25 de mayo de 2015

LA CASA DE LA CASCADA ES LA CASA DE LA CASCADA...


No es casualidad que la casa Kaufmann, la casa de la Cascada, de Frank Lloyd Wright, sea una obra clásica, es decir, inagotada. 
La historia es bien conocida. No merece ser recordada, sin embargo si la casa es imperecedera, además de por lo evidente de su calidad y la eternidad de que goza ya su autor, también lo es porque es capaz de emitir un mensaje con una consistencia infrecuente. Y con un nivel de reincidencia en su sentido, agotador. 
La casa de la Cascada lo es a todos los niveles. Y lo consigue apelando incluso al inconsciente. 
Esta imagen del interior en el contraluz del salón es capaz de mostrarnos una de estas nimiedades. La imagen está tomada en el instante en que se penetra en el salón. Desde la entrada a ese espacio inesperadamente bajo, durante apenas una centésima de segundo, el solado provoca el leve desconcierto que se siente al pisar un charco. El desconcierto apenas dura una centésima de segundo. Un lapso del que nadie es consciente y que se dirige como un mensaje directo al fondo del cerebro.
Momentáneamente, en ese salón los muebles parecen flotar casi arrastrados por una corriente. El efecto, solo visual, se produce gracias a la insignificancia del detalle de la pizarra barnizada y sus irregulares brillos, semejantes a los del agua de la cascada que pasa bajo su plataforma en vuelo. Es el efecto breve del agua remansada después de un salto y cuyas ondas van en mil direcciones en conflicto. 
Entonces al pasear por ese salón nos sentimos obligados a llevar botas de agua, a caminar despacio, a sentir de nuevo, y como una necesidad, la presencia de la cascada aun antes de volverla a ver desde la terraza, aun antes de volverla a escuchar, y de manera reiterada. Como un salmo incansable que queda atrapado en el inconsciente: la casa de la cascada es la casa de la cascada, es la casa de la cascada... 
Como hace la publicidad subliminal machaconamente con nuestros inadvertidos cerebros. 
La Casa de la Cascada es, además de una obra maestra, una pura tautología.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Jajaja...y a ir descalzos, amigo, como en la Alhambra

José Tomás Gómez López dijo...

Inagotable, ese es el adjetivo.
A mi me asombra aun el diseño de la iluminación artificial, entre tantas cosas.
Además hay que imaginarse pasar allí una noche,....escuchando la cascada.
Hay que reconocer también a Hichcock lo que hizo por la arquitectura moderna.
Por último, hoy en día sería imposible obtener los permisos para hacer una casa en un entorno así,.... por motivos medioambientales seguro

Anónimo dijo...

Tragicómica tautología. Como ya se ha dicho en otros sitios, la casa de la cascada tuvo diversos problemas de humedades, incluyendo mohos y goteras, de tal forma que sus propietarios, los Kaufmann, la apodaron la casa de los siete cubos...de agua.

Santiago de Molina dijo...

Gracias por vuestros comentarios, anónimos y no anónimos (gracias José Tomás)... Esta casa no se pasa. Saludos