17 de julio de 2017

LA TRANSPARENCIA PORNOGRÁFICA


Una esquina de la vieja casa Sheats-Goldstein, de John Lautner, en la que asoma siempre alguien posando es tan poderosa que no invita a nada más que a mirarla sin descanso. 
Aunque curiosamente esa proa de vidrio no ofrece entrar en el análisis de la casa ni de sus dos particulares propietarios, ni en la influencia de Wright en Lautner, ni en la falta de ángulos rectos de sus paredes. Esa esquina encierra un enigma sin respuesta. ¿Qué tiene esa peligrosa fachada que convierte a todo el que se asoma en objeto de escaparate? 
La postura de la maniquí, el vestido inexplicable, la luz sin límite y la esquina son la encarnación del concepto mismo de la transparencia contemporánea. Una transparencia que ya no vemos construida en los términos de "transparencia literal y fenomenal" aventurados por Rowe hace décadas. Se trata de otra cosa.
La transparencia de esta esquina es de la que habla más bien Byung-Chul Han cuando hace notar la violencia que ésta ejerce sobre el ser humano. “La coacción de la transparencia nivela al hombre mismo hasta convertirlo en un elemento funcional del sistema.(…) Sin duda, el alma humana necesita esferas en las que pueda estar en si misma sin la mirada del otro. Lleva inherente una impermeabilidad. Una iluminación total la quemaría…”(1) 
Esa esquina es un claro ejemplo de esta amenaza, donde la pérdida de la intimidad se completa haciendo de toda figura humana allí situada algo en si mismo transparente, quemada por sobreexposición. Como una máquina. No hay modo de protegerse de este modo de transparencia, que es en realidad en el que hoy habitamos gracias al mundo de la tecnología y la instantánea comunicación actual, porque no es posible interponer distancia alguna que nos resguarde. Hoy ni la distancia a la transparencia constituye un refugio. Hoy ni el aire interpuesto entre nosotros y los objetos nos protege o apacigua.
Todo lo que en esa esquina se exhibe es objeto de consumo. Esto lo ha entendido extraordinariamente bien la publicidad que ha hecho mil campañas retratando modelos en ese ángulo de vidrio. “El imperativo de la exposición aniquila el habitar mismo. Si el mundo se convierte en un espacio de exposición, el habitar no es posible: el habitar cede el paso a la propaganda.”(2) 
Lo que sucede entre esos planos de cristal es tan simétrico y terrorífico como la sociedad transparente que representa. En realidad no hay profundidad ni auténtica belleza en la imagen. A esa distancia hasta Cindy Crawford se cosifica y pierde su aura. Se percibe del todo, en un instante y de una vez. Es decir, se vuelve pura pornografía: al habitante de esa esquina, al hombre transparente, se le pueden leer sus pensamientos, ya no necesita siquiera hablar para comunicarse. Pero no dice nada, salvo una palabra: "cómprame".
Es decir, se ha vuelto frágil como el vidrio mismo.
El único remedio a esta acosadora forma de la transparencia tal vez solo se esconda en una especial resistencia de lo interior, en lugares donde se valoren las sombras y las distancias. Y el aire. En un lugar, desde luego, donde la arquitectura se encuentre a gusto al servicio de la intimidad.

(1) Han, Byung-Chul. La sociedad de la transparencia. Barcelona: Herder, 2013. pp. 14 
(2) Ibídem, pp. 30

6 comentarios:

Federico García Barba dijo...

Hoy lo revolucionario es reivindicar la opacidad. Ocultarse es el gran objetivo de nuestro tiempo.
Y la arquitectura debería plantearse desde esta perspectiva.

Santiago de Molina dijo...

Podría ser, Federico. Gracias por tu comentario. Saludos

Anónimo dijo...

Coincido totalmente con el espíritu del texto pero nada con la elección del arquitecto y obra que lo ilustran. La arquitectura de Lautner es hedonista y sexy, pero no pornográfica.

Alberto dijo...

Santiago,

Es siempre un placer leerte.
En un tema tan importante me gustaría recordar a Walter Benjamin por su especial aversión a este tipo de arquitectura de vidrio, dada la imposibilidad de personalización del espacio que genera. En su ensayo de 1933,"Experiencia y Pobreza" Benjamin afirmaba que las cosas de cristal no tienen aura y que el problema de la arquitectura de vidrio es que carece de un sentido de temor o de apreciación humana que normalmente se atribuye a las grandes obras de arte.
También, a través de los escritos de Benjamin, Derrida mas tarde expondrá el problema de la pobreza y la conciencia de clase, acusando a gente como Scheerbart, Loos y Eisenman de evacuar la humanidad de la arquitectura y crear una nueva forma de pobreza.
Derrida contestó a la apasionada defensa que Peter Eisenman hacía de la transparencia y el vidrio en la arquitectura, que tipos como Eisenman ¨creían demasiado en la ausencia¨, y que en su intento de deconstruir el antropomorfismo, se habían olvidado del ser humano...

Un saludo

Santiago de Molina dijo...

Muchas gracias Alberto. Desde luego el vidrio y la pérdida del aura tiene mucho que ver. Gracias por traer a Benjamin a colación. Un saludo cordial

Santiago de Molina dijo...

Tal vez. Gracias!