La mayor campaña de marketing planetario contra la imagen del
arquitecto se perpetró hace mucho tiempo, y curiosamente solo fue necesario llevarla a cabo contra un arquitecto... Gracias a ese golpe de efecto – y a unos pocos miles de obras y compañeros que han aportado sus argumentos, hay que reconocerlo - los arquitectos y la arquitectura moderna gozan de una pésima fama...
¿Qué hacer para mostrar a ese modesto profesional, enfrascado entre sus cavilaciones y
planos y sometido a la penuria del apenas comer cada mes, como un ser malvado y soberbio del modo más eficaz posible?
El escritor Ian Flemming, irritado al ver lo que un arquitecto había edificado al lado de su casa, en Hampsted, decidió que la imagen de la maldad debía ser encarnada en sus novelas por el autor de esas casas adosadas: Erno Goldfinger, un arquitecto húngaro tan alto y mal encarado como extraordinario profesional.
Cuando Erno Golfinger se enteró de que iba a emplearse su nombre como la imagen misma del mal, puso una demanda. Aterrorizado, Ian Flenning intentó cambiar incluso el nombre del malo de su novela. Pero su editor no se amedrentó. Además la justicia acabó fallando a su favor. Desde entonces Golfinger y el agente James Bond mantuvieron gloriosas batallas en novelas y películas de acción, machismo y espías.
Las llamadas telefónicas nocturnas a la casa del arquitecto imitando la voz de Sean Connery le obligaron a cambiar de número… El daño ya estaba hecho. La fechoría se agravó en decenas de películas de la saga Bond, donde el malo malísimo vivía además en hermosísimas
casas modernas.
El Golfinger real había edificado además de su propia casa, las brutales y luego
brutalistas torres Trellick y Balfron, o el cine Odeon en el complejo
Alexander Fleming House, en Londres. Para la profesión, solo tras la resurrección del brutalismo, Golfinger volvió a estar en el foco de atención y su arquitectura pasó a ser un bien digno de ser protegido.
Hoy su casa es una atracción turística. No dejen de visitarla si pasan por el 2 de Willow Road en Londres. Allí vivió el malo de las películas de Bond.
10 comentarios:
Ay! Me encanta! jaja <3 ¡Como el lenguaje puede hacer maravillas! (O fechorías) ;)
Muchas gracias, Tatiana!
Genial! Para la próxima, que el malo se llame Calatrava! X-D
:-)
merci Santiago
Gracias a ti François!
Gracias Guillem! No se si me atrevería!
Pobres escritores… 😉
Hola me encanto esa dosis de realismo mágico que nos brindo Fleming al colocar el nombre al malvado adoptando el del arquitecto "agresor". La arquitectura moderna tuvo múltiples interpretaciones desde una propuesta fundacional, algunas más acertadas que otras, una práctica muy común en otras esferas de la sociedad como la constitucion y los políticos.
Muchas gracias por tu lectura y tu comentario, Mery. Pobres. Sí.
Muy agradecido César. Por otro lado, también el tema político tiene su buena dosis de realismo mágico.
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