17 de octubre de 2011
ROBERT VENTURI Y LA CAJA DE PANDORA
En cada eco, ironía y cita de
arquitectura, cada vez que se produce un copy-paste arquitectónico, cada vez
que se hace un guiño o una broma cómplice y privada, aun revive el aliento
mordaz y sabio de Venturi. De hecho, su influencia se extiende hasta el punto
en que se hace imposible entender plenamente la actual obra de arquitectos como
Rem Koolhaas sin su influencia directa.
El caldo de cultivo en el que
brota una figura como la de Robert Venturi, estaba abonado por el desencanto
hacia la modernidad convertida en dogma exhausto en los años 60. Su “Complexity
and Contradiction”, libro al que debe su inmediato y enorme éxito, fue un
auténtico revulsivo. Hay arquitectos que pasan a la historia por mucho menos
que por un libro brillante, Venturi acometió además, obras de valor y otro
libro aun más temible que el anterior: “Learning from las Vegas”.
En el sutil cambio de actitud
entre ambos se sitúa la mejor explicación de la arquitectura posmoderna y sus resultados.
Las tesis de Venturi en
“Complexity and Contradiction”, se pueden condensar en el prólogo: “Defiendo
la riqueza de significados en vez de la claridad de significados; la función
implícita a la vez que la implícita: prefiero `esto y lo otro´ a `esto o lo
otro, el blanco y el negro, y algunas veces el gris, al negro o al blanco. Una
arquitectura válida evoca muchos niveles de significados y se centra en muchos
puntos: su espacio y sus elementos se leen y funcionan de varias maneras a la
vez.” Rodeado de un rosario de ejemplos ricos y sabiamente escogidos se
desgranaban casos de complejidad no resuelta en la historia de la arquitectura
que embelesaban. Allí, además de mostrar una profundidad erudita inusual, se
abría la posibilidad de referirse a la arquitectura con amplitud de miras,
salvándola de la obviedad y el exceso de simplificación en que había
naufragado. Lo impuro, lo ambiguo y lo incompleto eran imanes poderosos. Y los
mecanismos por los que lo fragmentario era sumado al todo sin consideración al
control absoluto del resultado se mostraban sin la dogmática necesidad de
aceptación exigida por los maestros modernos.
El libro, que era de una agudeza
crítica refrescante, hubiese sido un revulsivo por si mismo pero además se
constituyó en el cuerpo teórico del apéndice final en que se mostraban las
obras complejas y contradictorias del propio Venturi. Sus obras eran analizadas
con una capacidad que apenas ha encontrado eco en el futuro. De todas, cabe
destacar aun hoy la casa para su madre, casa convertida en un monumento
disciplinar a la planta como documento capaz de organizar el universo diario.
No había verdaderamente novedad en ninguna de sus partes, eran todas conocidas,
y sin embargo el conjunto si lo era. Eso es casi magia.
Sin embargo, si en “Complexity
and Contradiction” se exponía un programa crítico donde la arquitectura se
mostraba capaz de tejer una red de conexiones entre los complejos sentidos de
sus elementos y su historia, en su posterior “Learning from las Vegas”, ya con
su socia Denise Scott Brown, se entendía la arquitectura como parte de la
teoría general del lenguaje reinante en esos años, como un hecho de
comunicación, con una sintaxis y una gramática inevitablemente populista
ejemplificada en el caso de las Vegas.
Con este segundo libro la caja de
Pandora quedó definitivamente abierta. De hecho incluso la caja de Pandora
podía ser convertida en monumento solo por el hecho de que un cartel lo dijese.
“Estamos convencidos de que la arquitectura del pueblo como el pueblo la quiere
(y no como algún arquitecto decida que la necesita el hombre) no tienen
posibilidades hasta que penetre en las universidades.” Él, desde luego,
estaba dispuesto.
Un mundo de guiños, citas, y
chistes privados fueron puestos sobre la mesa con un nivel de calidad muy
desigual. Y el `eon´ posmoderno de la arquitectura que había permanecido oculto
siglos afloró como una inundación nociva e imparable.
Hoy con cuarenta años de
perspectiva sobre la posmodernidad y su mundo de citas e ironías, y en que
apenas nadie habla ya de Venturi, aun nos vemos incapaces de valorar en su
justa medida muchas de las obras del posmodernismo. Sin embargo ese olvido o
nuestro desconocimiento, no nos libra de la inevitable condición posmoderna en
la que fue irremisiblemente sumergida la arquitectura desde entonces. Por obra
y gracia de Robert Venturi todos fuimos bautizados posmodernos.
Hay carteles que una vez puestos
no hay quien los quite.
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5 comentarios:
Estimado Santiago,
Jamás he comprendido la expresión "posmodernista", más bien debiera ser "posclasicista". Poco, por no decir nada, tiene que ver en su conjunto el posmodernismo en cuanto a criterios estéticos, artísticos o de estructura con el modernismo. Ni siquiera en su sentido histórico-temporal. Venturi es un brillante intelectual, un arquitecto de la cocina compositiva y bastante alejado de la abstracción. Personalmente creo que sus libros son magníficos pero sus fuentes son absolutamente populistas e historicistas y la síntesis de sus libros preconizan una modernidad absolutamente enfrentada. Su arquitectura no pasaría de ser vulgar si no tuviera el peso del éxito de esa especie de crítica irónica que tanto le interesa al propio arquitecto. Una cosa es cierta: el "establishment" del papel couché, la identidad como imagen en la arquitectura, y el triunfo de lo superfluo sobre la sobriedad y la funcionalidad (¡qué diría el bueno de Loos!) son conceptos que ya aventuraba Robert Venturi en sus libros (de esto sabe mucho Zaha)... Aún está a tiempo de repartir alguna "colleja". Ojalá lo haga. La profesión y la universidad la necesitan más que nunca.
Un fuerte abrazo,
Justo
Zevi y Venturi, entre otros, infectaron el humanismo intrínseco al movimiento moderno. Aún no hemos levantado cabeza.
Justo e Isma,
Es de comprender el desagrado que aun hoy suscita lo posmoderno, (o lo pos-). Tal vez sea fruto de las consecuencias que tuvieron las teorías de Venturi... o Tal vez porque nos obliga a tomar conciencia del hecho de que el mundo es muy viejo a pesar de nosotros nos sintamos tan jóvenes.
abrazos
"Complejidad y contradicción" fue uno de los faros de mi Tesis, nunca como entonces, me sentí más identificada con el pensamiento de Venturi y sus planteamientos para la arquitectura...tal vez porque no sólo la arquitectura es compleja y llena de capas de significados, sino también porque las personas somos así, y tal vez caminamos mejor una vez que aceptamos que todas nuestras "capas" suman, en lugar de restar...quién entiende sino a Latinoamérica...
Reha, coincido contigo en la importancia de este libro. No se ha agotado con la lectura posmoderna que se hizo de él siquiera con el paso de los años. Aun, de hecho nos habla. Un saludo y gracias!
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