30 de mayo de 2022
EN LA OBRA NO HAY PRIMAVERA
Cualquiera que haya puesto ladrillos o vidrios, cualquier capataz, obrero o
ferrallista, cualquiera que haya pisado una obra sabe que se trata un
espacio hostil en el que perpetuamente se vive bajo un frío o un calor
insoportables. Los bidones que contienen hogueras ocasionales constituyen un
símbolo ancestral del momento de la construcción. En la obra no hay
primavera. Por esa razón, solamente una vez concluidas, pueden adquirir algo
del calor sustancial al cobijo humano.
Aunque no siempre se logra.
Hay quien construye verdaderas cámaras frigoríficas.
La imagen podría ser la del serpentín que forma la espalda de un frigorífico moderno. Pero es peor. Es el suelo radiante de la casa Edith Farnsworth. La distribución de las mangueras que recorren la casa, de pura uniformidad, ajenas por completo a la orientación, al exterior, a los árboles y las sombras que ofrecen sobre ese suelo, son una declaración elocuente de los intereses de Mies Van der Rohe por el buen vivir de su clienta.
Desde luego en esta obra no había un clima bien temperado. O invierno o tórrido verano. Ni más, ni menos. En Mies nunca hubo asomo de primavera.
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