No obstante, ese plano tiene la voluntad de llegar a la luna. Casi parece ser construido para tocarla con la mano.
Simultáneamente habla de un secreto estado de equilibrios. Ese plano es una balanza arquitectónica; por medio del contrapeso de la arquitectura, y el fulcro que es el territorio, se alcanza en el extremo, un objetivo. Aunque se conozca inalcanzable; como un trampolín de salto infinito.
Ese plano es tan extenso, que pasa incluso bajo la luna hasta volverse a asomar, finalmente, a la topografía con un movimiento descendente, de reencuentro, en un paisaje visual trazado desde el comienzo como un arco.
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