Sin embargo, es bien sabido que los cuerpos extraños producen rechazo en el cuerpo receptor. Ese es el motivo de que tanta arquitectura haya muerto con sus ampliaciones. El trasplante puede producir consecuencias funestas en la arquitectura receptora: No depende del tamaño, ni de los usos, de manera exclusiva, sino de las relaciones que, súbitamente, se establecen entre los dos. Especialmente en el juego conceptual entre la obra y el "nuevo órgano".
La trasplantología arquitectónica posee ejemplos paradigmáticos de buen hacer. Existen trasplantes notorios que actualizan la obra antigua sin trasformarla. Asplund en el ayuntamiento de Goteborg interviene con maestría, completando el cuerpo original y añadiendo sin alterar lo fundamental.
Otros suponen la total transformación del cuerpo de origen. Así sucede en la mezquita de Córdoba con la inclusión de la Catedral.
El mismo recinto que contiene el cuadro de Berruguete, el Museo del Prado, ha ido recibiendo brazos, piernas, ojos y pulmones hasta convertirse en una obra monstruosa en cuanto a las intenciones de Villanueva. Pero viva. También Frankenstein posee una secreta belleza.
Cuando los trasplantes no tienen un cuerpo original que los soporte, se trata de un collage.
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