Tan costosa resulta la arquitectura en términos de esfuerzo humano que aunque el resultado sea frustrado, aunque todo resulte anodino y sin gracia, aunque no aparezca ni un rincón con garbo o buen gusto, se hace difícil no ver latir el esfuerzo de los artesanos, obreros y capataces que lo realizaron. Por mucha desgana que haya en una obra, siempre, al menos, existirá el sudor y esfuerzo de quienes la hicieron. Lo que quizás dignifica el resultado.
Pero todo tiene un límite.
Porque es un hecho que la arquitectura puede también resultar ridícula.
Lograr que una obra resulte verdaderamente fea es algo costoso. Tal vez resulte incluso meritorio. El “brutalismo” de los años 70, no era, a fin de cuentas, sino el esfuerzo por magnificar lo desahuciado: fueran eso las instalaciones, el baboso hormigón o los churretes de suciedad deslizando por una fachada siempre demasiado gris.
En el extremo contrario, por mucho exceso de decoración, por mucha vulgaridad que contenga una barandilla o un enrejado, el contemplar las energías puestas en ese punto hace que todo pueda ser mirado con ojos diferentes. Porque allí hay, sin más, tiempo irrecuperable, depositado directamente por la vida de otro ser humano.
Pienso maliciosamente, por eso, y una vez desaparecida toda posibilidad de ver el tiempo invertido por un hombre en un tema o una obra gracias a la industria, a la computación o la técnica, si se ha vuelto hacer posible una arquitectura donde lo feo y lo risible encuentren un espacio de coincidencia…
6 comentarios:
Me ha recordado el artículo de X. Monteys sobre los "sitios feos" http://habitar.upc.edu/2011/08/31/aprovechamos-bien-los-sitios-feos/
Muchas gracias por la referencia, Carlos. No la conocía. Un saludo afectuoso
Sólo por el esfuerzo y el dinero invertido en cualquier construcción resulta frívolo reírse. Los ejemplos de autoconstrucción –como el que ilustra la entrada- me parecen de lo más respetable y como mucho provocan una sonrisa entrañable y es en cambio la fealdad diseñada de tantos edificios “de autor” la que da más ganas de llorar que de reír.
Exactamente, Iago. Muchas gracias por tu comentario y un saludo!
En general, pienso que el esfuerzo invertido en generar fealdad y ridiculeces, producen pocas ganas de reírse y más bien tristeza y muchas en cambio, de llorar.
Desde luego lo que si hay son muchos tipos de fealdad. Que se lo digan a Coderch. Muchas gracias por tu lectura y saludos
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