10 de marzo de 2010
INTERFERENCIAS
Le Corbusier, que presumía de
todo sin pudor, presumía sobre todo de tener buen ojo. Y lo hacía en cada
libro, en cada comentario y en cada palabra. Esto que puede resultar
extenuante, era, sin embargo, verdad. Atento a todo lo que le rodeaba, “alma
siempre en vigilia”, la aparición de cualquier situación era motivo para
demostrarlo. Que el contexto no fuera el adecuado es otra cuestión.
Por ello resulta sorprendente que
en el Modulor, - libro, conviene recordar, que trata principalmente sobre el
tema de la “divina proportione”-, apareciese una observación sobre el invento
de unas pegatinas, “zip-a-tone”, empleadas con abundancia para tramar
superficies del dibujo hasta la irrupción del sombreado de los programas de ordenador:
“El “zip-a-tone”, es un
producto puesto recientemente a disposición de los talleres de dibujo, los
fotograbadores y los empresarios de publicidad. Son hojas de celofán
trasparente recubiertas de tramas variadas impresas en negro [...] Para entrar
en el juego (inesperado) que os propongo, basta con tomar el primer fragmento
de “zip-a-tone”, que os caiga en mano, colocarlo sobre su pareja y, haciéndolo
girar imperceptiblemente de izquierda a derecha o viceversa, se echará de ver
que se han determinado, en el tiempo de un cuarto de rotación, siete distintos
dibujos de hexágono. Esto sucede bajo nuestros ojos: en un segundo, habéis
visto nacer y desarrollarse un fenómeno geométrico impresionante. Más si, en
vuestra rotación, no os habéis detenido en las etapas convenientes, la
geometría no existirá. Os quedaréis delante de la puerta, ¡en lo
inconsistente!.
Este fenómeno de
interferencia, lo mismo delata el hiato que muestra la perfección. Todo aquí
depende de vosotros o de las circunstancias de vuestra lectura o de vuestra
inatención, o de un ínfimo desplazamiento del objeto. La riqueza del mundo se
encuentra precisamente en esos matices exactos que el vulgo se olvida de ver
porque imagina una riqueza espectacular, ruidosa, torrencial, etc.... que sólo
frecuenta terrenos privilegiados, inaccesibles para los modestos... ¡Bastó con
observar!...” (1)
A nosotros nos queda, además,
imaginar los proyectos a los que debieron pertenecer los restos de esas de
pegatinas, como los retales de un sastre que indirectamente hablan del traje
original, (y que seguramente un estudioso sería capaz, tras años y minuciosas
pesquisas, de identificar). Nos queda imaginar lo difícil de su publicación,
donde el tramado de la imprenta superpuesto a esos, haría todo aun más complejo.
Y queda admirar la incansable vocación plástica de le Corbusier, que no pierde
la oportunidad de componer un cuadro con el conjunto de esos trozos
superpuestos. La geometría y su interferencia, como siempre, es una excusa.
(1) LE CORBUSIER, El Modulor,
Editorial Poseidón, Buenos Aires, 1980, (1953), pp. 150-154
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EXTRAÑAMIENTO,
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2 comentarios:
Por lo que me ha parecido entender, el azar a la hora de proyectar tiene sus añitos. Aunque aun me sigue costando creer que un proyecto pueda nacer de la fotocopia de una camisa a rayas arrugada.
Muchas gracias por tus artículos!
Álvaro
Gracias a ti por participar. Un saludo
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