8 de septiembre de 2009
UNA CITA
Aquel que se tome el tiempo de estudiar con el detenimiento
que merece la logia de Bramante en la basílica de San Ambrosio de Milán,
descubrirá que, además del uso de unas proporciones sorprendentes para una
ciudad acostumbrada a las aspiraciones del gótico, existen unas pequeñas
columnas que se escapan del canon renacentista. Sus fustes simulan el tronco de
un árbol y parecen hacerlo con la clara intención de hacer referencia a su
origen vegetal.
Al llegar a la
arcada central, las pilastras se acumulan y apilan como en una colisión de
tráfico. Primero el vegetal, tosco y sin desbastar, después y ya sobre el
plinto, la basa y el fuste plano, por último, el fuste acanalado en dos tramos.
Mediante la presencia del mecanismo de la cita, esta obra se sitúa dentro de un
universo de autoconciencia de lo que supone la arquitectura y simultáneamente
se convierte en un comentario sobre sus orígenes, (tema sobre el que los
teóricos de la arquitectura continuarán sin descanso hasta bien entrado el
siglo XIX).
Si la cita es aquí
un mecanismo digno de estudio no es solo por su capacidad de alterar el futuro
y generar sus relecturas, ni tampoco porque resuenen en él los incesantes ecos
del pasado. Lo es por ser una máquina multidimensional, capaz de servir con
exquisita habilidad al orden global de la logia al resolver el problema
compositivo de enlazar las pilastras que reciben arcos de diferentes
dimensiones, y a la vez, construir allí toda una teoría del pasado de la
arquitectura por un mecanismo semejante al de un moderno story board o
un comic.
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