19 de octubre de 2009
ARQUITECTURAS SIMULADAS
La simulación es quizá uno de los
síntomas más notables de nuestro atiborrado mundo de imágenes. La simulación
altera aparentemente la causa de la arquitectura. Vive de su representación y,
en cierto sentido, trata de hacerse pasar por arquitectura que existe. La
arquitectura de simulación no nace para ser contemplada, quizá porque el tiempo
que requiere esta operación viene negado en el modo en que esas imágenes se nos
presentan. No es casual que haya nacido simultáneamente a las nuevas
posibilidades constructivas de la industria, donde la máxima es ahora “todo es
construible”.
Gracias a esto, la realidad se ve
forzada a parecerse a lo simulado puesto que surge en el proceso de una manera
tan real que difícilmente es posible escapar a su capacidad de seducción. De
ese modo lo real acaba pareciéndose, irremisiblemente, a la simulación.
Esta situación impone un tiempo
forzado donde se da una aceleración retrospectiva de los plazos. Cortocircuita
el sentido de continuidad temporal. El presente ya no anticipa un futuro en el
mismo sentido que hace años, puesto que amputa, a priori, el mismo proceso de
gestación de una obra donde los inconvenientes y dificultades constructivas y
técnicas lograban desplegar la forma a nuevos desarrollos. Los sistemas de
representación tradicionales dejan de poseer así cierto valor estético o
mediador con la realidad. La planta o los alzados buscan su razón de ser en
cuanto a su capacidad de constituirse en imágenes y no tanto en sus valores de
descripción y descubrimiento progresivo del proyecto.
Además la simulación, aun
aludiendo a los efectos de la materialidad, la niega de una manera evidente. No
se exhibe la obra de arquitectura sino sus efectos. Los efectos gravitatorios y
materiales de lo edificado contribuyen a preguntar si nos encontramos ante otro
fantasma o se trata de algo real.
Así las cosas hoy la arquitectura
no parece tener muchas más opciones que refugiarse en la materialidad como
antídoto, o lanzarse al mismo vacío de los arquitectos cuyas obras construidas
acaban pareciéndose a las imágenes iniciales. O claro, permanecer caminando,
absortos, con la seguridad de aquel que sabe que llegarán otros tiempos. Quién
sabe si mejores.
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