18 de diciembre de 2009
DORMITORIOS
La arquitectura para Adolf Loos es siempre percibida como un
interior, un ropaje. Un vestido primordial. Basta leer sus escritos y enumerar
sus temas: muebles, sombreros, calzado, trajes, lencería...es interior incluso
el modo de tratar el tema del ornamento. Todo le ocupa siempre que sea
envolvente. Su arquitectura crece desde el cuerpo, de modo centrífugo.
”Pongamos que el arquitecto tuviera aquí la misión de
hacer un espacio cálido y habitable. Las alfombras son cálidas y habitables.
Este espacio podría resolverse poniendo una de ellas en el suelo y colgando
tapices de modo que formaran las paredes. Pero con alfombras no puede
construirse una casa. Tanto la alfombra como el tapiz requieren un armazón constructivo
que los mantenga siempre en la posición adecuada. Concebir este armazón es la
segunda tarea del arquitecto” (1).
El espacio del dormitorio para su mujer Lina es, al igual
que esa funda llena de pieles y cueros que es la casa para Josephine Baker, un
espacio para que la arquitectura acaricie el cuerpo. El suelo extendido se
convierte en cama. La imagen publicada en 1903 es de los pocos interiores que
Loos muestra de su obra. La posición del objetivo frente a los pies de la cama,
muestra el objeto como un altar de ofrendas al tacto. Una imagen realizada por
un intruso, un vouyeur externo, y la imagen tiene algo de intimidad
violada.
Setenta años después, el dormitorio de Paul Rudolph rescata
esos viejos temas de Loos. El dormitorio y la alfombra son un encuentro entre
los sentidos del tacto y la arquitectura. Pero algo ha cambiado. Y no solo se
trata de la enorme foto presidiendo la cabecera de la cama, manos y brazos
rodeando un torso al descubierto. No es solo una imagen estereotipada del hombre
de los años setenta. La posición del objetivo fotográfico se sitúa en un
lateral de la cama. No importa quien sea el retratista, la aparición del espejo
y la imagen impiden escapar de la fotografía. Todo es táctil y sensual,
erótico. Pero el sentido persuasivo y lo explícito secuestran el posible
misterio. Todo es exterior. Todos somos espectadores de esa imagen construida y
proyectada. Nada hay de intimidad. Todo es escaparate.
La reunión de las dos imágenes contiene algo de fascinante:
Dos objetos, equivalentes desde el punto de vista de la forma, pueden
convertirse en opuestos tanto en sentido como en carácter: De madriguera a
pantalla.
No todo es cuestión de forma.
(1) LOOS, Adolf, “Das Prinzip der Bekleidung”, Nueue
Freie Presse, Viena, 4 de Septiembre de 1898, Ahora en LOOS, Adolf, “El
principio del revestimiento”, Escritos I, 1897/1909, El Croquis
editorial, Madrid, 1993, pp. 151. Debo agradecer las reflexiones sobre Loos a
Josep Quetglas que nos ha puesto sobre la pista de la relación de su obra y el
interior.
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