29 de marzo de 2021
IR TIRANDO
Existe un camino emprendido por el sucesivo encogimiento de las cosas que es rico y tiene su origen en una delicada reducción del tamaño. Se adelgazan los triglifos, los capiteles y los ábacos, y uno casi se queda sin nada. O si se detiene a tiempo, incluso queda un dórico esencial. Esa decantación, esa purificación del adorno supone un camino sin retorno a la vez que enfrentarse a la consciencia de un cambio inminente en los signos de los tiempos.
Poco se ha hablado de esta estrategia de jibarización del ornamento en la historia del imparable despojo de lo decorativo en la modernidad. Sin embargo entre la tabula rasa que hace Loos con el ornamento (y la entronización de la materia) y este pequeño paso que podría ser calificado de “ir tirando”, es decir, de reducir aunque sin llegar del todo a borrar ni a extirpar el pasado, existen dos actitudes radicalmente enfrentadas. No está de más señalar que solo una de ellas habla de continuidad (y todo lo que suene hoy a continuidad merece una vindicación).
La propuesta de Lewerentz es provisional, evidentemente. Puede ser calificada de reaccionaria y tiene algo de parche. Es un “ir tirando” momentáneo, hasta que aparezca otro sistema ornamental, u otro lenguaje, u otra cosa. Es decir, es una propuesta en espera, esperanzada. Puede que por eso, (además por su evidente delicadeza), resulte tan valiosa una vez pasado el tiempo. Porque es un “ir tirando”, no como el ir aguantando sin más, sino como el lastre que arrojan los globos por la borda para subir más y más alto. Y que a veces se ha mostrado como la última salida para llegar, no solo alto, sino más lejos.
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