18 de enero de 2021
LA VENGANZA DEL AGUA
Los canalones, tuberías y gárgolas, forman parte del necesario exilio del agua en la arquitectura. Fontaneros, ingenieros y arquitectos confían en que el agua circule por donde debe, como un buen soldado con sus ejercicios de orden cerrado. Sin embargo ésta es indisciplinada, infantil y además tiene el oído muy fino, y a la mínima trata de colarse por el sitio más imprevisto provocando goteras y humedades. Por eso y por mucho que para aplacar sus caprichos se fabriquen divertidos toboganes, saltos maravillosos y circuitos de vértigo, a la mínima ocasión el agua, siempre caprichosa, hace lo que le da la gana y se escapa con un sigiloso goteo o el canturreo de un descarado chorro.
Solo encuentro un motivo para tanta malicie: el agua, arquitecta ancestral de cuevas y oquedades en el seno de la tierra, excelsa constructora de galerías y túneles catedralicios (aunque no muy visitados), siente unos celos mortales de esa otra arquitectura, más humana popular y ligera, construida sobre el suelo. Y en justa venganza trata de demoler sutilmente cada una de las obras que compiten con su inmemorial tallado de estalactitas y formaciones pétreas… Nadie se da cuenta de esos celos. Y menos los presuntuosos arquitectos.
Pero, nadie se engañe, cuando aparece la más mínima gotera afloran las razones de una ciega, lenta y premeditada venganza…
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4 comentarios:
Es cierto, el agua es un peligro a neutralizar, pero creo que en el caso del edificio que sale en las fotos, lo que siente es vergüenza...
Muchas gracias por tu comentario. Algo de vergüenza siente el agua cuando se la expulsa con cariño.
Como dicen los albañiles por mi tierra, "el agua no tiene hueso"
Los albañiles son muy sabios. Gracias, Alberto.
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