18 de noviembre de 2009
LA MODESTIA DEL LADRILLO
El ladrillo es un material humilde, terco, paciente y
hermoso. Es pieza básica de la historia de la arquitectura y de las barricadas
y protestas ciudadanas.
Los hechos demuestran que no importan verdaderamente sus
dimensiones sino su condición de portabilidad. El ladrillo encierra en si algo
de la corporeidad del hombre que es capaz de manejarlo con una sola mano
gracias a un peso y unas dimensiones necesariamente equilibradas.
Cientos de aparejos posibles surgen cuando estos se conjugan
para formar un muro: todos hermosos, la
mayoría con el nombre de su lugar de procedencia. Tanto que muchos han llegado
a ser en algún instante casi banderas o himnos nacionales.
Ningún material como el ladrillo, gracias a su modesta
condición, expone tan marcadamente su dimensión ética, fruto de los sucesivos
usos y los procesos por los que ha ido renovándose: desde la artesanía
primitiva donde eran secados al sol, pasando por el proceso de cocción en hornos,
hasta ser hoy un sofisticado producto de la industria. Ese tránsito está
cargado de saltos y descubrimientos.
El ladrillo en tiempos antiguos recibía la marca impresa del
artesano que lo producía. De ese modo no solo era posible contabilizar la obra
ejecutada sino que se establecía una correspondencia entre material y obrero.
La historia de su honestidad como material corre paralela al añadido de
sustancias que lo colorean artificialmente. A nadie se le escapa que
“honestidad” y “humildad” son conceptos solo aplicables al ser humano. En
ningún material como el ladrillo se ha producido esta identificación tan
temprana y de modo tan persistente. Quetglas dice del monumento a Rosa de
Luxemburgo, de Mies van der Rohe, que allí los ladrillos son auténticos obreros,
formando violentos batallones ingrávidos.
Por el contrario en la casa de Muuratsalo, de Alvar Aalto,
además de ser un elogio a la ruina y al pasado, también los ladrillos son
pequeños grupos festivos. Como una comparsa en carnaval, cada pieza cerámica
subraya la pertenencia feliz a su propio grupo. Un elogio a la diferencia. Como
el desfile de atletas en una Olimpiada.
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4 comentarios:
Que bonita reflexión!
La verdad es que cuando estuvimos en la casa de Muuratsalo, fue impactante ver el juego que le dio a Aalto este material y como a pesar de que no puede haber más variedad, todo tiene una unidad increíble, es la magia de arquitectura con mayúsculas.
Eso sin hablar del resto de su etapa “roja”! un regalo para la humanidad.
Fantástico Aalto en Muuratsalo. El ladrillo es siempre en sus proyectos algo preciado. Y eso por no hablar de Otaniemi o su Baker house. Gracias por participar y un saludo
Existe un precioso texto de Demetri Porphyrios a propósito de esta obra de Aalto, cuyo subtítulo reza -según traducción de Eduardo Leston (1978)- "Un estudio sobre la sensibilidad ordenadora-compositiva en la obra de Alvar Aalto", en el que el glosador griego viene a acuñar un término a propósito de semejante despliegue del arquitecto. La conclusión etimológica es bien comprensible; el microensayo lleva por título: "HETEROTOPÍA" (por supuesto, sin tilde en el original). En uno de sus párrafos, reza lo que sigue: "Esta palabra (heterotopía) debería ser interpretada en su sentido literal, es decir, aquel estado en que las cosas o hechos se hallan asignadas, ubicadas, posicionadas de manera tan diferente unas de otras, que es imposible detectar un locus común a todas ellas".
Porphyrios, Fleig, Pallasmaa, Pearson, Quantrill, Schildt... Todos necesarios para estudiar a Aalto.
Del texto que traes a colación de Porphyrios una cita para mi significativa al hilo de lo que comentas: "La Heterotopía nunca celebra la transición inherente a las juntas, nunca establece vínculos, nunca recuerda la distancia en la composición. Nunca marca el itinerario del visitante en una ruta jerarquizada o un paseo guiado. En su silencio afásico, celebra la resplandeciente singularidad de las partes y costuras puestos juntos", de su estupendo Sources of Modern Eclecticism.
Saludos y gracias por recordar a Porphyrios!!
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