22 de noviembre de 2010
HISTORIAS DE ALCOBA
Además de por ser el tercer presidente de los Estados
unidos, -y por no entrar en el interesante pero espinoso tema de las
disonancias entre las cualidades de un pueblo y las de sus políticos-, la
dimensión de Thomas Jefferson como arquitecto aun hoy es recordada en las
universidades de media Norteamérica.
Como arquitecto Thomas Jefferson consiguió legar, en un
momento histórico en que los historicismos eran el plato fuerte de la
arquitectura en todo el mundo, no solo una interpretación personal de la obra
de Palladio y de lo que significa una columnata períptera, sino su propio
nombre como estilo.
O incluso como adjetivo: Jeffersoniano, como kafkiano
o borgiano llegó a significar algo en arquitectura para medio mundo.
Para el otro medio, aun hoy resulta la máxima aspiración a la hora de
construirse un hogar.
En su casa de Monticello, importante por más cosas que por
aparecer persistentemente en el reverso de las monedas norteamericanas, existen
algunas rarezas inexplicables desde el punto de vista de la arquitectura
propias solo de esos raros y geniales personajes interesados en conocerlo todo.
Puertas automáticas, sillas giratorias, soportes móviles para libros... Hasta
en su cama, atascada entre el estudio y el dormitorio, como una alcoba sin
espacio, con el dintel de la puerta como dosel, resuena cierta extrañeza que la
conecta con la puerta doblemente abierta del número 11 de la Rue
Larrey, de Duchamp y el sentido de los espacios de doble uso. También en su
sentido simbólico.
Fiske Kimball, ha escrito sin muchas pruebas que dicha cama
se izaba de día para dejar el paso libre entre las dos estancias. Es lo de
menos. El caso es que Jefferson proyecta una alcoba en la que el dormir es un
tema que se exhibe como problema de mínimo espacio y máxima significación. La
disposición de las piezas y el hecho de que se muestre la cama como lugar
público y visible, habla de un espíritu donde el dormir es una tarea
secundaria: entre aparato publicitario y accidente de una mudanza, la cama de
Jefferson es un objeto no tanto de veneración como de pura ideología.
Tanto, al menos, como esa otra célebre cama de Felipe II en
el Escorial desde la que podía oír misa y gobernar el mundo.
Etiquetas:
EXTRAÑAMIENTO,
PERSONAJES
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