25 de julio de 2011

SOBRE EL TERMINO DEL TRABAJO DEL ARQUITECTO


La palabra “terminar”, corresponde a la teología o al cansancio, decía Borges. El autor es responsable no solo de su obra, sino como decía a su vez George Lukács, de todo lo que con ella se haga e incluso de sus interpretaciones y derivados. 
Así pues, Antemio de Tralles es también el autor no solo de Basílica de Santa Sofía sino de cientos de mezquitas que sintieron su influencia. 
Cada arquitecto es responsable de sus obras y del poder de persuasión de éstas a lo largo del tiempo, como también Homero o Cervantes extienden su producción e influencia hasta hoy por medio de otras. Quizás por ello, en todo arquitecto existe la inquietud de la obra frustrada, de la mejora que no llegó a producirse y del fracaso. Y trata con sus últimas intervenciones de arreglar el desaguisado del techo alto con el añadido de lámparas, o mobiliario, o la pintura, el color o la cartelería. O lucha por su pervivencia en el tiempo y un buen uso que la redima. 
Desde ese instante en que la obra se da por terminada, no solo es competencia del arquitecto sino que los mismos habitantes pasan a convertirse en los primeros responsables de la arquitectura en el doble sentido de la palabra: el de responsabilidad y el de responderla. Entonces también son ellos los depositarios y guardianes de ella para legarla al futuro, pasan a ser sus intérpretes y sus críticos, estableciendo los mismos lazos que un padre tiene con un lactante. 
Obra abierta por antonomasia, ¿acaso puede acabarse la arquitectura?.

3 comentarios:

Andrés dijo...

¡Me gusta! Estoy de acuerdo y además lo tengo muy reciente (por la tesis) Los habitantes no sólo son depositarios, sino también intérpretes de la obra, entendido esto en el sentido epistemológico, o, si se quiere, casi hermenéutico: aquél que, con la crítica, logra cambiar su significado. Te debo un mail, a ver si lo consigo esta semana. Un abrazo, Andrés

Andrés dijo...

Por cierto: lo mejor que se ha escrito, creo, sobre el concepto de "obra abierta" es el texto de RMoneo sobre la Mezquita de Córdoba, que seguro conocerás (revista Arquitectura nº 256) AM

Santiago de Molina dijo...

Me alegra la coincidencia, Andrés.

Creo que el habitante es una parte activa y primordial en la interpretación de la obra de arquitectura. Cuando la arquitectura se habita, la vida le da sentidos y matices. Saber vivir la arquitectura no es mostrar inviolabilidad y reverencia sacrosanta por lo construido sino algo más. Y la Mezquita de Córdoba y lo ocurrido con su catedral y su historia (tan maravillosamente contada por Rafael Moneo, como tu bien señalas) es un ejemplo estupendo en ese sentido.

El habitante es el segundo crítico de la obra. Muy por delante de la critica "profesional". El primero es el Arquitecto.

Gracias como siempre por la generosidad de tu comentario. Un abrazo!