ataque contra la idea de muro. Cuanto más numerosos son los muros en una sociedad, mayor es su barbarie, teorizaba. Igual que las puertas, el muro es un índice de civilización: a menos muros, más desarrollo. En el colmo de su furibundo ataque, comprensible por otro lado pues esta conversación se daba en el incómodo atasco de salida del país, y en semejantes circunstancias todo puede ser furibundo, una amable señorita, por vez tercera, revisó su pasaporte. Pasa-puerta.
La ironía es que esto se producía en una sociedad ultracivilizada.
Sustituimos unos muros por otros: más leves, más etéreos o livianos pero sin llegar a suprimirlos. Al otro lado del muro siempre se esconden amenazas. Al otro lado siempre están los otros, el resto. Por eso el arquitecto debe conocer bien que solo hay tres maneras de atravesarlos: como habitante, como huésped o como ladrón.
(1) PEREC, Georges, Especies de Espacios, Editorial Montesinos, 1999,( Ed Or. Espeses d´espaces, Éditions Galilée, París, 1974), pp, 64
Durante un viaje, un buen amigo hizo un encendido ataque contra la idea de muro. Cuanto más numerosos son los muros en una sociedad, mayor es su barbarie, teorizaba. Igual que las puertas, el muro es un índice de civilización: a menos muros, más desarrollo. En el colmo de su furibundo ataque, comprensible por otro lado pues esta conversación se daba en el incómodo atasco de salida del país, y en semejantes circunstancias todo puede ser furibundo, una amable señorita, por vez tercera, revisó su pasaporte. Pasa-puerta.
La ironía es que esto se producía en una sociedad ultracivilizada.
Sustituimos unos muros por otros: más leves, más etéreos o livianos pero sin llegar a suprimirlos. Al otro lado del muro siempre se esconden amenazas. Al otro lado siempre están los otros, el resto. Por eso el arquitecto debe conocer bien que solo hay tres maneras de atravesarlos: como habitante, como huésped o como ladrón.
(1) PEREC, Georges, Especies de Espacios, Editorial Montesinos, 1999,( Ed Or. Espeses d´espaces, Éditions Galilée, París, 1974), pp, 64
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1 de julio de 2009
EL ABRAZO DEL EDIFICIO
Cualquiera que visite la obra de Aalto comprobará que los
tiradores de sus puertas son repetidos impunemente como objeto, tanto en muchos
de sus edificios como en las mismas puertas. En ocasiones apilados en vertical,
como gusanos oscuros trepando por el tronco de un árbol; otras en solitario,
aunque siempre a diferentes alturas a cada lado de esa asombrosa hoja que
separa dos mundos.
La puerta es lugar donde la musculatura se ve forzada a adoptar posturas provocadas por la arquitectura, a empujar pesos o a ralentizar el paso. Es lugar donde rozar levemente materias frías, gastadas, rugosas, o aterciopeladas. Ese momento nunca será una simple línea dibujada sobre un papel, sino de concentración significante en la que se conjura la complejidad del interior y el exterior. La puerta es el prólogo de la obra, la promesa de un por-venir arquitectónico y ofrece en ese instante un objeto capaz de adaptarse a esa altura o a ese cuerpo. También es su epílogo.
La puerta es el lugar donde la arquitectura abraza a las personas. En los tiradores de Aalto, pervive la huella de ese abrazo mutuo de generaciones. El tiempo se ha encargado de señalar con el desgaste los más utilizados. Es en la puerta donde se produce el verdadero “apretón de manos” del edificio - diría Pallasmaa- . Es allí donde los cuerpos de la arquitectura y del habitante coinciden un instante en el espacio y en el tiempo, como dos amantes.
La puerta es lugar donde la musculatura se ve forzada a adoptar posturas provocadas por la arquitectura, a empujar pesos o a ralentizar el paso. Es lugar donde rozar levemente materias frías, gastadas, rugosas, o aterciopeladas. Ese momento nunca será una simple línea dibujada sobre un papel, sino de concentración significante en la que se conjura la complejidad del interior y el exterior. La puerta es el prólogo de la obra, la promesa de un por-venir arquitectónico y ofrece en ese instante un objeto capaz de adaptarse a esa altura o a ese cuerpo. También es su epílogo.
La puerta es el lugar donde la arquitectura abraza a las personas. En los tiradores de Aalto, pervive la huella de ese abrazo mutuo de generaciones. El tiempo se ha encargado de señalar con el desgaste los más utilizados. Es en la puerta donde se produce el verdadero “apretón de manos” del edificio - diría Pallasmaa- . Es allí donde los cuerpos de la arquitectura y del habitante coinciden un instante en el espacio y en el tiempo, como dos amantes.
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