2 de febrero de 2025

EL SONIDO DEL FUTURO

Iannis Xenakis fue un gran arquitecto a pesar de que muchas de sus mejores obras fuesen solo puro ruido. Literalmente. Pero ruido del mejor. Otros arquitectos solo hacen ruido de mala calidad y hasta se empeñan en que sea ruido construido con ladrillos y hormigón. Sin embargo, el de Xenakis eran palabras mayores. No son muchas las personas invadidas por un incansable espíritu de resistencia al mundo. Xenakis se resistió a morir a manos de los nazis durante la Segunda Guerra Mundial, aunque resultó condenado y marcado con una cicatriz brutal. Se resistió a que Le Corbusier no le reconociera como autor del Pabellón Philips, cosa que acabó con su despido tras más de doce años de estrecha colaboración. Y se resistió a ser un músico convencional apegado al sonido que pudiesen emitir pianos y violines para saltar al puro sonido estocástico.
Xenakis era un arquitecto y un músico monumental que construía espacios con rayos láser y melodías metálicas. Sus espectáculos llegaron a hacerse extrañamente populares a pesar de ser complejos y poco amables para el oído entrenado en la música del pasado. Sin embargo, era capaz de hablar del futuro con más fuerza y energía de lo que habría podido imaginar incluso Le Corbusier. A Xenakis le bastaban sus ruidos para hablar de lejanas galaxias y de sus estrellas, de la ciudad atiborrada de coches y atropellos, y del bullicioso jolgorio extraterrestre. Hacedor de una casa blanca y bulbosa para su yerno y su hija, el vivir entre sus muros no parece, a pesar de todo, una experiencia tan enriquecedora como el escuchar los delicados tintineos y tronar de planchas metálicas de sus composiciones.
La arquitectura no tiene muchas oportunidades de hablar del futuro en estado puro. Una tal vez sea por medio del lanzamiento de propuestas utópicas. Sin embargo, Xenakis, consciente de que cada medio tiene sus propias posibilidades, eligió una mejor: la de recrear la atmósfera sonora del porvenir. El tiempo le ha dado la razón: el futuro sigue sonando como profetizó. Cuando pasamos por una obra y escuchamos un trozo de metal caer al suelo, el chirrido que emite el corte de una sierra radial o el golpe seco de un contenedor de escombros al posarse sobre el suelo, nos recuerda la vigencia de su oráculo. El futuro estará lleno de sus ruidos de obra.

 
Iannis Xenakis was a great architect despite many of his best works being pure noise. Literally. But the best kind of noise. Other architects only make low-quality noise and even insist on building it with bricks and concrete. However, Xenakis's noise was on another level. Not many people are driven by an unyielding spirit of resistance to the world. Xenakis resisted dying at the hands of the Nazis during World War II, though he was left condemned and marked with a brutal scar. He resisted Le Corbusier's refusal to recognize him as the author of the Philips Pavilion, which led to his dismissal after more than twelve years of close collaboration. And he resisted being a conventional musician tied to the sounds of pianos and violins, leaping instead into pure stochastic sound.
Xenakis was a monumental architect and musician who built spaces with laser beams and metallic melodies. His performances became strangely popular despite being complex and unfriendly to ears trained in the music of the past. However, he was able to speak of the future with more force and energy than even Le Corbusier could have imagined. Xenakis needed only his noises to speak of distant galaxies and their stars, the city teeming with cars and accidents, and the bustling extraterrestrial revelry. Creator of a white, bulbous house for his son-in-law and daughter, living within its walls does not seem, despite everything, as enriching an experience as listening to the delicate tinkling and thunder of metal sheets in his compositions.
Architecture doesn't often get the chance to speak of the future in its purest form. One way might be through the launch of utopian proposals. However, Xenakis, aware that each medium has its own possibilities, chose a better one: recreating the sonic atmosphere of the future. Time has proven him right: the future still sounds as he prophesied. When we pass by a construction site and hear a piece of metal fall to the ground, the screech of a radial saw cutting, or the thud of a debris container hitting the ground, it reminds us of the validity of his oracle. The future will be filled with his construction noises.
 

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