10 de junio de 2009

SOBRE EL CONTEXTO


Glenn Gould fue un intérprete mirífico y excéntrico. Es conocido por los canturreos que aparecen en sus grabaciones y sus estrafalarias posturas al piano, por sus rarezas indumentarias y sobre todo por la revolucionaria visión aportada sobre la obra de Bach, Mozart o Beethoven, por medio de unas interpretaciones acometidas con un tempo endemoniado. En una de sus pocas entrevistas, y hablando de música, hace un examen definitivo sobre el primer movimiento del Opus 109 de Beethoven:Se trata de un movimiento que puede llegar a desesperar a quien lo toca; hasta el punto de hacerle optar por un sistema analítico u otro para determinar su estructura (...) básicamente, es un movimiento muy sencillo: se limita a repetir en tres ocasiones algo que suena como un coral, con la salvedad de que se descompone en figuras arpegiadas, antes de dejar paso por dos ocasiones a una sucesión de escalas y arpegios y ornamentos. Y todo sucede en un abrir y cerrar de ojos”. 
La conclusión más extraordinaria de su estudio llega poco después en un punto especialmente interesante para nosotros: Gould demuestra que Beethoven jugaba allí con unas notas fundamentales ausentes, es decir, con unas notas que no acababan de aparecer pero que provocaban una correspondencia matemática absoluta con las notas reales.(1) 
Es en ese punto donde podemos decir que la coincidencia con los problemas que plantea la arquitectura con su contexto se hacen palpables. La pieza de arquitectura, cuando es lograda, habla siempre de esas notas fundamentales ausentes por medio de su presencia física. La materia de la obra permite, gracias a sus correspondencias y armonías, hablar de ese algo desaparecido. Ese vacío cualificado alrededor del que orbita la obra es el contexto. 

(1). COTT, JONATHAN, Conversaciones con Glenn Gould, Global Rhythm Press, Barcelona, 2007, pp. 49

2 comentarios:

Jack Babiloni dijo...

Algo así como la "ley de clausura" de los gestálticos o, verbigracia coetánea, las películas de Kim Ki-Duk: tanto más conmovedoras cuanto que respetan el bagaje y la inteligencia del receptor (no hablo del producto final, sino de la preciosa experiencia de saberse, a cada segundo, tratado como un igual). Apabullante elegancia: te abro los frentes necesarios; ocúpate tú de cerrarlos o dejarlos sugerentemente deshilachados.

Toda una conjetura (nunca teorema) en la que abandonarse, sine die.

Santiago de Molina dijo...

O lo que en otro ámbito se conoce como efecto Zeigarnik. Dejando nuevos frentes abiertos...

Gracias por tu aportación, valiosa como siempre.

Saludos