Si se mira aun con más atención, el resultado ni siquiera es ya un edificio, sino un resplandeciente modelo que se nos ofrece como un objeto más. Digno de ser usado hasta que el desgaste, o hasta que uno todavía más nuevo, lo arrincone en el sótano de los trastos viejos.
29 de octubre de 2009
SUMAR
Si a la estructura domino
de Le Corbusier se le añade una escalera mecánica, afirma Koolhaas, el
resultado es un perfecto centro comercial. He ahí los requerimientos
fundamentales de una tipología que se extiende por todo el mundo: flexibilidad
y facilidad de recorridos.
Aunque inocente en apariencia, la
ilustración final coincide con la iconografía de las revistas de posguerra
norteamericanas y logra evocar el optimismo del recién inventado mundo de los
electrodomésticos y la cultura de consumo.
Si se mira aun con más atención, el resultado ni siquiera es ya un edificio, sino un resplandeciente modelo que se nos ofrece como un objeto más. Digno de ser usado hasta que el desgaste, o hasta que uno todavía más nuevo, lo arrincone en el sótano de los trastos viejos.
Si se mira aun con más atención, el resultado ni siquiera es ya un edificio, sino un resplandeciente modelo que se nos ofrece como un objeto más. Digno de ser usado hasta que el desgaste, o hasta que uno todavía más nuevo, lo arrincone en el sótano de los trastos viejos.
A nadie se le escapa que eso no
les ocurre a las verdaderas ideas de arquitectura.
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