7 de agosto de 2023
VIEJAS PLANTAS
Esta planta tiene mil años. Casi los mismos que la abadía de Cluny. El tiempo ha borrado su significado y se ofrece ante nosotros como un ser sin edad, fuera de todo estilo y significado. Los restos arqueológicos de Pueblo Bonito son una delicia para las redes sociales porque son hermosos por sí mismos. Estas ruinas representan una antigua estructura construida por la civilización ancestral de los Anasazi. Ubicadas en el Parque Nacional de Chaco Canyon, en Nuevo México, cualquier amante del dibujo de la arquitectura puede ver en su trazado y geometría de cuadrados anidados, cosidos con habilidad, un ejercicio plástico de primer orden. Es evidente que las formas hablan por sí mismas y que los círculos corresponden a lugares especiales y la geometría rectangular, a espacios de un orden más común. El conjunto se enrosca protegiendo esos círculos. Sin embargo, no podemos deducir mucho más porque permanecemos lejos de su uso, sus habitantes y sus costumbres reales. Las más de seiscientas habitaciones rectangulares que contiene no permiten averiguar si eran casas por sí mismas, espacios compartidos o qué tipo de ceremoniales se producían en su interior. Tampoco sabemos si el conjunto era una ciudad o solo un centro ritual. Ciegos ante estas cosas básicas a la hora de conocer algo sobre el modo cómo se habitaba, para nosotros son unas hermosas ruinas de adobe y piedra. Hay arquitecturas que sobreviven para recordarnos que precisamente es el encanto de la geometría lo que vive y vivirá más que nosotros y no el programa. Ni siquiera en las Pirámides necesitamos saber ya si eran enterramientos de faraones o calendarios celestes.
This blueprint is a thousand years old. Almost as old as the Abbey of Cluny. Time has erased its meaning, presenting itself to us as an ageless being, devoid of any style or significance. The archaeological remains of Pueblo Bonito are a delight for social media because they are beautiful in their own right. These ruins represent an ancient structure built by the ancestral civilization of the Anasazi. Located in Chaco Canyon National Park in New Mexico, any lover of architectural drawings can see in its layout and geometry of nested squares, skillfully stitched together, a first-rate plastic exercise. It is evident that the forms speak for themselves, with circles corresponding to special places and rectangular geometry representing more common ordered spaces. The ensemble coils around, protecting those circles. However, we cannot deduce much more because we remain distant from its use, its inhabitants, and their actual customs. The over six hundred rectangular rooms do not allow us to ascertain whether they were individual houses, shared spaces, or what kind of ceremonies took place inside them. Nor do we know if the complex was a city or just a ritual center. Blind to these basic aspects of understanding how it was inhabited, for us, they are beautiful ruins of adobe and stone. There are architectures that survive to remind us that it is precisely the charm of geometry that lives on and will outlast us, not its program. We no longer even need to know if the Pyramids were burial sites for pharaohs or celestial calendars.
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