La madera acaba hinchada y abierta porque el agua salpica y destruye sin misericordia la arquitectura en su encuentro con el terreno. Y si no es el agua, los insectos xilófagos ascienden por ese punto con un hambre feroz.
Para evitar semejantes inconvenientes, a lo largo de la historia de la construcción la madera se ha elevado sobre dados de piedra o soportes de lo más heterogéneo con el único requisito de que fuesen lo menos porosos posibles. Se le han construido apoyos y camas de diversas formas y se han inventado un sinnúmero de posibles costuras y nudos. O incluso se ha sumergido la madera de modo permanente en el agua, lo que paradójicamente es una forma de preservarla de la pudrición.
El detalle de cómo la capilaridad de los materiales se ha dispuesto en vertical para evitar esa putrefacción indeseable justifica la lógica del templo japonés tanto como la arquitectura finesa. El aterrizaje de esa materia en el suelo hace de Villa Mairea una obra de arte por sí misma.
El bambú insolentemente apoyado de mil formas en los pabellones de Katsura, en Japón, convierte esta arquitectura en un ejemplo imperecedero de belleza sencilla. No cabe imaginar tanta variedad de encuentros de la madera al aterrizar sobre su lugar originario, obviando que un árbol vivo no tiene semejante conflicto en ese punto.
En realidad, el hecho de haber transmutado un árbol en un desagüe de la fuerza de la gravedad es el origen de esta disfunción. Convertir un ser vivo en un canalón no es solo un problema técnico, sino un dilema de sentido. Uno que solo la belleza consigue reconciliar.
The wood ends up swollen and split because water splashes and mercilessly destroys architecture in its encounter with the ground. And if it's not water, xylophagous insects rise through that point with a fierce hunger.
To avoid such inconveniences, throughout the history of construction, wood has been elevated on stone plinths or the most heterogeneous supports, with the only requirement that they be as non-porous as possible. Supports and beds of various forms have been built, and countless possible seams and knots have been invented. Or the wood has even been permanently submerged in water, which paradoxically is a way of preserving it from decay.
The detail of how the capillarity of materials has been arranged vertically to prevent that undesirable decay justifies the logic of the Japanese temple as much as Finnish architecture. The landing of that material on the ground makes Villa Mairea an artwork in itself.
Bamboo insolently supported in a thousand ways in the pavilions of Katsura, Japan, turns this architecture into an enduring example of simple beauty. One cannot imagine so many variations of wood encounters when landing on its original place, overlooking the fact that a living tree doesn't face such a conflict at that point.
In reality, the fact that a tree has been transmuted into a drain of the force of gravity is the origin of this dysfunction. Turning a living being into a downspout is not only a technical problem, but also a dilemma of meaning. One that only beauty can reconcile.