19 de noviembre de 2012

UN POCO DE EDUCACIÓN


Cuántos objetos, extrañamente, apenas funcionan. Sin embargo llegados a un punto, quizás por la costumbre, que difícil se hace renegar de sus calamidades. Porque logramos sobreponernos a sus malos usos y convivir con ellos hasta hacerlos imprescindibles.
Cuando se hace difícil decir si continuamos empleándolos por rutina, parecen conquistar una especial sensibilidad solo propia del ser vivo. Una especie de inteligencia autónoma. Como si cada uno de ellos hubiese llegado a encarnar un pensamiento. El largo listado de ejemplos constituye la historia de los objetos mismos. Desde el hacha de silex hasta el último ingenio electrónico. O los cubiertos que Scarpa diseñara para Murari.
Estos últimos son ejemplo de todo lo dicho. Porque además de ser equilibrados, hermosos e inservibles, reclaman atención. “Coma usted despacio”, parecen decir. “No sorba la sopa”, ( y de profunda, la cuchara obliga a los labios a buscar en su fondo con lentitud. “Modere sus gestos”, ( y la brevedad de la pala del cuchillo, impide tanto un cortar cómodo, como el movimiento del brazo invadiendo el espacio del comensal vecino). “No moje pan en la salsa”, ( y los tenedores guardan un pequeño cuenco entre sus excesivas puntas y el mango para cargar la postrera salsa).
Como si además de utilizarse para comer, hicieran de institutriz. Y de escuela de buenos modos en la mesa. 
Como puede comprenderse eso es mucho más de lo que todo el funcionalismo pudo nunca pretender. Y es que en los objetos más auténticos, la utilidad desborda el mero funcionamiento. Hasta hacer imaginar incluso el sistema social que les dio razón de ser. Esa ambición fue siempre cosa de la Arquitectura.

6 comentarios:

carlos criado perez dijo...

Muchisimas gracias por esta entrada tan sumamente sensible.
Espero que podamos disfrutar de tu obra (escrita, construida, académica...) durante muchísimo tiempo.

Un abrazo

Santiago de Molina dijo...

Muchas gracias por los ánimos, Carlos.
Abrazos!!

Carlos de Rosario dijo...

tu artículo me recuerda que algunas vez leí que en los tribunales de Goteborg, las escaleras que didseñó Asplund tenían una relación huella/contrahuella tal que le impide a uno subir apurado..."tómese su tiempo, va usted a ver a un Juez", parece decir la severa escalera...
gracias...

Miguel_Melissa dijo...

Como todo lo deforme, no obstante, están destinados a no durar. A captar nuestra atención durante unos segundos, cierto, quizá segundos no reales sino en la escala de la historia de la civilización.

No por ello tienen por qué dejar de resultar hermosos. Lo bello no sólo es lo proporcionado y funcional -aunque casi siempre sí- a veces también lo familiar pero extraño, enigmático.

Mientras, la forma lenta e implacable de hacerse de las cosas (humanas, culturales) permanece invisible, inasequible a la tendencia, la actualidad, el presente, siempre distraído en alguna otra cosa fugaz y refulgente. La forma, por ejemplo, prácticamente universal en que lo que hoy llamamos cubiertos se fue configurando a lo largo de mucho tiempo, resultando en unos objetos finalmente sumun de su idea y perfección funcional, con unas dimensiones, curvaturas, componentes constantes y casi perfectos para su objeto, nos resulta inadvertida, obvia, invisible, y sin embargo es algo prodigioso, cargado de sentido.

Santiago de Molina dijo...

Carlos, está muy buen traídas esas escaleras!
Gracias y saludos

Santiago de Molina dijo...

Miguel,

Muchas gracias por tu reflexión!
Saludos