2 de enero de 2010
MIMESIS
La figura de Philip Johnson es tan controvertida como
necesaria para explicar la arquitectura del siglo pasado, empezando por el
“estilo internacional” y acabando por el deconstructivismo. Su talento para leer
los signos de los tiempos fue quizás más importante que el mostrado para
producir arquitectura.
La obra de Johnson siempre ha funcionado como un espejo o
una antena. A las sucesivas preguntas a ese espejo mágico, ha respondido con
citas al lenguaje de Mies, de Hejduk, de Ventury, de Eisenman, etc.... -el et
cetĕra es aquí más que justo porque su producción es extensa y las
referencias usadas son verdaderamente innumerables-.
Pero si nada en su obra parece propio, no significa que no
exista en ella algo valioso.
Su famosa casa de vidrio resulta un eco inteligente, aunque
travestido, de la casa Farnsworth de Mies. Junto a ella y en una finca de 19
hectáreas, Johnson construyó a lo largo de los años una larga serie de
pabellones que, a la vista de lo dicho, podemos considerar uno de los mejores
museos de la arquitectura del siglo XX. No importa que todos sean
proyectos-citas a otras arquitecturas, a fin de cuentas son los periodos por
los que ha trascurrido su vida y esa finca también es su propia biografía.
Una de esas intervenciones es la Ghost House, una pequeña
cabaña de malla de simple torsión y tubos de acero, erigida en 1984 sobre las
ruinas de una construcción existente, con la finalidad de proteger una
plantación de lirios de las enredaderas silvestres. Si bien Johnson habla de la
obra de Gehry como su referencia material, se cruzan en su recorrido la
pajarera de Price y los intereses artísticos de Dan Graham.
“Ten cuidado: de tanto jugar a ser fantasma, uno acaba
convirtiéndose en uno”, rezaba el aviso de Roger Caillois al comienzo de su
artículo sobre el mimetismo para la revista Minotaure. El mimetismo
entraña un riesgo de abolir el límite necesario que tiene todo ser vivo
respecto a lo que le rodea. Es decir, de mantener su propia diferencia. El ser
mimético destruye su borde y se funde con lo mimetizado. “Entonces el cuerpo se
desolidariza del pensamiento, el individuo cruza la frontera de su piel y
habita del otro lado de sus sentidos. [...] Es parecido a algo, pero solo
parecido. E inventa espacios en los que él es la `posesión convulsiva´”.(1)
Tal vez ninguna obra sea mejor reflejo de los problemas que
encarna Philip Johnson como esta insignificancia de alambre y acero. Tal vez
ninguna palabra le define mejor que la de ser una personalidad con una vocación
de “posesión convulsiva” hacia la arquitectura, y la suya una tarea de
coleccionista.
(1) CAILLOIS, Roger, “Mimétisme et psychastenie legéndaire, Minotaure,
1935, citado en KRAUSS, Rosalind,
E.,”Corpus Delicti” en Lo fotográfico, por una teoría de los desplazamientos,
GG, Barcelona, 2002, pp. 184
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