16 de enero de 2012

CARLO MOLLINO O CUANDO LA ARQUITECTURA ES UN PLACER



Carlo Mollino fue arquitecto, rico y turinés. Es decir, reunía todas las condiciones para ser un vividor y lo fue. No puede atribuírsele esa pericia a las causas anteriores sino a su conjunción cósmica y una innegable tendencia natural hacia el hedonismo.
Carlo Mollino destinó sus energías a todo aquello que le apasionó. Curiosamente no por ello claudicó de la arquitectura. Cada nuevo reto lo abordaba con los instrumentos de su oficio. Así inventó aviones, diseño coches deportivos, construyó notables edificios y extraordinarios muebles, realizó fotografía pornográfica, escribió un tratado sobre la práctica del esquí y decoró los interiores más surrealistas que se pueda imaginar, en una Italia sumergida en la dureza racionalista de los años de posguerra. El caso es que en todas tuvo fortuna.
Para ser capaz de abarcar con éxito tan raro abanico de ocupaciones, siguió un proceso semejante en todas ellas: para diseñar aviones, dedicó sus muchas energías a pilotarlos hasta el extremo de convertirse en una autoridad del vuelo acrobático. Aunque tal vez el orden de los acontecimientos, dado su talento para el buen vivir, fuera precisamente el inverso. Poco importa.
Igual ocurrió con el diseño de coches y la práctica de la conducción. Fue piloto de carreras en Le Mans con un hermoso coche asimétrico diseñado por él mismo. Con los edificios, los muebles y la pornografía puede imaginarse que sucedió otro tanto.
Sin embargo semejante derroche vital no puede entenderse sin ver bajo toda apariencia de voluptuosidad a un auténtico esteta preocupado solo por la belleza como forma de vida.
Entre todas sus ocupaciones pueden extraerse una común zona de interés: la línea curva en todos sus estados. Entre las trayectorias del esquiador sobre una pista, el soporte de una silla o la hermosa desnudez de una mujer, le interesó la belleza de la curva. Baste como prueba de lo anterior, la descripción de uno de sus planes acrobáticos realizado con el talento de un dibujante excepcional. Ese dibujo, donde todo son bucles, giros y revueltas, es una prueba irrefutable del motivo más profundo de su arte.
Que dedicase la existencia a habitar todas las curvas del universo es un talante.
Que fuesen las curvas y no las rectas es una filosofía. 

8 comentarios:

Anónimo dijo...

No pude evitar recordar un personaje de ficción: Último Parri. También italiano, tambien enamorado de las curvas...

Santiago de Molina dijo...

No he leído el libro de Baricco que tiene a Último Parri como protagonista, pero suena estupendamente. Muchas gracias por la sugerencia!

CUP arquitectura dijo...

¡Que estupendo paciente hubiera sido Carlo Mollino para un Freud o un Jung!. Oye, y qué escala tan adecuada y precisa tienen las curvas y contracurvas que salieron de su ingenio y proyección. Más de uno debiera hoy en día tomar ejemplo de tan singular precisión. ¿A alguien le parecería sugerente una aceituna de 10Kg y además cuadrada?. La pasión y la frugalidad de Mollino son envidiables precisamente por esa escala de la sensualidad que tienen sus diseños. ¡Para que luego digan que la curva no es amiga de lo racional!

Un fuerte abrazo Santiago,

Justo Ruiz Granados

Santiago de Molina dijo...

Incluso hizo unos diseños de logos que son como nudos de autopistas!.

Un abrazo fuerte, Justo. Y gracias como siempre por tu atenta lectura y tu comentario.

Anónimo dijo...

Creo que es un personaje digno de una magnifica novela de aventuras,quizás hasta de un guión de película.

un saludo

JS.Carrillo

Santiago de Molina dijo...

Que buena idea, JS. Carrillo. Una película seria estupendo.

Un saludo y gracias por tu comentario

Enrique dijo...

después de tantos comentarios intrigantes respecto de Mollino, lo único que quiero es su libro... ver sus muebles inspirados,aparentemente, en tantas musas...gracias... cuando lo lea,les haga un comentario con conocimiento de causa.

Santiago de Molina dijo...

Muchas gracias por tu paciencia, Enrique. Y gracias por tu comentario!