21 de diciembre de 2009

EXTRAÑAMIENTO


No hay nada como la realidad para exponernos a los abismos de la imaginación. Para ello es suficiente practicar el hábito de no fiarse de nada. Mirar un suelo, una mesa o una ciudad como por primera vez. Describirla fingiéndonos viajeros de un país lejano. Sorprenderse por su estabilidad o su construcción a pesar de ser la mesa sobre la que comemos a diario. Ver las cosas como por vez primera para ser capaces de revelar las verdades que de ordinario permanecen ocultas. 
Practicar el extrañamiento para librar a la arquitectura de la costra adherida a lo cotidiano y recuperar cierta frescura. Practicar el extrañamiento aunque no precisamente como Shklovsky lo entendía para la literatura a principios del siglo pasado sino en una doble dimensión: Como experimento y como forma de buscar el verdadero tema del proyecto. 
Experimentar con el objeto extraño, probar “injerencias” frente al tema “dominante”, ponerlo a prueba, someterlo a presiones con tal de librarlo de lo inmediato y de lo “automático”. Así descubriremos que su poder coincide con la satisfacción del alquimista aficionado: mezclar sustancias sin saber bien cual será el producto final. Solo por el placer de ver aparecer espumas o cambiar sustancias de estado. 
Por otro lado, averiguar qué se esconde bajo la capa de suciedad que oculta el término “casa”. Qué queremos decir “en realidad” cuando decimos “casa”. Intentar conocer si “la casa” es “refugio”, es “prisión” o “universo”, o “centro”. Hallar, en fin, su verdad poética.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Siempre es grato leer tus escritos, además de informativos y formativos, inducen a la reflexión íntima, esa en la que uno se busca a sí mismo, lejos de las contradicciones cotidianas de lo banal. Felicitaciones Santiago, y gracias por lo que compartes con nosotros en tu blog.

Fredy Ovando Grajales

Santiago de Molina dijo...

Muchas gracias por la amabilidad, no se si merecida. Muchas gracias por seguirlo y saludos afectuosos.

stepienybarno dijo...

Y por mucho que hablemos de arquitectura y nos desgañitemos en afianzar miles de conceptos, la clave de todo sigue estando en esa “verdad poética” con la que terminas el texto. Que bien pudiera ser el “no se que” de Fisac o lo aurático de Walter Benjamín.

Pero como siempre, las palabras no alcanzaran a atrapar esa esencia de las cosas que es lo que hace que la arquitectura se convierta en arte.

Nuevamente felicidades por la entrada.

Santiago de Molina dijo...

"el no se qué", siempre detrás de todo. De lo contrario todo suena hueco.
Gracias por vuestra aportación.