11 de diciembre de 2017

LO INDIGNO DE VIVIR BAJO UNA ESCALERA


San Alejo y Harry Potter comparten un espacio indigno como símbolo de su mala posición social: el despreciable espacio bajo la escalera. Ese maltratado espacio, que supuso un refugio básico para la supervivencia del santo del siglo V, del triunfante y joven mago y de muchas bicicletas y trastos sin uso, también ha sido el invernadero de una especie vegetal que de otro modo seguramente se habría extinguido, el ficus. 
El chiscón de la escalera es un espacio despreciable y despreciado, porque entre una línea oblicua y la horizontal del suelo no cabe un cuerpo en una posición que no sea torturada. Ese espacio es además estrecho y no ha tenido nunca el estatus de habitación, al contrario de lo que sucede con las codiciadas buhardillas. Por eso es un lugar de los más denostado de la casa, junto a tendederos, y otros no mejores como los que quedan bajo las sillas, mesas y camas y que no hacen más que acumular migas o polvo. 
Por eso mismo, el espacio bajo la escalera ha dado pie a construir escaleras que llevan a oscuros sótanos o a ser, sin más, un espacio de trastero, por mucho que las revistas de decoración hayan intentado en ese lugar hacer estanterías, armarios y hasta rellenarlos de secretos e ingeniosos cajones.
Reclamar esos espacios como lugares de ensoñación simbólica es inocente. Sin embargo juegan un papel en la casa, en la infancia y en el crecimiento de las personas. Esos espacios son oscuros, también a nivel simbólico, y toda casa debe tener espacios oscuros para poder sentir los luminosos de un modo diferente.